Por: Érika Bayona López/ En el teatro político, donde la ética y el servicio público deberían ser inquebrantables, nos enfrentamos a una sombra que sigue proyectando su oscuro influjo: la violencia de género. El reciente caso del exdiputado Jesús Alfredo Ariza, quien ejerció como presidente de la Asamblea de Santander, es un sombrío recordatorio de que este flagelo de la violencia de género e intrafamiliar no hace distinciones entre las altas esferas del poder y la responsabilidad.
En un país que lucha tenazmente contra la violencia de género, es desgarrador descubrir que no se escapa de la moralidad pública y política, pues incluso entre aquellos que tienen el deber de liderar y salvaguardar a la sociedad, caen en el círculo vergonzoso. Las acusaciones de violencia física y psicológica de Ariza contra su exesposa y madre de su hijo dejan entrever que la esfera política y la conciencia colectiva están permeadas por esta problemática, recordándonos una vez más la presencia insidiosa de este fenómeno en los círculos de poder.
Las acusaciones contra Ariza son sumamente alarmantes y exigen una investigación rigurosa y transparente, incluso tras su renuncia. No podemos pasar por alto la gravedad de estas acusaciones y las pruebas evidentes que las respaldan. Es imperativo abordar este tema con firmeza y empatía de manera inmediata.
El caso de Ariza nos enfrenta a una incómoda verdad: la política no está exenta de violencia de género, que acecha en nuestra sociedad. Sin embargo, también nos ofrece una oportunidad para el cambio y la reflexión, así como para tomar iniciativas legales que prevengan, en este caso, que quienes estén siendo investigados por delitos de violencia de género y sexual sean inhabilitados para el ejercicio de cargos públicos. Debemos exigir que nuestros líderes políticos sean ejemplos de integridad, moralidad pública y respeto, comprometidos activamente en la erradicación de la violencia de género y sexual.
La violencia en todos sus eslabones, no respeta colores políticos ni jerarquías. Se enraíza en estructuras de poder y desequilibrios sociales que perpetúan la desigualdad y la discriminación. Por lo tanto, es esencial abordar este problema de manera integral, desde la prevención hasta la justicia y la reparación para las víctimas.
En última instancia, el caso de Jesús Alfredo Ariza nos recuerda que el camino hacia una sociedad más justa y equitativa está lleno de desafíos. Es crucial que este caso no se convierta en una mera nota periodística, sino en un punto de inflexión en nuestra lucha contra la violencia de género. Sin lugar a dudas, la prevención y la ayuda profesional son las mejores opciones. Fortalecer nuestros sistemas de protección y apoyo a las víctimas es una deuda social, y es imperativo implementar medidas efectivas para prevenir y sancionar cualquier forma de violencia. Los protocolos y los resultados históricos demuestran una gran vulnerabilidad y revictimización, por lo que una verdadera protección debe ser garante de derechos.
Como sociedad, debemos alzar la voz y exigir un cambio profundo en nuestras instituciones y en nuestra cultura, donde el espejo de Ariza más que un escarnio público, motive acciones legislativas en pro de evitar feminicidios o abusos sexuales. Solo así podremos construir un futuro donde la igualdad y el respeto sean los cimientos sobre los que se erige nuestra sociedad, donde todas las personas, sin importar su género, puedan vivir libres de miedo y violencia.
Enfrentar la violencia de género es un desafío que requiere una acción conjunta de toda la sociedad, pero especialmente de las propias mujeres, quienes somos con frecuencia las principales víctimas de esta injusticia.
Es fundamental educarse sobre qué constituye la violencia de género en todas sus formas: física, psicológica, sexual, económica y emocional. Cuanto más conscientes estemos de nuestros derechos y de lo que constituye un comportamiento abusivo, mejor preparadas estaremos para reconocer y responder a la violencia.
No hay que enfrentar la violencia de género en soledad. Es importante buscar apoyo en amigos, familiares, organizaciones de ayuda y profesionales capacitados, como trabajadores sociales, psicólogos o abogados especializados en violencia de género.
Si estás experimentando violencia de género, es crucial denunciarla. Esto puede ser difícil y aterrador, pero es un paso importante para detener el ciclo de abuso y obtener la ayuda necesaria. Puedes acudir a la policía, a servicios de emergencia o a líneas de ayuda especializadas.
La lucha contra la violencia de género también implica trabajar para promover la igualdad de género en todos los aspectos de la vida. Esto incluye desafiar los roles de género tradicionales, fomentar la autonomía económica de las mujeres y abogar por leyes y políticas que protejan sus derechos.
Es importante cuidar de nuestro bienestar físico, emocional y mental. Buscar actividades que nos ayuden a mantenernos fuertes y centradas, como el ejercicio, la meditación o la terapia. Recordemos que la salud y seguridad son lo más importante.
Unámonos a movimientos y organizaciones que trabajen para erradicar la violencia de género y promover la igualdad de género. Participemos todas en campañas de concientización, firma de peticiones, asistir a marchas y presionar a los líderes políticos para que tomen medidas concretas, siempre con el fin de prevenir la violencia de género.
Enfrentar la violencia de género es un proceso difícil y multifacético, pero es fundamental para construir un mundo más seguro y justo para todas las personas. Es importante recordar que no estás sola y que hay recursos y personas dispuestas a ayudarte en tu camino hacia la seguridad y la libertad.
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*Acount Auditor-QA / MBA y Máster en Project Management. Auditor interno BASC. Administradora de Negocios Internacionales y Especialista en Mercadeo Internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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