Por: Camilo Andrés Maldonado Bautista/ Los tributos han existido durante miles de años, analizando textos de historia, los recaudos fueron la principal fuente de ingresos de las culturas antiguas, por ejemplo en Egipto, la Dian de los Faraones eran conocidas como escribas, en donde existían varias formas de tributar, con trabajo físico, el cual era utilizado principalmente en la construcción de sus grandes pirámides, entregaban animales, frutos del campo, orfebrería entre otros.
El imperio Romano instauró derechos de aduana de importación y exportación llamados portoria, hoy los conocemos como aranceles. En Babilonia, se erigían monumentos revelando a los pueblos vencidos en guerra, sus deberes económicos contraídos. En América los Aztecas aportaban bolas de caucho, águilas, serpientes y mancebos a los que se les arrancaba el corazón como parte de sus ceremonias religiosas.
Vámonos a la edad media, el diezmo formaba parte de los impuestos de la iglesia, pagar el contribuyente la décima parte de todos sus productos, hoy en día se ve en muchas iglesias, no hemos salido de la edad media.
Los tributos que se retenían eran injustos e intolerables, fueron impuestos obligatoria y arbitrariamente, las condenas que se daban en la edad media por no pagar los impuestos, se daba con penas como lo eran recluir a los culpables en mazmorras húmedas y muchas veces con torturas. Se estableció que el sistema fiscal debía estar tan sencillamente organizado que todos lo pudieran entender y pocos dirigir.
Este breve y simple recuento es para citar y evocar que para dar sostenimiento de los reinos, imperios y estados, los impuestos son necesarios. De lo único que no podemos librarnos en la vida es de la muerte y los impuestos, por esto en el comienzo del nuevo gobierno nacional se ha empezado a debatir la presentación de la nueva reforma tributaria, una más; pues siempre se ha buscado la consecución de nuevos recursos para el Estado ya que nunca son suficientes y todos debemos aportar para poder lograr la sostenibilidad económica del país.
Los economistas están analizando y debatiendo los ajustes que se van a presentar a las cargas impositivas existentes que no son pocas, tenemos impuestos nacionales, sobre los cuales está planteado el debate, declarar el impuesto sobre la renta para los colombianos que anteriormente tenían ingresos de 2,3 millones de pesos mensuales a 1,8 millones mensuales. Cierto, el salario minino es ridículamente alto y ganar dos salarios mínimos es doblemente ridículamente alto, pero las grandes empresas hay que protegerlas, disminuir su base gravable de retención, eso sí, sin disminuir el recaudo nacional.
El otro gravamen nacional que está en estudio para variar es el impuesto al valor agregado IVA, que desde su implementación en 1963 con un 3%, se ha extendido a nuevos productos y servicios siempre con el anzuelo de una posible crisis económica de la cual nunca salimos, remembranza en el gobierno de Belisario Betancourt se llevó a un 10%.
Cesar Gaviria hizo que se extendiera a otros servicios, como hoteles y restaurantes al 12%. Luego, Gaviria haría otro aumento para que se ubicara en el 14%. Ernesto Samper dejó la tarifa en el 16%, Álvaro Uribe presentó varias reformas de incremento las cuales equipararon al 16%, pero presentó varios tributos nuevos como el de seguridad nacional, Juan Manuel Santos lo trepó al 19%, con las supuestas tasas y tarifas diferenciales las cuales siempre empiezan a partir de un 5%.
La nueva reforma del año 2018 equipararían al 19% todos los productos e incluirían los de la canasta familiar, el mismo juego de embolate que dejan algunos productos por fuera como muestra de magnificencia del Estado y le meten la mano al drill como siempre a la clase más jodida.
¿De dónde saldrán estos nuevos tributos que sostendrán las finanzas nacionales? Pues de los de siempre.
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