Por: Diego Ruiz Thorrens/ En el departamento de Santander, la violencia contra la mujer (sin importar su grupo etario) es un terrible fenómeno que pareciera no llegar a su fin. Y, muy a pesar de la inversión gubernamental en la realización de “campañas”, de diálogos de prevención de la violencia de género con la comunidad, de capacitaciones a funcionarios públicos y privados con el fin de sensibilizar y recordar las rutas de atención para estos casos, su objetivo no se está cumpliendo. Mientras tanto, el número de mujeres que son asesinadas, tristemente, van en aumento.
¿Por qué estas acciones, campañas y otras no están sirviendo para frenar, detener la violencia contra las mujeres? En gran parte, porque aún falta compromiso por parte de las instituciones y autoridades para asumir la dimensión del crimen y los hechos ocurridos. Sin esto, no avanzaremos ni llegaremos alcanzar la justicia. Cuando una mujer es asesinada por su pareja o alguien cercano a ella (sea quien sea), con sevicia y/o extrema violencia, este tipo de delito no puede ser identificado como crimen “pasional”. Aprendamos a llamarle por su nombre: es un feminicidio.
El pasado 16 de septiembre, Lida Fernanda Carrillo Muriel fue asesinada a manos de su expareja. Su cuerpo fue hallado con varias puñaladas en zona rural de Puerto Wilches. El día de los hechos, el mayor Carlos Ardila Pérez, comandante del Distrito 1 de la Policía del Magdalena Medio, informó lo siguiente a los medios de comunicación: “Llegamos al lugar donde personal de la Sijín a realizar labores de campo e inspección de cadáver. La hipótesis es que podría tratarse de un crimen pasional por parte de su expareja”.
¿Crimen pasional? ¿Cómo pueden las autoridades ‘justificar’ que la víctima fue asesinada… por pasión? ¿Por qué será tan difícil, tanto para las autoridades como para los medios de comunicación, entender que el uso de las palabras es importante, relevante, para describir los hechos?
Leyendo distintos artículos sobre feminicidio y las razones por las cuales nunca debemos hablar sobre “crimen pasional”, encontré una definición en el periódico “El Clarín” que me pareció necesario traer a colación: “El concepto de crimen pasional no es un concepto inocente: perpetua la idea de que el criminal está poseído por fuerzas exteriores, inmanejables por él mismo, el amor o la pasión, y que ha cometido un acto que él no controla, que lo sobrepasa. Esto lleva a que se produzca una cierta simpatía por el homicida. Incluso rodea al crimen de una cierta aureola romántica. Nada más alejado de la realidad.”
“Los celos, el sentido de posesión y la cultura machista son las principales causas de los crímenes contra las mujeres”. ¿Por qué será tan difícil entenderlo?
En el año 2017, Catalina Ruiz – Navarro escribió para el periódico El Espectador, el siguiente párrafo sobre “crimen pasional” y la posesión del cuerpo de la mujer: “Todas las historias del amor heterosexual que nos cuentan nos muestran como la posesión de un hombre, su trofeo, su excusa para ser violento e irracional. Esta ‘pasión’ que mata a las mujeres no viene del amor, viene de la idea de que el amor hace que el cuerpo de una mujer te pertenezca. Y entonces esto justifica los celos, los escándalos, el control y luego la violencia económica, la violencia psicológica, y los golpes. Y, usualmente, cuando ellas por fin sacan fuerzas para dejarlos, el feminicidio. Qué angustia pensar que tu vida puede llegar a estar en riesgo solo por tener una relación sentimental. Y por eso las palabras aquí son importantes. No podemos usar un lenguaje que justifique a los asesinos y que perpetúe esa idea tan tóxica del amor.”
En Colombia, las deficiencias en la respuesta judicial para los casos de violencia contra las mujeres enfrentan obstáculos que impiden cumplir la obligación de la debida diligencia y combatir la impunidad. Por esta razón, el pasado jueves 16 de septiembre la fundación Mujer y Futuro y la organización Red Rojo y Violeta realizaron un plantón frente al palacio de justicia exigiendo una mejor respuesta ante los hechos que afectan la vida, la dignidad y la integridad tanto física como emocional de todas las mujeres de nuestro departamento.
También, porque los datos que existen son sumamente preocupantes: “En Santander se han registrado siete feminicidios durante este 2021, según el Observatorio Colombiano de las Mujeres, y a nivel nacional ya son 200 las muertes violentas de mujeres. Por otro lado, durante la pandemia se dio un aumento de la violencia hacia la mujer en un 130 %, y Santander es uno de los departamentos que encabeza la lista de regiones que más reportó llamadas para atención a la mujer.”
Es hora que empezamos a entender que ningún hombre asesina a mujer por “pasión”. Nunca se mata por amor. Y que muchas mujeres que fueron asesinadas por sus compañeros, ex parejas, amigos, personas cercanas, fueron mujeres que pudieron ser salvadas, sobrevivir, si las autoridades hubiesen escuchado el clamor de las víctimas o de sus familiares. Es hora que comencemos a llamar este horrendo crimen por su nombre: Feminicidio.
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*Estudiante de maestría en derechos humanos y gestión de la transición del posconflicto de la escuela superior de administración pública – ESAP Santander.
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