Por: César Mauricio Olaya/ Cuestión de horas para que la ciudad y los usuarios dejen de ver circulando por sus calles los achacados buses verdes del sistema de transporte masivo que con bombos y platillos, fue lanzado hace una década con el nombre de Metrolínea, proyectándose como la solución a la movilización masiva de los ciudadanos del área metropolitana.
La razón en primera instancia, es que tras la última y disparatada acción del alcalde y de los expertos en hacer bien la cosas, las cuentas de los operadores (léase dueños de los buses) fueron embargadas, tras un largo litigio alrededor de los valores a pagar por cuenta del impuesto municipal de la estampilla pro ancianos, una ¨vacuna¨ legal impuesta a todo aquel que contrate con el municipio, siendo estas empresas operadoras, contratistas y por ende sujetas a este pago.
Pero ésta es como en palabras coloquiales se dice, la última pepa que le faltaba a la maraca, pues son decenas las razones para que hoy este sistema esté literalmente en la cuerda floja. Hagamos memoria y veremos hasta donde nos sea posible, los palos que le fueron metiendo secuencialmente para frenar sus ruedas e impedir que nos siguiera moviendo, tal y como lo pregona su lema.
Como dice el dicho, lo que mal comienza, mal termina y de entrada empezaron los problemas. Un efectivo proyecto surgido en Bogotá con Transmilenio, fue copiado e impuesto para que se replicara en varias ciudades del país, prácticamente imponiendo la estructura del modelo para su ejecución y obligando vía ¨o lo toman o lo dejan¨, su implementación.
¿Se necesitaba Metrolínea en Bucaramanga? – En principio y no siendo experto en el tema, diría que sí, en simple concordancia con la lógica de que sí los sistemas de transporte masivo funcionaban bien alrededor del mundo entero, ¿por qué razón no habrían de funcionar bien en nuestra ciudad? El problema, insisto en recalcar que no soy experto en el tema, es que implementar modelos desde la fórmula del corte y pegue no bastan para ser la efectiva solución y eso fue lo que se hizo en las ciudades donde se impuso el sistema.
Fallaron muchas cosas, la primera de ellas fue entregar ese manejo no a técnicos, sino a políticos y por esa grieta comenzó a hacer el agua el proyecto. Los estudios técnicos sobre movilidad urbana técnicamente hechos por la UIS, con el apoyo de expertos en la materia y que fueron entregados al Área Metropolitana como ente director del transporte urbano, sugerían que a la par con el trazado de vías y proyección de frecuencias, debían construirse los portales desde donde se tendría el debido control sobre el sistema y se generarían los respectivos ruteos y despachos. Los trazados se construyeron, se sometió a la ciudad a la tortura de la inmovilidad ante el cierre de importantes arterias viales y los portales fundamentales, incluida el gran centro de operaciones del llamado Papi Quiero Piña (PQP), se quedaron atrás del proceso. Primer palo a la rueda.
Y en qué paró lo del centro operacional de PQP?, en un conflicto legal que de hacerse efectivo hoy, no alcanzarían todos los activos de Metrolínea para resolver. Vendieron muy al estilo de como lo pretendió hacer el alcalde con el tema de las basuras a Vitalogic, la idea de asegurar un número de pasajeros sobre dimensionados, asegurando que vía porcentaje de tarifas durante un determinado número de años, la empresa constructora del majestuoso centro operacional se pagaría a sí misma los costos de financiamiento de su construcción. Echada la bola a rodar en esa falsa certeza, llegarían las cifras reales a ponerse en evidencia y a demostrar que esa inversión asumida a riesgo por la firma Urbanas, solo le acarrearía un peso más a sus ya menguadas finanzas.
Y vendrían más descalabros por cuenta de los políticos administrando, se nombraron y se siguen nombrando funcionarios inexpertos como gerentes, dejando que por cuenta de la sola intuición, se programaran por ejemplo rutas y frecuencias, de nuevo pasando por alto las sugerencias técnicas de los expertos que sí habían realizado estudios soportados en arduas horas de trabajo de campo, analizando todas las variables posibles sobre la movilidad de los habitantes metropolitanos. Consecuencia y nuevo palo a la rueda, los usuarios comenzaron a cansarse del sistema y enfocaron su necesidad de desplazamiento en otras alternativas.
Y por si esto no fuera suficiente, apareció en el escenario de la economía nacional una alternativa que literalmente hizo trizas todos los estudios existentes. Por cuenta de los tratados de libre comercio con varios países orientales en especial, llegaron al mercado las motocicletas que se entregaban a los compradores con la simple presentación de la cédula; motocicletas al alcance de todos los bolsillos y de todas las posibilidades de financiación existentes.
Con ellas al servicio de los posibles y hasta entonces medidos usuarios del sistema, las mediciones se fueron al traste; un alto porcentaje de los usuarios calculados recurrieron a este medio de transporte, con expansión al propietario y a su círculo familiar. Más si esto fuera poco para sumarle a los palos atravesados a esta rueda, con la multiplicación de las motos, apareció en el escenario citadino un elemento que ampliaba la oferta de transporte rápido y de menor costo para el usuario, además complemento perfecto para subsanar la crisis económica de muchos ciudadanos desempleados o subempleados, el ‘mototaxismo’.
Las cifras de usuarios que cada año pierde el sistema aumenta en una exponencial geométrica, hecho que sin duda se explica en parte, en una de las pocas promesas cabalmente cumplidas por el alcalde; hacerse el pingo con el control a este sistema de transporte ilegal. Pasar de un promedio de 140 mil validaciones diarias en sus inicios, a las 90 mil promedio de hoy, significa ni más ni menos, que el sistema viene perdiendo anualmente por lo menos un millón quinientas mil validaciones al mes, que a precios de hoy, representa la bobadita de 4 mil 500 millones de pesos al mes. Esto no es un palo en la rueda, es un tronco.
De manera que como se anuncia, el lunes la ciudad dejará de ver en sus calles a los verdes y con certeza escucharemos decir al alcalde que él no tiene la culpa, que a Metrolínea lo quebraron los rojos y que por supuesto, lo que a él lo desvela es que le paguen la demanda que su empresa le puso al sistema y que suma más de mil millones de pesos. Palo y más palo para esa rueda que ya ni gira, ni nos mueve.
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