Por: Holger Díaz Hernández/ “No te des por vencido, ni aun estando vencido”: Pedro B. Palacios, poeta.
La violencia y la inseguridad se convierten cada día más en la principal preocupación de los colombianos, desde siempre hemos sido un país violento, quienes nos conquistaron hace ya varios siglos nos legaron entre otras cosas sus genes de agresividad y camorrería y si a eso le aportamos los de nuestros aborígenes, tenemos el cóctel perfecto que nos caracteriza.
La historia de nuestra patria ha estado impregnada siempre de una estela de violencia y de guerras de todos los pelambres, contra los indígenas, contra el invasor español, contra quienes fundaron la patria, contra los opositores políticos y contra todo aquello que represente la diferencia.
Los siglos XIX y XX fueron de guerras fratricidas, una detrás de otra, que se suman a la única cierta que hemos tenido contra un país extranjero, la del Perú en 1932.
En los años 60s y 70s aparecieron las guerrillas de las Farc y del Eln y muchas otras, incluida la del M-19 donde militó el actual presidente Petro, estas solo trajeron muerte, pobreza y desplazamiento de millones de personas, la mayoría de ellos campesinos inermes e inocentes que cayeron bajo el odio y las balas de combatientes de su misma condición y estrato social. Al mismo tiempo que ocurría la aparición secuencial de los carteles de la marimba en la Costa atlántica y de la cocaína en Antioquia y el Valle del Cauca que contribuyeron a recrudecer la escalada violenta de esas décadas como producto del dinero fácil.
La respuesta de algunos empresarios y de parte del estado fue crear las AUC en los 80s, remedio que fue peor que la enfermedad, que solo trajo más violencia y corrompió a las fuerzas militares generando los llamados “falsos positivos”, que acabaron con la vida y honra de miles de jóvenes cuyo único delito fue estar en el lugar o momento equivocados.
Los distintos acuerdos de paz de los últimos gobiernos permitieron la reinserción de los paramilitares y de la guerrilla de las Farc, lo cual trajo al país una disminución de ese tipo de violencia, pero a cambio se multiplicó por la llegada de multinacionales del crimen provenientes de países como Venezuela y México disparando los niveles de inseguridad en los barrios y comunas de las principales ciudades y por la arremetida de las disidencias de las guerrillas y de los clanes del narcotráfico.
El proyecto de Paz Total del gobierno actual, que ha generado grandes esperanzas, recibe al mismo tiempo cientos de críticas y hoy deja un balance bastante agridulce, se ha avanzado de alguna manera en las negociaciones con el Eln y con las diferentes disidencias, pero con pobres resultados, ya que estos grupos han continuado ejerciendo el secuestro y el asesinato como armas de su lucha revolucionaria.
La inseguridad es el principal problema que perciben los ciudadanos en general y con el discurso del ataque frontal a la misma lograron posicionarse y ganar las elecciones de octubre pasado muchos de los candidatos a lo largo del país.
En Santander, el General (R) Juvenal Diaz Mateus y en Bucaramanga, Jaime Andrés Beltrán, incluyeron como punto central de sus campañas el compromiso de recuperar la confianza de sus gentes teniendo como eje central el principio de seguridad ciudadana.
El programa de gobierno del General Juvenal, de Seguridad al 100, con una propuesta de “Manejo Multidimensional” de la misma, donde priman aspectos como: la seguridad jurídica y política, la inversión social para combatir la pobreza y generar riqueza monetaria y el fortalecimiento del pie de fuerza pública respetando los derechos humanos, nos permitirá a los santandereanos dormir con mayor tranquilidad en los próximos cuatro años. A eso hay que apostarle sin objeciones.
“Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que este el presente”: Ravindranath Tagore
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*Médico cirujano y Magister en Administración.