Líbano afronta una grave crisis económica desde 2019 y cada vez parece ser peor. Los niños han sufrido directamente los estragos, según UNICEF, uno de cada dos menores está expuesto al trabajo infantil u otro tipo de abusos contra la infancia. Indagamos más de cerca la situación y conocimos historias de menores que han tenido que abandonar sus escuelas para trabajar o que fueron dejados en orfanatos porque sus padres no los podían mantener, una situación cada vez más común en el país.
Zeina celebra un día especial. Se siente importante porque un equipo de periodistas ha venido a entrevistarla al orfanato ‘Dar al Zahra’, en la ciudad libanesa de Trípoli. La menor de 11 años espera sentada en una esquina de su cama-litera, que comparte con otra niña en su misma situación. Pese a estar emocionada, su mirada es triste.
Hace dos años que su padre, Abdel Karim, la dejo a ella y a su hermano, Mohamed, de 9 años en el hogar infantil y, aunque se ha acostumbrado a su nueva vida, echa de menos su hogar.
Sus padres se divorciaron, por lo que los niños se fueron a vivir con su padre y su nueva mujer. Producto de esta unión, Zeina tuvo otro hermanito, una boca más que alimentar.
Con la crisis que vive el Líbano, Abdel se quedó sin trabajo y al ver que no podía mantener a sus tres hijos, decidió entregar a Zeina y Mohamed al orfanato.
“La decisión fue dura”, confiesa Abdel Karim, pero en el hogar infantil sus hijos tienen aseguradas dos comidas calientes al día y una escuela en donde poder estudiar.
Zeina cuenta que está bien. Que la cuidan en el orfanato y que tiene amigos. “Ahora mis compañeras y cuidadoras son como una familia para mí”.
Ella quiere ser doctora cuando sea mayor, le gusta estudiar. A pesar de su difícil situación, es de las primeras de la clase. Se ha ganado un diploma de “excelente alumna” de cuarto curso.
La prolongada y profunda crisis económica que atraviesa el país y que no ve fin, está erosionando las capas sociales, hasta el punto de que muchos padres se ven obligados a entregar a sus hijos a los orfanatos.
Las causas principales son los divorcios –motivados principalmente por problemas financieros– o dificultades para encontrar un trabajo que permita pagar las necesidades de sus hijos. Un fenómeno creciente durante los últimos años por el colapso económico.
Como en el Líbano no hay un sistema de acogida, son las instituciones religiosas las que se encargan de cuidar a menores desamparados.
Hay 300 centros repartidos por el país, que albergan a 40.000 menores vulnerables. Pero con la crisis en curso, el número de solicitudes en orfanatos ha crecido.
Adham Mamari, director del orfanato donde se encuentra Zeina, explica a France 24 que para el verano de 2022 recibió mil solicitudes. “Ha sido una demanda inusual”, advierte Adham, un reflejo de las dificultades que atraviesa el país desde 2019.
El director está preocupado por el futuro de este hogar infantil. Hace tiempo que les cortaron las ayudas del Gobierno y las donaciones privadas han ido disminuyendo.
“Con las donaciones no vamos a poder aguantar mucho más. Me inquieta. Si la situación no mejora, el próximo año voy a tener que prescindir de la mitad del personal del orfanato”, lamenta Adham.
Un futuro incierto se cierne sobre esta institución religiosa que fundó en 1977 el padre de Adham, un excombatiente de la guerra civil libanesa que dejó su fusil para dedicarse al trabajo humanitario.
Miles de huérfanos han sido acogidos desde entonces en ‘Dar Al Zahra’, pero ahora Adham no sabe si podrá continuar con esta misión social.
Una situación similar viven las demás instituciones religiosas que acogen a niños desamparados. Antes de la crisis, el Ministerio de Asuntos Sociales financiaba la mitad del presupuesto a los hogares infantiles, pero con la devaluación de la libra libanesa, los orfanatos reciben al mes el equivalente a menos de un dólar por niño.
La crisis económica está poniendo en peligro los derechos de la infancia: la protección de la familia, jugar, estudiar, entre otros.
En las escuelas públicas los profesores han dejado de cobrar y están en huelga, por lo que los niños en vez de asistir se ponen a trabajar a cortas edades.
Esta situación pone en peligro a los más vulnerables, que son víctimas de explotación infantil. Nur al Din tiene 11 años, la misma edad que Zeina. Hace tiempo que no pisa la escuela porque su padre está enfermo y ha dejado de trabajar.
El niño trabaja 12 horas en las congestionadas calles del centro de Trípoli intentando vender calcetines que compra a precio más barato en el mercado.
Diariamente, se lanza entre los vehículos detenidos en el tráfico en busca de compradores. Muchas veces ofrece los calcetines al doble de lo que los ha comprado para sacarse un beneficio, pero en pocas ocasiones logra venderlos. Trabaja hasta media noche porque no puede volver a casa con las manos vacías.
“No puedo hacer otra cosa. Tengo que ayudar a mi familia. Mi padre está enfermo. A veces llego a casa muy cansado, pero si no consigo dinero mi padre se enfada conmigo. Me gustaría ir al colegio, pero tengo que trabajar”, dice resignado Nur Al Din, mientras se para a descansar por un momento en una esquina a la sombra de la calle MaJ.
Los niños trabajando para ayudar a mantener los hogares libaneses son una constante. Las cifras se han disparado desde 2020, según Unicef. Uno de cada dos menores está expuesto al trabajo infantil u otro tipo de abusos contra la infancia.
“La crisis del Líbano amenaza el presente y el futuro de millones de niños. Asegurar su protección contra el abuso, daño y violencia y salvaguardar sus derechos es más necesario que nunca”, indica en un informe Najat Maalla, la representante especial del secretario general sobre la violencia contra los niños de la ONU.
Detrás de unos muros pintados por niños de la calle, se encuentra el centro ‘Ribat’, una pequeña gota en el océano para combatir el trabajo infantil en el Líbano.
Gracias a las labores de Abdel Karim Gamrawi y su equipo de educadores, menores expuestos a la explotación infantil recuperan por unas horas su infancia con actividades educativas y juegos.
Pero en más ocasiones de las deseadas, el equipo educador de ‘Ribat’ se enfrenta a la presión y amenazas de las mafias, que prohíben a los niños de la calle dejar su trabajo para asistir a las terapias.
“Es un problema enorme. Cada vez hay más niños que no van a la escuela y se ponen a trabajar o a mendigar en las calles. Nosotros intentamos atraerlos a nuestros centros, pero no podemos interceder porque nos enfrentamos a las mafias o a padres que pegan a sus hijos porque no quieren que dejen de trabajar, porque son los menores los que traerán el dinero a casa”, advierte Abdel Karim.
Con cada vez menos oportunidades escolares y una alarmante subida del trabajo infantil, la crisis cierra el futuro a una generación entera de niños libaneses.