Por: Hernando Ardila González/ Los verdaderos Superhéroes, no portan capas usan yines raídos y algunas veces ruanas, sombreros y botas de caucho. No vuelan con sus cuerpos, sino con sus ideas. No tienen visión láser, pero sí visión de país. No aguantan la respiración bajo el agua, pero sí cuando los gasean en cualquier parte que su presencia incomode a la élite que responde con robocops asesinos que apagan los sueños cuando apenas empezaban a florecer y nos matan la esperanza colectiva que entristece, pero seguimos en pie.
Los verdaderos superhéroes no salen en la gran pantalla, ni en Netflix, a veces salen en la pantalla chica con el INRI de terroristas y vándalos. Ellos no entran al salón de la justicia, los hacen comparecer ante la justicia para responder por tipos penales que se inventan los que les gritan “trabajen vagos, que todo lo quieren regalado”. Los verdaderos Superhéroes a veces fuman chicote, cigarros sin filtro, incluso mariguana, porque no les alcanza para comprar la coca que los que les gritan una y otra vez: “trabajen vagos…”, trafican y consumen porque les da poder, el que tienen a base de violencia, fraude y corrupción.
Los verdaderos superhéroes apestan a poesía, ciencia, cultura, calle, campo y cultivo, incluso a chucha, porque no son de ellos los aromas del dinero público que en miles de millones se siguen abudineando, ni los aromas de las narcocultivos de las narcofincas de altos narcofuncionarios, ni de la mierda de sus animales exóticos para disimular el aroma del polvo blanco de la narcodemocracia.
Los verdaderos superhéroes son valientes y ponen el pecho o incluso la cabeza porque son víctimas de la cobardía de la máquina implacable del Estado, que les dispara por la espalda para dejarles sin vida como hicieron con Michelsen, un joven campesino de la Vereda Puerta de los Cerros, Corregimiento la Hermosura, Municipio de Bolívar, Departamento de Santander, República de Colombia, cuando su pecado junto con otros de su clase, sin duda una Policarpa, una Antonia, algún Sucre, fue manifestarse contra la empresa Cenit-Ecopetrol, que ha venido incumpliendo los acuerdos que se han firmados con la comunidad.
Solo reclamaban oportunidad laboral porque no son vagos y nada quieren regalado, reclamaban una vía que la estatal petrolera y su contratista deterioraron con el tráfico, reclamaban por los daños ambientales y la contaminación de sus aguas, reclamaban porque se incumple con las cuotas que por ley le pertenece a la comunidad y que la petrolera nunca ha reconocido. Reclamaban por las viviendas de humildes campesinos totalmente destruidas y solo algún par indemnizadas mientras que una familia entró en crisis económica, física y mental, porque el todo poderoso Estado, ese del que su clase política se embolsilla 50 billones anuales por vía de corrupción, no les resolvió el daño hecho.
El todopoderoso Estado respondió como en este 2021 en las calles, respondió a los campesinos de este paraje con balas y detenciones, el alto gobierno ha guardado silencio y el gobernador más preocupado por su político hermano judicializado, también, y el alcalde de Bolívar apagaba el celular mientras los robocops atacaban con la vigilancia de funcionarios de Cenit-Ecopetrol, sin respetar que las familias campesinas celebraban el Día de los Niños y no obstante la vía estaba desalojada, el ataque fue brutal, salvaje, sin consideración a los gritos de “paren el ataque que hay niños”.
Esto debe saberlo el mundo entero, en Colombia como si tratara de un Estado fascista se golpea, apresa y asesina a gente humilde que reclama legítimamente sus derechos.
Una columna es corta para hablar de esa triste tragedia a manos del Estado, así que termino diciendo: Superman y todos sus secuaces del Salón de la Justicia que invaden el imaginario popular a falta de leyenda propia, puede ser que vuelen mucho, podrán tener la piel blindada y conveniente promoción mediática, pero les falta lo mágicamente humano, tener genes de maíz, piel de tabaco, roja sangre que riega el suelo de la historia como la sangre de Michelsen, para hacer germinar semillas de libertad.
Nuestros superhéroes mueren para que florezca la vida, los dandis del Salón de la Justicia, son más de la pasarela de ciudad gótica, que guerreros de sendas y sueños, caminantes de trochas bajo la luna de nuestras veredas y tugurios, raídos y empolvados de cotizas y overol, como los que pasaron por El Hatillo y Cororomoro, cuando Antonia de los Ángeles Santos Plata con la neblina trajo la luz que no pudo apagar el plomo aleve, porque el juramento de almas campesinas, se hizo verdad cuando se conjugó en plural la libertad en Pienta que pretenden olvidar.
Mueren los superhéroes del Salón Imperial de la Justicia? ¡Nunca! Ellos personifican el statu quo acabado en la lógica fukuyamista, orden establecido sempiterno y omnipresente, que asume el fin de la historia, la estética de las marcas y el consumismo y los prototipos de los galanes más metrosexuales, más coloridos, más cósmicos – comics, que rebeldes pensadores o luchadores humanos.
Aun así y a pesar que nuestro superhéroe Michelsen fue asesinado por los robocops, no se rinden los Mapanares, llevan en la sangre el lema de José Antonio: “¡Ni un paso atrás…siempre adelante!”, son los superhéroes comuneros y resisten hasta que Cenit-Ecopetrol les cumpla y así los sindiquen injustamente de obstrucción de vías y así alguien les haya amenazado que, de no levantar el paro, alguna fuerza irregular lo hará.
Los verdaderos superhéroes van por las calles de la ciudad y como en Bolívar Santander Colombia, ¡también van por campos y veredas!
…
*Abogado Penalista, postulado a Maestría en Derecho Constitucional. Presidente Colegio Nacional de Abogados de Colombia Conalbos Santander y Vicepresidente Nacional.
Twitter: @HernandoArdila6