El candidato reformista Masoud Pezeshkian ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Irán, con más de tres millones de votos de diferencia respecto al aspirante favorito del régimen, el negociador del acuerdo nuclear Saeed Jalili.
«Al obtener la mayoría de votos emitidos el viernes, Pezeshkian se convierte en el próximo presidente de Irán», señaló el ministerio del Interior tras el recuento de votos.
Tras esta victoria los reformistas regresan a la presidencia casi 20 años después de gobiernos de línea dura y moderados que pusieron fin al largo gobierno del reformista Mohammad Khatami, en el que Pezeshkian desempeñó un cargo como ministro de sanidad.
Las autoridades iraníes convocaron elecciones anticipadas tras la muerte del presidente Ebrahim Raisi en un accidente de helicóptero en mayo. Pezeshkian consiguió 16,3 millones de votos respecto a su contrincante Jalili, que obtuvo 13,5 millones de papeletas, según datos del ministerio del Interior revelados por la agencia estatal Press TV.
Pezeshkian, cirujano de profesión, era el único político reformista que pasó el filtro del Consejo de Guardianes, un cuerpo de clérigos y juristas encargado de seleccionar a los candidatos que pueden presentarse a las elecciones.
Pese a no encabezar ninguna de las encuestas, Pezeshkian consiguió concentrar el voto reformista en la primera vuelta electoral contra otros tres candidatos de línea dura que tenían perfiles muy similares y dividieron el voto ultraconservador.
El primer voto registró la participación más baja desde la creación de la República Islámica en 1979, con un 49,8% de los iraníes acudiendo a votar. La participación en la segunda vuelta aumentó ligeramente hasta el 50%, según datos oficiales.
El porcentaje de voto no ha parado de descender en las últimas citas electorales, una caída que los expertos achacan a un creciente desapego con el sistema electoral y la desconfianza de que uno gobierno u otro pueda mejorar la situación económica.
A ello se le añaden las llamadas al boicot electoral por parte de partidos opositores y activistas en la diáspora, que critican la falta de libertades del régimen, que ha aumentado la vigilancia y persecución ciudadana tras las protestas antigobierno desatadas en 2022.
El líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, admitió la caída de la participación pero rechazó que se deba a un descontento con el régimen. «Hay razones (de la baja participación) y los políticos y sociólogos las examinarán, pero si alguien piensa que quienes no votan están en contra del establishment, están completamente equivocados», señaló tras la primera vuelta de las presidenciales.
Sin embargo, admitió el descontento de algunos iraníes con el sistema actual. «Los escuchamos y sabemos lo que dicen, no es que estén escondidos y no sean vistos», añadió Jamenei.
Durante la campaña electoral, Pezeshkian señaló que la caída del voto se debe a un descontento de la población con el sistema político y prometió revisar los errores del gobierno.
El ayatolá Ali Jamenei tiene la última palabra en prácticamente todas las decisiones del país. Sin embargo, la figura del presidente aún marca el tono y actitud de las políticas de gobierno y podría influir en cuestiones importantes, especialmente en el campo de la diplomacia, como las negociaciones nucleares.
Si bien Pezeshkian ha declarado públicamente que no tiene intención de enfrentarse a la élite de clérigos y halcones de seguridad de Irán, el nuevo presidente reformista podría ayudar al país a mejorar su imagen diplomática, en un momento de gran tensión regional.
Pezeshkian llega a la presidencia poco después de que la agencia atómica de Naciones Unidas (OIEA) revelara que las reservas de uranio enriquecido en Irán han aumentado en los últimos meses y podrían llegar a desarrollar armas.