Por: Diego Ruiz Thorrens/ “Bucaramanga tiene su primer policía satánico”, “El policía satánico…”, “El agente satánico”… Satánico. La palabra “satánico” parece convertirse en un término que chirrea en los oídos de manera estridente, casi fastidiosa. Es una palabra estruendosa. El vocablo “satánico”, desde su esencia misma, pareciera distinguirse o diferenciarse de términos que en sí mismos ya aglomeran el más oscuro deseo ubicado en lo recóndito del alma del hombre. Hablar de ‘satánico’ implica asociar, sin discusiones o resistencias, la figura de satanás como entidad sobrenatural negativa que seduce a los humanos al pecado o la falsedad.
Ahora, al adjetivo ‘satánico’ adicionemos el vocablo ‘agente’ o ‘policía’, haciéndola oración. A continuación, permitamos que ambas palabras, la oración, sean escritas bajo la figura de un artículo, vociferadas desde una orilla o esquina bastante amplia como son los medios de comunicación virtuales. El resultado de la acción es el esperado, sumamente previsible: el más ruidoso escandaloso social, el más alto reproche institucional y, de ñapa, la oportunidad (por parte de aquellos que están detrás de los medios) para promover el más absurdo de los miedos (hacia todo aquello que rompa con las normas y reglas socialmente validadas) propulsado por teorías abyectas o retorcidas.
La noticia de la tutela que instauró un patrullero satanista contra la Policía por el derecho a la libertad de culto sacudió en últimos días las más profundas raíces de un departamento que muchos (aún) identifican como católico y conservador, donde está envuelta una institución cuyos valores fundamentales dicen apuntar a la autoridad, prudencia, rigor y obediencia. La discusión en foros virtuales ha sido salvaje, alcanzando peligrosos niveles donde no ha faltado el participante que desde el anonimato ha conseguido desdibujar la entendida esencia conciliadora, solidaria y fraterna del cristiano practicante, sobrepasando los niveles del fanatismo, validando el castigo humano (no divino) y la violencia dirigida contra todos aquellos que no creen como ellos como única forma de ‘enderezar’ a quienes se atrevan a “huir del rebaño del Señor”.
Y la culpa de este inquietante fenómeno recae (una vez más) en esos medios de comunicación que impulsan la noticia, medios que de manera consciente ‘cruzan’ o intercambian términos que fonéticamente, a pesar de su similitud, tienen significados distintos, aprovechando de paso arrastrar elementos superfluos de la vida del querellante que buscan hacer de la noticia algo mucho más morboso y fácil de cliquear. Estos medios buscan generar un ambiente de hostilidad y señalamiento hacia el patrullero que pueden derivar en un total desdibujamiento de lo que está en juego: la libertad de religión o credo como derecho fundacional.
¿Existe alguna diferencia entre satánico y satanismo? Sí. En octubre del año 2022, el periódico El Colombiano conversó con Gregorio Henriquez, antropólogo y exasesor de la Fiscalía, quién manifestó lo siguiente:
“Tenemos que ser muy cuidadosos: hay una diferencia entre satanismo y satánico”, explicó Henriquez y añadió que el hecho de pertenecer a estas manifestaciones –mientras no se incurra en delitos– no son castigadas por la ley.
“El satanismo es una corriente filosófica que viene del siglo XIX y XVIII, nosotros podríamos tener un empleado de oficina o vecino del barrio que practiquen el satanismo, ellos generan unos rituales que buscan un culto al ego desbordado. Ellos proclaman a satanás como una figura literaria y no como un ser real. Son personas que leen mucho y abordan muchas corrientes filosóficas”, señaló Henriquez.
El experto agregó que los satánicos, por su parte, son los que asumen la iconografía negra y oscura. Añadió que estas personas buscan llamar la atención a través de la ejecución de actos vandálicos.
“Son los que entran en las noches a los cementerios, pintan cruces invertidas y usan el 666 como número de la bestia. Así identifica uno que estos son personajes que solo buscan meter miedo y ser reconocidos”, puntualizó.
Es decir, los satanistas son ateos porque satanás no es para ellos un dios, sino la representación de la condición humana, mientras que los satánicos son teístas y adoran a un satanás sobrenatural.
El artículo 19 de la Constitución de Colombia menciona que: “Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”.
Es aquí donde los medios de comunicación deberían ofrecer la discusión sobre la tutela instaurada por el patrullero, independiente de si éste es satanista, cristiano, budista, musulmán o ateo, evitando exponer aspectos de su vida personal, como su orientación sexual o identidad de género.
En una sociedad tan fraccionada como la nuestra, la invitación es a impulsar el dialogo social desde la racionalidad y el respeto, evitando a toda costa los apasionamientos o las posturas que busquen imponerse por encima de la opinión de los demás.
Es aquí donde los medios de comunicación tienen un importante propósito: comunicar con objetividad. Objetividad que pareciera ser esquiva.
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*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos y Gestión de la transición del posconflicto de la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP Seccional Santander.
X: @DiegoR_Thorrens