Por: César Mauricio Olaya Corzo/ En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española se define lo bucólico como un estado idealizado de la vida del campo y es que en verdad es difícil de encontrar un mejor término para definir lo que era Bucaramanga en los años 30s.
A modo de contexto debemos en primer lugar enmarcar todo el panorama, dentro de los atisbos de un agitado mundo político, donde el partido de gobierno tras una hegemonía de gobiernos conservadores que había iniciado con Manuel Antonio Sanclemente, a quien le correspondió llevar las riendas del gobierno durante la llamada Guerra de los Mil Días y que se había extendido hasta 1930 cuando Miguel Abadía Méndez entrega la posta de gobierno al liberal Enrique Olaya Herrera y este se la trasladaría seguidamente a Alfonso López Pumarejo.

Pues bien, este cambio de políticas de gobierno fue el crisol perfecto donde se fraguarían los primeros brotes de la lucha política entre liberales y conservadores, cuyo escenario de mayor belicismo se determinó en los departamentos de Boyacá y Santander, especialmente en los campos, generando no solo un escenario de sangre y dolor, sino determinando un desplazamiento masivo hacia los centros urbanos, convirtiendo a Bucaramanga en una ciudad receptora.
De hecho, las cifras poblaciones muestran que finalizando los años 20s, en Bucaramanga el censo ascendía a 43.083 habitantes y a mediados de los 30s, esta cifra había superado los cien mil, determinando un problema de gran envergadura para los gobiernos municipal y departamental, que por fortuna tuvieron en el gobierno nacional un aliado de primer orden.
Como lo había anotado en la columna anterior, el naciente Banco Central Hipotecario se convirtió en el eje desde donde giró la gran dinámica urbana que dio lugar al nacimiento de los llamados barrios obreros, entre los que vale la pena destacar Los Comuneros, Alfonso López, Girardot, Nariño y La Feria, entre otros.

Obviamente en este pequeño movimiento urbanístico, el acueducto pasó a cumplir un papel de primer orden, pues el principal requerimiento para que cualquier proyecto habitacional giraba en torno al acceso al agua, donde para entonces, ya se empezaba a olvidar el concepto de los anteriores proveedores: el acueducto de las tres ¨b¨ y de las piletas o baños públicos.
Para la época otro elemento de interés vinculado al desarrollo fue la llegada del tren y la construcción de la Estación del Café Madrid, un nombre qué de acuerdo con la memoria de ciudad, tenía relación con la existencia de un depósito comercial de café, el cual pertenecía a una familia de apellido Madrid.
Otros barrios o sectores comienzan a perfilarse, recordando que, por lo general, se tenía como eje la existencia un núcleo o punto de interés, como sucedió con el barrio La Feria, íntimamente ligado con el comercio del ganado y las áreas de sacrificio para atender a la ciudad.
En ese sentido, la construcción de la cárcel de La Bastilla, que con el paso de los tiempos dejaría de ser cárcel para convertirse en la plaza de mercado de La Concordia, a cuyo alrededor se generó un punto de urbanismo.
En los sectores con mayores facilidades económicas, aparecen en escena otros epicentros de desarrollo, como sucedió con la construcción del colegio San Pedro Claver que pasó de ocupar el bello edificio que hoy ocupa el Centro Cultural del Oriente, a su nueva sede en el exclusivo sector de Sotomayor.

Al amparo de las políticas sociales que impulsó con especial fuerza el gobierno de Alfonso López Pumarejo, con lo que él llamó la Revolución en Marcha, determinó una dinámica de favorecimiento al desarrollo de las ciudades y Bucaramanga, que todavía olía café, a cañadulzales, a tierra mojada y ese bucólico ambiente que citábamos en el título, fue una de las grandes beneficiadas, pues se trataba de atender con urgencia manifiesta la migración del campo a la ciudad que parecía estar desbordada en esta parte del país.
En nuestra próxima entrega veremos un reverdecer sin antecedentes en la ciudad, a partir de un fenómeno particularmente curioso: la realización de los V Juegos Deportivos Nacionales, que, al tener como sede a Bucaramanga, obligó a una transformación inimaginable y todo vestigio de pequeña villa empezó a dar pie a una ciudad contemporánea y diferente a lo que los bumangueses pudieran imaginar.
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*Comunicador Social y fotógrafo.