Por: Diego Ruiz Thorrens/ Para muchas personas, la Semana Santa o Semana Mayor representa el momento del año para reconciliar el ser con la fe y la espiritualidad, ambos drásticamente afectados por el ajetreo del diario vivir, la desesperanza y por la violencia que pareciera cubrir más y más a nuestro mundo. Quizá por esta razón, para un gran número de familias Santandereanas, la Semana Santa significó (y aun significa) el espacio propicio para compartir con seres queridos, dejando atrás el miedo a la pandemia y la emergencia sanitaria causada por el Covid–19 (emergencia vigente después de dos años), permitiéndoles desconectarse de las tristezas y hasta del estrés.
En todo el departamento de Santander, especialmente, en los municipios con fuertes raíces católicas, encontramos cientos de fieles católicos y turistas que se dieron cita durante estos días en templos, recorriendo vías y demás lugares en donde se cumplieron los actos conmemorativos de la Semana Mayor. Para miles de católicos, la Semana Santa representa la Pasión de Cristo, desde su entrada a Jerusalén, la última cena, la crucifixión, muerte de Jesús en Viernes Santo hasta su resurrección. Para los católicos, las festividades comienzan el Domingo de Ramos y culminan el Domingo de Resurrección.
No obstante, para muchísimas otras personas, la Semana Santa significó un inusitado aumento de la violencia contra mujeres, niños y personas de la población LGBTI. Muestra de ello, fue lo que encontramos en los pasillos de algunos hospitales y centros de salud de Santander, donde un alto número de personas víctimas de violencias basadas en género (VBG) fueron pidiendo atención y ayuda. Para los violentos, los agresores, la Semana Santa es una semana más del año. Para el personal de los centros de salud y hospitales públicos y privados, es una semana dónde el ajetreo y la lucha incansable por salvar vidas llega incluso aumentar dado que a las VBG se suman las muertes viales y los crímenes que parecieran dispararse en esta semana.
En los últimos días, el personal médico del departamento de Santander (especialmente en la región del Magdalena Medio y del Área Metropolitana de Bucaramanga), vivió una Semana Santa llena de dolor e incertidumbre. La sobrecarga en la atención de pacientes fue brutal, especialmente, porque la Semana Mayor significó el cierre temporal de muchas oficinas e instituciones que deben brindar protección y atención a personas víctimas de violencias basadas en género. Recordemos que, muchas veces, el trabajo del personal de Salud depende del diálogo y la labor trasversal con otras instituciones (comisarías de familia, juzgados, centros de atención para víctimas de violencia sexual, etc.), muchas de ellas que estuvieron ausentes por las ‘vacaciones’ que representaron la Semana Mayor.
Como hemos visto, la violencia de género arrancó con fuerza en este 2022 y no descansó en esta importante época de año. Una muestra de ello fue el feroz ataque que sufrió el pasado miércoles una mujer en la zona centro de Bucaramanga cerca a la plaza de mercado central, mujer quien posteriormente falleció poco después de su ingreso en el hospital universitario de Santander.
Ni siquiera en el puerto petrolero las mujeres se han salvado de la VBG, en especial, la violencia intrafamiliar. A las limitaciones que existen para acceder a la justicia se sumaron las barreras de atención en una época del año (junto a la navidad y fin de año) donde la mayoría de los funcionarios deciden hacer pausa, olvidando que la violencia nunca duerme. La activación de rutas de VBG fueron entorpecidas, dificultando e imposibilitando denunciar a los agresores puesto que muchas evidencias se dan por vencidas.
En muchas calles de Bucaramanga, aún se siente la rabia y dolor el asesinato de Nickol Valentina Rodríguez. Este vil suceso dejó una herida que se mantiene abierta y que será difícil de cerrar con el pasar del tiempo. A partir de ese instante, la rabia contra todos aquellos presuntos ladrones se ha venido manifestando en justicia a mano propia: esto mismo fue lo que sucedió el pasado martes cuando la comunidad del barrio Malpaso, iracunda, acabó con la vida de un presunto ladrón en Bucaramanga.
La semana santa o semana mayor pudo ser el momento para alcanzar la tan anhelada paz y la reconciliación que necesitamos, llegando así a muchos corazones. Pero no lo fue: el odio que percibimos a diario, sumado a la ira y la incertidumbre, no permitieron que alcanzáramos una posible tregua, superando el rencor, permitiéndonos seguir adelante.
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*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos y Gestión de la Transición del Posconflicto de la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP Santander
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