Por: Holger Díaz Hernández/ “No existe una guerra inevitable. Si llega es por fallo del hombre”: Andrew Bonar Law.
Hasta hace un poco más de dos meses ninguno de nosotros creía que Vladimir Putin tenía intenciones ciertas de iniciar una nueva guerra, pensábamos que eran más bien bravuconadas con el objetivo de posicionar más su imagen internacional pero hoy después de miles de ucranianos muertos, de la destrucción de una buena parte de su infraestructura y de millones de desplazados, nos encontramos ante una cruda realidad que no solo ha tenido impacto en esa región y en los países miembros de la OTAN, sino que el coletazo ha alcanzado al mundo entero.
Apenas estábamos saliendo de la peor pandemia de la historia que ya había producido la desaceleración de los indicadores financieros de muchas naciones y que alcanza más de seis millones de muertes. Según informes de la ONU las cifras reales sobrepasarían los quince millones, dado el subregistro deliberado de algunos países con regímenes totalitarios y en otros por falta de recursos para tener acceso a una información correcta.
La humanidad vislumbra con evidente preocupación no solo la posibilidad de una nueva guerra mundial sino también como efecto secundario, una depresión económica grave a lo largo del planeta.
En las anteriores guerras los estragos fueron importantes para los países implicados en las mismas, no solo se destruyeron vidas o sus bienes físicos sino también sus economías, pero al mismo tiempo fue la oportunidad para otros muchos que se enriquecieron en la recuperación de las naciones derrotadas.
Hoy estamos en un mundo globalizado y los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania se han hecho sentir desde el primer día, impactando los precios del dólar y del euro, la caída de las bolsas internacionales, el crecimiento inusitado de los precios del petróleo, gas y de los commodities, llevando a un aumento de la inflación que asusta a los especialistas.
Esta confrontación genera además aumento en el precio de los alimentos y de la energía, que se suma a la crisis de los contenedores que ya existía y a serios problemas de abastecimiento produciendo mayor inestabilidad de los mercados internacionales.
Rusia y Ucrania representan sólo el 2% del PIB mundial pero son proveedores de materias primas esenciales para la fabricación de miles de productos, exportan la tercera parte del trigo del mundo, fenómeno que ha disparado el precio del pan y sus derivados, además Europa está en grandes problemas por su dependencia del suministro de gas natural por parte de Rusia.
La OCDE que agrupa a 38 países del mundo considera que el PIB decrecerá en un punto porcentual y la inflación aumentará en 2,5 puntos, si persiste la crisis por unos meses más.
El impacto sobre economías como la de USA es ya evidente, con una inflación del 7,9% (la mayor desde hace 40 años), la de España llega a un 10% y en Colombia supera el 8%, afortunadamente compensada por un crecimiento económico del mismo tenor, gracias a los buenos indicadores que hemos tenido en los últimos años y que hablan bien del manejo que ha dado el gobierno a éste sector.
Hemos sido afortunados en esta coyuntura por el incremento en los precios de los bienes que exportamos tradicionalmente como el petróleo, el carbón y el aumento en sectores como el agropecuario, sumado al crecimiento de los giros desde el exterior, pero no estamos exentos de tener dificultades ante las perspectivas sombrías que se avecinan.
Un experto como Robert Kiyosaki, autor de “Padre Rico, Padre Pobre”, advierte del riesgo inminente de recesión mundial que llevaría al desplome económico de países como Estados Unidos por el aumento de los precios de la gasolina, la energía y los alimentos, a lo cual se suma una disminución global de la producción y comercialización de fertilizantes, necesarios para la siembra de los mismos, que hará que se disparen aún más los costos de producción y arrastre a las economías del mundo.
Mientras tanto en nuestro país seguimos distraídos en una elección presidencial que ya adquiere ribetes cantinflescos y donde va a ganar el que menos errores cometa.
“Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren”: Jean Paul Sartre.
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*Médico cirujano y Magister en Administración.
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).