Por: Rafael Lee/ Mientras Ecuador celebra la captura de Adolfo Macías, alias Fito —el criminal más buscado de ese país—, el presidente Gustavo Petro encabezaba en la Alpujarra un acto público junto a nueve delincuentes, presentados como “personas en rehabilitación”. El contraste es tan simbólico como revelador.
Alias Fito lidera Los Choneros, una de las organizaciones criminales más poderosas de Ecuador, con influencia en el sur de Colombia. Su estructura está involucrada en narcotráfico, extorsión, secuestro y tráfico de armas, y mantiene vínculos con redes delictivas en los departamentos de Nariño y Caquetá, donde operan insurgentes de las disidencias de las FARC. Sin embargo, dentro de su amplio prontuario, destaca su condición de principal sospechoso en el crimen —aún no esclarecido— del candidato presidencial Fernando Villavicencio.
El perfil de Fito se asemeja al de varios de los hombres que acompañaron al presidente Gustavo Petro en la tarima de la Alpujarra, en Medellín. Delincuentes con antecedentes por homicidio, narcotráfico o concierto para delinquir, como Carlos Pesebre, Juan XXIII, alias Douglas, alias Tom y alias El Tigre, integran una nómina con extensos prontuarios criminales conocidos en la capital antioqueña. La escena del 21 de junio fue, en los hechos, una cumbre con estructuras criminales urbanas, a plena vista de todos.
Petro ha defendido la cumbre en La Alpujarra como parte de su política de “paz total”, pero los interlocutores que eligió están vinculados a crímenes profundamente aberrantes. Han sembrado una violencia sistemática en Medellín y, en muchos casos, han secuestrado el alma de los barrios.
El concepto de paz no puede justificarlo todo; deben existir límites. Aunque Petro insista en llamar “personas en rehabilitación” a estos líderes criminales, no deja de ser un concepto abstracto, distante de la realidad. Hay señalamientos de que varios de ellos continúan ejerciendo control desde las cárceles, mediante la intimidación y la violencia. No pueden ser exaltados en una tarima. Son una amenaza que debe enfrentarse con autoridad y firmeza. El ejemplo está en Ecuador, donde Noboa ha empezado a mostrar cómo el Estado debe responder.
Mientras el gobierno ecuatoriano persigue a los criminales con decisión, el gobierno colombiano parece avanzar en sentido contrario. Esta diferencia de enfoques plantea un escenario y una visión muy diferente entre Noboa y Petro.
Este contraste de visiones también ha marcado la relación política entre Petro y Noboa. El presidente colombiano no reconoció en su momento el triunfo electoral del ecuatoriano, sugirió fraude. A pesar de ello, el pasado 24 de mayo, Petro asistió a la posesión oficial de Noboa. Un gesto diplomático que contrasta con su narrativa previa y deja en el aire preguntas legítimas: ¿Por qué participar en una ceremonia que se deriva de una elección que no reconoció? ¿Cómo se explican esas contradicciones desde la coherencia política?
Pero muchos afirman que la visita de Petro a Ecuador fue algo más que un acto diplomático; detrás de ella podrían haber existido intenciones menos oficiales y más cuestionables.
Tras la posesión, medios ecuatorianos revelaron que Gustavo Petro permaneció durante dos días en Manta, alojado en una casa lujosa y sin agenda oficial. El dato fue confirmado por el ministro del Interior de Ecuador, John Reimberg. Durante ese tiempo, no sostuvo reuniones diplomáticas conocidas ni participó en actos públicos. Manta es, sin embargo, una zona de influencia directa de Los Choneros. De hecho, Fito fue capturado en Montecristi, a pocos kilómetros de allí, donde históricamente ha operado su estructura criminal.
Esto deja abiertas muchas preguntas. ¿Qué hacía Petro en Manta durante dos días, sin agenda oficial ni apariciones públicas, tal como lo confirmó el ministro del Interior de Ecuador? ¿Ocurrió en Manta lo mismo que en La Alpujarra? ¿Se reunió también allí con criminales, como lo hizo en Medellín? Su disposición a dialogar con delincuentes de alto perfil dentro del país deja abierta la posibilidad de encuentros similares fuera de él.
Además, si no hubo reuniones oficiales ni registro de actividad diplomática durante los días 25 y 26 de mayo, cabe preguntarse: ¿pudieron llevarse a cabo encuentros clandestinos? Si en Manta ocurrió una reunión de ese tipo, todo apuntaría a que habría sido con alias Fito, jefe indiscutible de Los Choneros y autoridad criminal dominante en esa zona del país. Esta hipótesis fue planteada al ministro del Interior en una entrevista concedida al medio ecuatoriano Noticias 7 – Ecuador TV. Reiberg ni confirmó ni desmintió la posibilidad, dejando la duda latente.
Ahora bien, si esa reunión efectivamente se dio —como lo han señalado algunos medios ecuatorianos e incluso medios nacionales en los últimos días—, es legítimo preguntarse cuál fue su propósito. La sola posibilidad de un encuentro entre el jefe de Estado colombiano y el máximo líder de una organización criminal transnacional genera inquietud, y no puede ser ignorada. ¿De qué tendrían que hablar Fito y Petro?
Uno de los crímenes más graves que se le atribuyen a alias Fito es su presunta participación en el magnicidio del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio, ocurrido el 9 de agosto de 2023. Villavicencio era uno de los aspirantes con mayor opción de triunfo en las elecciones de su país. Pero lo que más llama la atención en sus discursos y denuncias públicas es que, poco antes de su asesinato, señaló de forma directa a Gustavo Petro y a su hijo, Nicolás Petro, por presuntos vínculos con redes de narcotráfico en Ecuador. Acusaciones de alto calibre, similares a las sostenidas por el senador Miguel Uribe, hoy víctima de un atentado que lo mantiene luchando por su vida.
Según Fernando Villavicencio, parte del financiamiento de la campaña de Gustavo Petro habría provenido de estructuras criminales ecuatorianas como Los Choneros. Señalaba vínculos probables entre mafias del narcotráfico y figuras políticas colombianas. Estas denuncias, cada vez más insistentes, terminaron abruptamente con su asesinato en agosto de 2023.
De todo esto surge un punto crucial: las coincidencias. En particular, los paralelismos entre el asesinato de Fernando Villavicencio y el atentado contra Miguel Uribe, ocurrido el 7 de junio de este año, resultan impactantes. Ambos ataques comparten un patrón similar que sugiere posibles vínculos con redes criminales transnacionales.
Lo más inquietante es que, días antes del atentado contra Uribe, el presidente Gustavo Petro estuvo en Manta, una zona de influencia de alias Fito —señalado por Villavicencio como su posible aliado y hoy principal sospechoso de su asesinato—, sin agenda oficial ni explicaciones claras. Tanto Villavicencio como Uribe venían denunciando con creciente firmeza a Petro.
Las coincidencias entre el asesinato de Villavicencio y el atentado contra Miguel Uribe resultan alarmantes. Líderes como Federico Gutiérrez, interpretan estos hechos como señales peligrosas. Por eso tras ver a Petro en tarima con delincuentes en La Alpujarra, alzó su voz de alerta. Quizá algo similar ocurrió en Manta: esos dos días sin agenda oficial pudieron ser una advertencia silenciosa para Miguel Uribe, difícil de leer en su momento. Solo el tiempo mostrará cuando profundas son estas conexiones.
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*Economista de la Universidad Santo Tomas, analista político y económico.
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