Por: Paola Guarín/ Si existe un común denominador en este tiempo de apertura anual, son los rezagos que nos dejaron el año 2019 en temas de vandalismos e incultura que se propagan en las diferentes manifestaciones sociales, aclarando que esta opinión personal no censura los mecanismos de participación y manifestación social en todas sus expresiones.
Aclarado lo anterior, no es un secreto los distintos movimientos sociales que se están gestando producto del inconformismo en diferentes países, conllevando a la propagación de marchas o expresiones públicas que en ocasiones terminan en toques de queda o vandalismo. A esto se le puede sumar el exceso de violencia, los daños materiales, morales y físicos que produce el descontrol de estas gestas, encabezada en su mayoría por jóvenes de distintas clases sociales.
Tal vez es incomprensible para aquel que profesa el vandalismo entender que en un día de destrozos repercute el saneamiento de daños ocasionados de manera desmedida en estas gestas, afectado gravemente en la cultura, el desarrollo urbanístico, el comercio y lesiona económicamente en el desarrollo de las ciudades.
Es hora de cambiar el chip y sembrar propuestas que encaminen proyectos productivos, emprendimiento y por qué no, inventivos económicos que disminuyan ese inconformismo y fortalezcan el crecimiento económico de la región santandereana, especialmente en la generación de empleo.
No se trata de ser de derecha, centro o izquierda pues encasillar muchas veces limita la objetividad y genera indolencia, razones suficientes con el lenguaje de odio e intolerancia que se palpa desde las redes sociales. En estos tiempos gozar de un estado social de derecho con plenas garantías, no es una tarea fácil, pero la inclusión es un lenguaje pesimista que tampoco merece ser la mejor opción.
La tarea no es fácil y desde luego requiere de la vinculación de todos los actores sociales como un todo para construir un nuevo contrato social, donde el crecimiento, la cultura y el desarrollo sean pilares fundamentales que garanticen una real prosperidad social, donde se respete la vida de los líderes sociales en todo el territorio nacional como muestra de respeto y se garantice el PAE en todas las jurisdicciones territoriales desterrando la corrupción sin excepción.
El reto de los nuevos alcaldes y gobernadores es considerablemente, pues llevan en sus hombros la responsabilidad de lidiar con el inconformismo popular que goza el poder ejecutivo y con ello el de todo su cabildo político, inconformismo que no solo se denota en los diferentes medios de expresión pública, sino también en las simultáneas vías de hecho que poco o nada aportan en las condiciones actuales que viven la impopular presidencial.
Apostémosle al desarrollo, educación, cultura e institucionalidad, como propósitos comunes para la construcción de una sociedad y por qué no, la calidad de vida a nuestras gentes y nuevas generaciones, por ello la motivación es ver la risa de los niños que personifican un nieto, hijo, sobrino o ahijado de algún hogar colombiano cuyo futuro está en nuestras manos.
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