Por: Carlos A. Gómez/ Por más de 20 años, Estados Unidos estuvo liderando los países que hicieron frente a los denominados terroristas en Afganistán; todo producto de los terribles atentados de aquel inolvidable 11 de septiembre.
Estados Unidos comenzó un incansable despliegue militar con el fin de ir detrás de los autores intelectuales de los atentados que sucumbieron a la nación más poderosa del mundo.
La llegada de Estados Unidos a Afganistán tenía como objetivo principal ir por los pasos de Osama bin Laden, líder de unos de los grupos terroristas más peligrosos del mundo. Logrado el objetivo, la misión de los norteamericanos cambió para ayudar a fortalecer la nación de Afganistán y tratar de establecer la democracia, haciendo caer del poder a los talibanes.
Durante 20 años, los Estados Unidos invirtieron más de 800 mil millones de dólares en la guerra. Las pérdidas humanas son tan escandalosas como la cifra anterior: son 6.500 militares y civiles estadounidenses fallecidos y hay que sumar los más de 69 mil militares y civiles afganos.
Según la revista Forbes, el costo de atender a más de 20 mil víctimas de Estados Unidos superan los 300 mil millones de dólares. El gobierno del presidente Biden aseguró que tendrá disponibles medio millón de dólares más para los 6 mil soldados que ya llegaron nuevamente a la base aérea de Bagram sin que a la fecha hayan logrado retomar el control.
Los casi 300 millones de dólares diarios que se gastaron en Afganistán en los últimos 20 años dejaron a un grupo fortalecido. Ahora cuentan con más de 7 mil vehículos militares disponibles en todo el territorio afgano. Estados Unidos desconoce la cantidad de armas que fueron llevadas junto con sus tropas y tampoco tiene la cifra exacta de la cantidad de municiones que ahora están en el poder de los talibanes. Ese es el grupo terrorista más fortalecido que existe en el medio oriente gracias a la salida no planificada, según algunos expertos, del ejército norteamericano.
Lo cierto es que, después de 20 años de entrenamiento, recursos, armas, municiones, vehículos especializados, helicópteros y más, los 300 mil soldados afganos fueron sometidos en un fin de semana por un grupo terrorista que fue diezmado, pero no exterminado.
Con el temor de la llegada al poder de los talibanes y con la toma de la ciudad capital, Kabul, este domingo pasado por los talibanes, el presidente de Afganistán huyó del país hacía Tayikistán donde encontró refugio para él, pero dejando a su pueblo en la completa desesperanza y en una situación peor que en 20 años.
Las escenas apocalípticas que se vieron en los medios y redes sociales sorprenden por parecerse a escenas de películas de persecución zombi. Cientos de afganos y extranjeros, especialmente los estadounidenses, buscaban salir del país por vía aérea como única medida de escapar con vida.
A pesar de la situación desesperada de muchos ciudadanos afganos, los terroristas talibanes hicieron mención sobre las posibilidades que existían para que estuvieran en calma gracias a una amnistía que nadie cree que pueda existir por parte de un grupo radical.
Sorprende que un país como los Estados Unidos, orgulloso de tener el mejor ejército militar y tener la mejor tecnología, no haya tenido en cuenta que el ejército afgano nunca estuvo preparado para la salida del apoyo gringo. Por lo acontecido, es evidente que nunca lo estarán, porque además de combatir a los terroristas, el ejército de Estados Unidos no se metería para resolver los asuntos internos de corrupción que jamás se tuvieron en cuenta en los planes de retiro de las tropas.
¿Cuál será el precio al que está políticamente expuesto el veterano presidente Joe Biden? Amanecerá y veremos.
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*Ingeniero Industrial y Magister en Responsabilidad Social y Sostenibilidad
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