Por: María Isabel Ballesteros/ Septiembre siempre está en nuestro corazón porque es el mes tradicional del “Amor y la Amistad” y mientras a algunos les molesta San Valentín a otros nos encanta poder repetirlo, uniéndonos, finalmente en un solo sentimiento, que hace parte de nuestros anhelos más profundos como es amar y ser amados, independientemente de quiénes somos, dónde estemos o cómo vemos el mundo.
El amor es universal, da para decir muchas cosas y puede ser interpretado profundamente desde el psicoanálisis, la filosofía o la teología, hasta la particular perspectiva de las películas Hollywoodenses y los consejos de famosos coach, ampliamente seguidos por un público ávido de respuestas en el campo sentimental.
Por ello decidí reflexionar nuevamente sobre este tema, pero esta vez desde la perspectiva de cómo percibimos o comunicamos el amor, que los antiguos griegos identificaron en 4 contextos principales: entre parejas, hacia el prójimo, a la familia o las amistades y el amor sublime o el amor a Dios.
Estos tipos de amores pueden ir cambiando de relevancia y aunque algunos nos llenan más que otros, los expertos han logrado reconocer que el amor funciona como el lenguaje o el idioma y el aprenderlo bien es clave para sostener relaciones exitosas.
Las personas hablamos diferentes lenguajes y si por ejemplo tu pareja solo entiende en inglés y tú en español, difícilmente se podrán comunicar; esto aparentemente es obvio, pero solo llegué a dimensionar el tema hasta cuando leí la famosa obra de Gary Chapman “Los cinco lenguajes del amor”, los cuales él expone de la manera más sencilla.
Con esto no voy a arruinarles la lectura del libro, pues es demasiado jugoso como para quedar sintetizado en 5 “tips” dentro de una columna o para limitarlo, únicamente, a las relaciones de pareja. Lo resalto por las grandes lecciones que me dejaron sus páginas, que me enseñaron a saber interpretar el “lenguaje emocional” de mi círculo más cercano, donde cada uno tiene un “tanque emocional” que necesita ser llenado de amor, como describe el Dr. Chapman.
También vale aclarar que el orden en que menciono los lenguajes del amor es irrelevante, pues ninguno es mejor que otro y de hecho cada uno de nosotros puede manejar no solo uno sino dos lenguajes. El primero que tengo presente corresponde a los actos de servicio, entendidos como esas acciones con las que buscamos agradar, ayudar o facilitar la vida de los otros. Si un esposo, voluntariamente, lava los platos en casa o un hermano ayuda al otro a hacer las tareas del colegio, estamos frente a estos actos, que para algunos pueden significar expresiones de verdadero amor.
Las palabras de afirmación pueden tener ese mismo peso para otras personas al sentirse reconocidas por medio de palabras de cortesía o de ánimo. Un “tú puedes”, un “te quiero” o un “bien hecho” pueden ser ejemplo de estas palabras, lo importante es que las digamos con sinceridad, pues no se trata de convertirnos en aduladores profesionales, sino de exaltar las cosas buenas de los demás y lo que sentimos por ellos.
Nos agendamos para cumplir los compromisos importantes, pero a veces olvidamos incluir el tiempo de calidad, que puede representarle a nuestros seres queridos lo mucho que nos importan. Por esto, debemos planear espacios donde solo nos enfoquemos en ellos, conversando y manteniendo el contacto visual, leyendo su lenguaje corporal y, sobre todo, escuchando sin interrupciones. Una pregunta sobre lo que dice nuestra persona favorita puede demostrarle que realmente estamos atentos a sus palabras.
Aunque en la práctica los regalos no necesariamente significan amor porque podemos verlos como una costumbre, obligación social e incluso como algo que se utiliza con fines manipuladores, en el contexto de los lenguajes del amor los regalos no tienen nada que ver con este tipo de intenciones, pues para algunas personas son una demostración visual de lo que sentimos por ellas, dentro de nosotros. Por ello, si conocemos las necesidades de quienes queremos podemos aprovecharlas para suplirlas en la medida de nuestras posibilidades, haciendo que la magia del regalo no esté necesariamente en su precio o frecuencia, sino en su pertinencia y la satisfacción que producimos a la otra persona.
Finalmente nos encontramos con el toque físico, que va mucho más allá del sexo y lo importante que pueda ser para la estabilidad de las relaciones de pareja. Está demostrado que el desarrollo infantil depende mucho del contacto físico que hayamos tenido desde niños y que el sentido del tacto está distribuido de diferentes maneras en la piel de cada persona, de modo que la satisfacción que nos produce cierto contacto no siempre causa lo mismo en el otro. Por eso, un cálido abrazo, un beso o tomarse de la mano también pueden ser suficientes para sentirnos amados, en determinado momento.
Desconocer los lenguajes del amor puede llevarnos a creer que los demás deben comunicarnos sus sentimientos de la misma forma en que nosotros lo hacemos. Tu ser amado puede decirte a gritos lo mucho que te quiere, pero si no lo sabes entender se sentirá frustrado o enojado. Por esto, el verdadero esfuerzo no es solo descubrir el lenguaje primario de nuestros seres queridos, sino manifestarlo nosotros también, lo cual enriquecerá nuestra comunicación, nos afianzará y hará más felices.
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*Asesora en Sistemas Integrados de Calidad
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