Por: Jairo Vargas León/ El concepto de territorio está vinculado con su etimología, territorium que hace referencia a la posesión de una superficie terrestre, pero igual está dotado de un bagaje cultural; por lo que él refiere tanto al poder en el sentido más concreto, de dominación, como en su significado más simbólico de apropiación del territorio por un grupo social, es un proceso generador de raíces e identidad entre los individuos que lo integran, de modo tal que el grupo ya no puede ser comprendido en su plenitud sin su territorio, que constituye base de su historia, cultura y sustentación.
Los territorios tienen su propia dinámica, ello supone que cada territorio tiene especificidades, una historia propia, una tradición, de ello da cuenta uno de los más reconocidos geógrafos de América Latina, Milton Santos quien lo concibe bajo la siguiente consideración, “el territorio se entiende como un espacio construido socialmente, en el transcurrir histórico y mediante procesos de orden político, cultural y económico[1]”.
En virtud de ello cabe decir que el territorio tiene distintos ámbitos, connotaciones y miradas que en su diversidad cultural lo configuran y trascienden más allá de definiciones y conceptos técnicos que intentan reducir la transversalidad y complejidad que el término tiene. En gracia de registrar esta intención podríamos señalar los respectivos lenguajes que se califican como territorio.
Territorio jurídico
En el campo jurídico cabe referenciar entre estos a Hans Kelsen quien relaciona la existencia del Estado en un territorio y este lo correlaciona con la validez de la norma, en esa interrelación conjuga la validez con la eficacia que debe tener el ordenamiento legal. En este escenario para el doctrinante puede observarse cuál es el territorio, y como en ese ámbito se expresa la eficacia.
La validez territorial y material en Kelsen es, sin duda limitada, puesto que no se extiende sino a un territorio determinado y a ciertas relaciones humanas, pero no hay un orden superior a él que le impida extender su validez a otros territorios o a otras relaciones humanas
Es decir, para Kelsen el territorio de un Estado corresponde a un espacio en el que su validez está determinada por sus normas jurídicas, es dable inferir entonces que el concepto de territorio es eminentemente jurídico y no coincide con el territorio físico, o geográfico de un Estado.
Territorio literario
En esta categoría podemos referenciar la historia del territorio mítico de Gabo, la palabra «Macondo» quedó grabada en la mente de Gabriel García Márquez el día en que la vio a la entrada de una plantación bananera y desde ahí construyó a Macondo como un territorio literario y por ende mítico en la literatura.
«Macondo, no es un lugar, sino un Estado de ánimo que le permite a uno ver lo que quiere ver y verlo como quiere», aseguraba nuestro nobel, quien sostuvo en diversas ocasiones que para escribir cada libro primero había que aprender a escribirlo. A él le tomó casi veinte años vivir en Macondo para aprender a escribir su novela ‘Cien años de soledad‘», sostiene Conrado Zuluaga, editor del libro Camino a Macondo.
En los primeros textos de Gabo, la categoría de territorio es genérica, la primera mención de Macondo podría pasar inadvertida y la relacionó en el cuento «Un día después del sábado» que se publicó en 1954 donde aparece un Hotel Macondo. Y en 1955 en otra revista publicó un texto titulado «Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo». En su decurso literario el territorio tomó fuerza en cien años de soledad en la cual adquirió un posicionamiento en la universalidad de la literatura, pero también en el imaginario colectivo en el que aun muchos se preguntan por la existencia de Macondo.
Territorio electoral
En el 2018 la registraduría nacional identificó 144 municipios que tienen más censo electoral que poblacional; es decir, hay más personas que votan en una localidad en una cifra superior a las que allí habitan. Hay 17 poblaciones que modificaron de manera importante su censo electoral en Meta, Cundinamarca, Atlántico y Antioquia, que aparecen de forma reiterada en los mapas de riesgos, lo cual supera la estadística normal. Ello conlleva a inferir una distancia entre el censo territorial respecto al censo electoral.
Territorio violento
Es un territorio que ha expulsado la ternura cuya expresividad ha acorralado y amordazado cualquier expresión de afecto, de solidaridad con el ser humano, una conflictividad que navega en el pantano de la violencia.
Las cifras de personas desaparecidas, ejecutadas extrajudicialmente, torturadas, desmembradas y desplazadas se suman a los ciudadanos en una fauna de violencia que ha expulsado a la ternura del territorio.
Es tan acentuada la violencia en el territorio que al tenor de ello se pregunta si ontológicamente los colombianos somos violentos, la violencia es una creación social, es una construcción despiadada y alienante del ser humano que se llega a pensar que hace parte de nuestro ADN, afirmación por demás absurda y desconsiderada del ser humano en la sociedad.
Territorio artístico
En los municipios de San Calixto, Teorama y El Carmen, los jóvenes se movilizan con grafiti, rap y artes audiovisuales para impulsar sus liderazgos y rechazar los estigmas que les ha dejado el conflicto. El 80% son víctimas de la guerra.
La guerra en el Catatumbo dejó, en 2018, más de cinco mil víctimas en Teorama y más de siete mil en San Calixto, según el Registro Único de Víctimas. Los niños y jóvenes del territorio sufrieron lo que eso significó: desplazamiento forzado, confinamientos, balas todos los días y mucho miedo. Sin embargo, sus vidas no son esa guerra. Es decir, es una juventud que ha dignificado su vida a través del arte. Quieren decir que el Catatumbo es más que guerra.
Territorio indígena
Desde el territorio se mambea para sanar su comunidad, mambear, para estos pueblos, significa “sentar la palabra”. Los indígenas forman un círculo grande de manera que todos se vean, y de forma muy ceremoniosa y pausada se sientan a hablar y a escuchar al otro.
En las orillas del río Putumayo está renaciendo el pueblo indígena murui muina. En medio de la vegetación selvática y las aguas tranquilas, los indígenas están volviendo a componer el resguardo de Aguas Negras, aquel nombre que los definía como comunidad antes de la llegada de los actores del conflicto.
“Uno chupa ambil y mambea y entra a la espiritualidad. Ese espíritu entra en el cuerpo de la persona y le da la sabiduría para las narraciones, para cantos, para curaciones, para el rechazo de malos espíritus y para las defensas de uno mismo. Cuando uno invoca, en ese momento llega la inspiración y la concentración, por eso nosotros le tenemos tanto respeto”, así se piensa en la tradición oral de estas comunidades indígenas.
Tenemos más territorio que Estado, la autoridad pública no ha logrado ejercer sus atribuciones en el millón doscientos mil kilómetros cuadrados del territorio nacional, razón por la que extensas regiones son tierra de nadie, esta fragmentación conlleva a que la pluralidad del lenguaje territorial sea un camino viable para entendernos y poder recuperar nuestra identidad.
*Abogado-Economista, Magister en filosofía, Doctorando en Derecho, Docente Universitario
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).
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[1] Santos Milton, la naturaleza del espacio, editorial Ariel, 2000.