Por: Luis Carlos Heredia Ordoñez/ Durante años, el río de Oro ha sido testigo mudo de la negligencia ambiental y la falta de visión estratégica en la gestión del agua residual. Lo que alguna vez fue un curso de agua vital para Girón y el Área Metropolitana, se ha transformado en una cloaca a cielo abierto, emitiendo olores ofensivos y sirviendo como un recordatorio doloroso de los errores pasados.
Este descuido tiene consecuencias que van más allá de la estética. La calidad del agua deteriorada afecta la salud pública y socava el potencial turístico y económico de municipios como Girón, donde el casco antiguo se ve manchado por la presencia de un río enfermo.
Además, la ineficiencia en los procesos de tratamiento genera impactos ambientales negativos, palpables incluso en el anillo vial metropolitano.
La urgencia de abordar esta crisis es innegable. La planta de tratamiento de aguas residuales de Río Frío emerge como una solución prometedora, no solo para proteger los recursos hídricos de Santander, sino también para mitigar la contaminación en áreas tan vitales como la Sabana de Torres y Puerto Wilches.
Además, su implementación contribuirá significativamente a la mejora de la salud pública, reduciendo la propagación de enfermedades y mejorando la calidad de vida de los habitantes.
Sin embargo, el éxito de este proyecto depende de la voluntad política y la colaboración activa de todos los actores involucrados. La corresponsabilidad ambiental es fundamental; todos debemos asumir nuestro papel en la protección de nuestro entorno. La inclusión de este proyecto en el plan de desarrollo departamental es esencial, así como la asignación de recursos adecuados para su ejecución.
El reto recae en la gobernación de Santander, en particular en figuras como Juvenal Díaz, quien tiene la responsabilidad de liderar este esfuerzo crucial. Es hora de dejar de lado los discursos populistas y la burocracia estéril, y enfocarse en acciones concretas que conduzcan a resultados tangibles.
La gestión del agua no puede ser una reflexión posterior; debe ser una prioridad central en la agenda gubernamental.
En última instancia, el tratamiento adecuado de las aguas residuales no es solo una cuestión técnica, sino un imperativo moral y ambiental. Es un compromiso con las generaciones futuras y con la preservación de nuestro patrimonio natural.
Solo a través de una acción colectiva y decidida podemos construir un futuro donde el agua, fuente de vida y prosperidad, sea tratada con el respeto y la consideración que merece.
Es imprescindible dejar de lado las disputas políticas y administrativas en este momento crucial; El proyecto Metropolitano que se propone es fundamental para el desarrollo ambiental y económico del área metropolitana de Bucaramanga, así como para la zona industrial y numerosas áreas comerciales que han sufrido las consecuencias de la falta de soluciones ingenieriles y su gestión política.
No podemos permitir que los intereses personales o las diferencias de opinión de aquellos en posiciones de poder y gestión gubernamental, pongan en peligro la urgente necesidad de soluciones para los problemas ecológicos y de salud pública que enfrentamos.
Históricamente, estas disputas han detenido el progreso de proyectos críticos como este, principalmente debido al ego y la falta de compromiso serio con el desarrollo de soluciones necesarias para la ciudad.
Sin embargo, es vital recordar que estos proyectos no pueden ser utilizados para fines privados o controvertidos que erosionen la confianza en la gobernanza metropolitana y departamental, ni convertirse en negocios personales, como sucedió con la gestión de residuos sólidos en Bucaramanga, con el caso de Vitalogic.
Es momento de pasar de las palabras a la acción. El futuro de nuestro medio ambiente y la salud de quienes residen en Girón, Bucaramanga y Floridablanca dependen del compromiso y la determinación de nuestros líderes.
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*Tecnólogo ambiental, ingeniero ambiental.
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