En el departamento de Santander es poco lo que conocemos sobre los distintos tipos de violencias que viven las personas LGBTI en épocas de Navidad y festividades y, desafortunadamente, existen pocas organizaciones que se encargan de brindar y/o llevar un acompañamiento a este tipo de casos.
Por: Diego Ruiz Thorrens/ “Lo primero que sentí fue un totazo que rezumbó en mi cabeza. Después, el sonido de un pitido en mí oído derecho y la pérdida de equilibrio. Luego, escuché gente gritando y vi mucho movimiento: mi mamá tratando de agarrar a mi papá; mi cuñado tratando de tomar a golpes y patadas al viejo. Mi hermana y mi sobrina llorando, desesperadas. Era claro que mi papá estaba borracho, y además, de pésimo genio. Estaba sumamente molesto (dícese adolorido) por algo, aunque luego supe que con quien estaba molesto era conmigo, tanto así que vociferaba y gritaba cosas que no logré entenderle. Luego, poco a poco pude escuchar lo que decía. Aun me zumba la cabeza por culpa de una línea que le alcancé a comprender: ‘yo a usted le he dado todo, y mire cómo me paga gran %$#&… Si va escoger esa vida avíseme y lárguese, que prefiero tener un hijo ladrón a un maric*’. Eso último me dolió profundamente, tanto así, que ahora me estoy quedando dónde una tía. Esta es la hora que no he vuelto hablar con mi papá.”
Para Mario* el 8 de diciembre se convirtió en un día que difícilmente olvidará y todo por una única razón: bastó que alguien llegase a su familia con un rumor sobre su orientación sexual para que esto lo alejase de sus seres queridos. Y como este relato, no son pocas las historias de personas LGBTI en Bucaramanga y el departamento de Santander donde la Navidad y las festividades se convierten en una época oscura, donde si desean sobrevivir deben regresar forzosamente al closet o adentrarse en las profundidades del mismo si aún no han hecho visible su orientación sexual o identidad de género. Diciembre es una época peligrosa para muchas personas sexo – diversas, especialmente jóvenes, donde las festividades y actividades públicas se convierten en oportunidades para que los violentos desemboquen su odio y su discriminación.
De ello da testimonio Sandra*, una joven mujer trans de tan solo 19 años: “el pasado fin de semana (del 10 de diciembre) decidimos con varios amigos y amigas salir a comer, tomar e ir de rumba. Vimos que en varios establecimientos de la ciudad había promociones donde las mujeres pagábamos la mitad del cover antes de cierta hora. Entramos a uno donde ofrecieron esta promoción, pero, dado que mis amigas y yo aún parecemos menores de edad, estaban pidiendo documentos (cédula) para poder ingresar. Pues bien, una vez vieron mi documento, no se detuvieron ni en mi edad ni en mi nombre, sino en la casilla ‘sexo’. Eso fue suficiente para que el chico de la logística me exigiera pagar más porque yo ‘era un varón’ y los hombres pagaban más. Mis amigas y amigos se molestaron bastante y fue hasta el momento en que todos (éramos casi 15 personas) pedimos reintegro del dinero cuando ahí sí dijeron que podían hacerme un descuento. No te lo voy a negar: fue humillante”.
En el departamento de Santander es poco lo que conocemos sobre los distintos tipos de violencias que viven las personas LGBTI en épocas de Navidad y festividades y, desafortunadamente, existen pocas organizaciones que se encargan de brindar y/o llevar un acompañamiento a este tipo de casos. Mucho menos, existe apertura institucional que brinde protección para las personas agredidas, terminando muchas veces revictimizando a la persona violentada, validando el discurso y actuar del agresor.
A pesar de los grandes avances en derechos que tienen las personas LGBTI en nuestro país, la realidad demuestra que estos avances no se traducen necesariamente en un cambio de perspectiva de la sociedad. Es más, en un departamento como Santander, la omisión de derechos por parte de entes institucionales es más constante de lo que pensamos, lo que también se traduce en la reafirmación de nuestra sociedad ante el uso de la violencia y la discriminación en razón de la orientación sexual, la identidad de género y las expresiones de género no heteronormativas. Nos falta mucho (muchísimo) para que las personas LGBTI de Santander se sientan seguras en cualquier espacio (familiar, social, laboral). El miedo no debería ser una constante para ninguna persona, independientemente de a quién desea querer o amar. Aún más, cuando esta es una época que debería ser de integración, de encuentro con seres queridos, de perdón y, sobre todo, de transformación.
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*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos y Gestión de la Transición del Posconflicto de la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP Seccional Santander.
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