Por: Marco Aurelio Quiroga Velasco/ Recuerdo que viví muy poco en mi padre y nueve meses tal vez en mi madre, viví con ellos cerca de 50 años. Con Borger y con Faulkner he vivido ya cuatro décadas. En una inmensa biblioteca de Caro y cuervo conocí al olvidado poeta negro candelario obeso; con cierta frecuencia una voz me habla desde los amaneceres de Monpox.
En febrero de 1.972 mi madre coloca en mis manos un cuaderno; me acompaña hasta la puerta de la casa y me abandona diez minutos después frente a una larga fila de niños que, como yo, pensaban que el salón de clases era una nave extraterrestre.
Así es, era mi primer día de estudio. Muchas cosas la memoria (la cual no nos pertenece) ha guardado en su propio inventario; pero ese día duerme a mi lado como un fantasma en una inmensa casa desolada. Sentado en mi pupitre abrí el cuaderno de mi madre y como una revelación, como una premonición ahí estaba ella… inmensa, callada, sabia, despiadada… quien sería mi fiel compañera durante toda mi vida de escritor. La hoja en blanco.
Muchos de ustedes piensan, que el mejor día de sus vidas ha de ser el día del nacimiento, cuando nació el primer hijo, el de la graduación, la compra de un auto, una vivienda, el matrimonio.
El día que aprendí a leer y a escribir, amigos, es el mejor día de mi vida. Ese acertijo estaba descifrado.
Hacía cuarto de primaria… y en un Centro literario José Gregorio Piamonte, el negro Zuleta y yo representamos la obra de teatro El testamento de Don Facundo, Piamonte era el médico, aún lo veo 50 años después en mitad del escenario con su larga bata de médico, regalándome su enorme sonrisa; Zuleta y su envidiable timidez era Don Facundo; jamás volví a verlo, estoy seguro que he viajado en su vida como él en la mía.
El olvido es vencido esta noche; cuando hemos regresado al teatro montando a uno de esos hijos el monólogo. La predestinación en el oro de los tigres de Jorge Luis Borges, ha cumplido una vez más con su cometido.
En marzo de 1.965 a tres meses de mi nacimiento, lo indescifrable, aquello por venir, la angustia se instaló frente a mis ojos, y me enfrente escondido en el vientre de mi madre a un viaje sin regreso a lo desconocido. Desde entonces un niño de largas trenzas habita invisible sentado en la silla del parque.
Esta triada, La hoja en blanco; el teatro estudiantil y el niño invisible son los verdaderos responsables de este encuentro nuestro en torno al Monólogo de la angustia. Historias en un libro de poesía, nuestro aporte a la literatura.
Tenía 20 años de edad cuando apareció Gertrudis cubierta con una sábana de cama en el suplemento literario de Vanguardia Liberal, era nuestra primera contribución que duraría diez años. El cuento y la poesía, la vida de una mujer y ese dolor de cabeza en el Chile de Pinochet, que la llevaría a la muerte. Mientras sueño y escribo, en medio del amor, a través del cristal, crisálida enfermiza publicada por el diario El Tiempo y otras publicaciones significan las estaciones relatadas en el libro sagrado que descansa en estos vientos de agosto.
¿Quién mueve mi cuerpo mientras duermo?
¿Quién me habla y no responde mi llamado?
¿De quién es la sombra que a veces no me deja entrar a mi cuerpo?
Son preguntas que la poesía algún día responderá.
Entrego hoy este libro de poesía con la esperanza que sea acogido por sus manos, que sea visitado en una noche cualquiera, como Neruda acudió a la lectura de Rubén Darío,
Estimado lector es hora de cambiar las armas por los libros, la violencia por la imaginación.
…
*Abogado, sociólogo, profesor universitario
He leído un poco del libro y me causa angustia, querer descifrar lo que se quiere transmitir,ya que todo me parece un buen misterio, por descubrir.
Gracias, Marco Aurelio por darnos este brebaje de reflexión.