Por: Andrés David Negrete Dulcey/ Difícil se ha vuelto responder cualquier interrogante sobre nuestra sociedad, hemos dejado guardado en los más recóndito de nuestros pensamientos cualquier cuestionamiento a fin de no encontrar respuesta alguna, mejor no volver sobre estas; le hemos dejado la tarea a otros. ¡Que otros decidan por nosotros, para eso los elegimos! Pero, olvidamos nuestra responsabilidad: “cumplir los deberes ciudadanos”.
El problema no está solo y necesariamente en una reforma, estoy convencido de eso, creo firmemente que el atasco de nuestra sociedad está en el cumplimiento de lo que se acordó en el pasado; tan difícil se ha vuelto cumplir con nuestras obligaciones constitucionales, que ha perdido sentido hasta el punto que no creemos, ¡son promesas que quedaron en simple tinta!
Hagamos el deber, exijamos el cumplimiento de lo que se acordó, no permitamos que nuestras autoridades dejen de lado nuestras demandas, es la opción más viable.
La opción está en exigir lo que se acordó, nos podemos permitir que la constitución sea un libro sin sentido, un cuento, una utopía; en nuestras manos está que las cosas cambien, tenemos diferentes opciones para participar en la construcción de una realidad distinta, hagamos uso del voto, si supiéramos lo importante que es, nadie se quedaría en casa un domingo.
Si no nos gustan los que quieren gobernar, entonces, ¡votemos en blanco! si queremos un mejor plan para nuestros pueblos, ¡acudamos al voto programático! Utilicemos estas herramientas poderosísimas que tenemos para determinar el futuro que queremos.
Pongámonos a pensar, que sucedería si exigimos que nuestros futuros gobernantes cumplieran con los planes de gobierno que nos proponen, ¡sería una maravilla, verdad! Pero, hay un problema. No es así de sencillo, se requiere de un gran compromiso de todos para acudir a la construcción de esa realidad que tanto deseamos.
Sabemos que tenemos derecho al voto, pero, también y quizás más importante, tenemos el deber de participar; entonces, sino participamos y aportamos en la construcción de nuestros planes de desarrollo, quedaran por fuera cualquier aporte que usted tenga para mejorar la vida en comunidad, pero, sí lo hacemos, créame que tendremos la autoridad moral para exigir el cumplimiento del plan de gobierno al cual ayudamos a construir.
Y sí queremos cambiar a nuestros representantes o por lo menos a muchos de ellos, acudamos al voto en blanco, sería un triunfo democrático y obligaría a repetir las elecciones sin la posibilidad que se vuelvan a presentar los mismos, elegiríamos nuevos congresistas, ¡un congreso nuevo, estupendo! Pero al igual que el voto programático, hay un problema. Muchos no se comprometerían hacerle campaña al señor Blanco, a nadie le interesa, pero cuestiónese, ¿usted lo haría?
La verdadera revolución, es la democrática, no la del miedo, la de ir por las calles destruyendo cuanto negocio y bienes públicos encuentre, ¡no señor! La verdadera movilización está en las urnas. Sí al paro, pero, no así. Y en últimas no importa quienes sean los vándalos, que son de aquí que son de allá, no. Lo verdaderamente importante es usted, sí usted, comprométase a participar en toda iniciativa que busque transformar la realidad, aporte con ideas en su barrio en su pueblo, cumpla sus deberes ciudadanos y vera que las cosas empezaran a cambiar.
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*Abogado, Especialista Derecho Procesal.
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