Por: Roberto Aponte/ Pocos hombres han dejado un gran impacto en la sociedad al punto de trascender como forjadores de un credo y aún más uno que esté presente en todo el mundo. Los primeros cristianos predicaron con tenacidad a pesar de las cruentas persecuciones hasta que su doctrina fue acogida. Después de eso la iglesia empezó a obtener poder y a expandirse al punto de convertirse en una de las instituciones más influyentes hoy en día.
El cristianismo tiene la base de sus doctrinas en la biblia, pero en todo este tiempo, la iglesia ha añadido dogmas y normas que son parte de la vida de los más fervorosos creyentes que se aferran a cumplir los preceptos de la religión, pero algo que es necesario cuestionarnos es si nuestras actitudes hacia la religión son comportamientos acordes a las palabras de Jesucristo.
La espiritualidad y la religión no son lo mismo, pero van de la mano. La espiritualidad busca el fortalecimiento del espíritu y muchas de las enseñanzas y preceptos religiosos ayudan a las personas a lograr su crecimiento personal, ayudar a otros y dejar un impacto positivo en la sociedad. Pero viendo la otra cara de la moneda, se presenta el efecto contrario, ciertos apegos desmedidos y oportunistas hacia la religión alejan a las personas de la espiritualidad, y bajo el cobijo de lo sagrado estos individuos justifican sus actitudes y acciones inapropiadas.
Para muchos es más fácil echarle la culpa a la religión por las malas acciones que se realizan en su nombre, pero el hombre es quien debe responsabilizarse por las consecuencias de sus actos. El ser humano al desenvolverse con el medio y consigo mismo se encuentra en un estado en el que lucha por satisfacer sus apegos o hacer lo correcto.
Quedar en un estatus que genere poder es una prueba en la que las personas deben luchar para evitar abusar de su condición. La codicia es una tentación tan inherente a la naturaleza humana en la que algunos representantes religiosos han caído y que incluso han visto como manipular los preceptos sagrados para mantener su cómoda posición.
Buscar hacer lo correcto, por lo general trae resultados favorables, pero no siempre es el caso. La concepción de lo correcto varía dependiendo de la persona y si se trata de asuntos que implican “la salvación del alma” las acciones realizadas en pos de realizar el bien se tornaran incuestionables.
Hacer lo correcto o pensarlo no es algo que solo se manifiesta en buenas acciones, para algunos sentirse como los implacables cumplidores de la ley se convierte en alimento para el ego. La arrogancia y el ego es uno de los mayores obstáculos para la espiritualidad, ya que nos suma en la prepotencia y nos impide comprender las falencias de los demás, por eso cuando una persona religiosa se deja llevar por el orgullo y el cumplimiento de normas superficiales, se aleja de las intenciones que la religión busca cumplir.
Al abordar las diferencias entre religión y espiritualidad hay que tener en cuenta que la espiritualidad busca el crecimiento individual y es moldeable dependiendo de la persona ya que todos tenemos un crecimiento diferente y cargamos con diferentes cruces. La religión tiene un efecto colectivo y todos los fieles deben cumplir los mismos dogmas y normas, por eso es más sencillo ver este aspecto cultural como benévolo o perjudicial para la humanidad, sin embargo, las interpretaciones de la religión dependen de cada persona, aunque por lo general los líderes de las comunidades imponen su interpretación.
El crecimiento espiritual depende de una introspección en la que debemos centrarnos en las virtudes y falencias como individuo y no como colectividad. Enfrentar el ego es una de las mayores tareas para lograr ese crecimiento y no necesariamente cumplir con orgullo y prepotencia una religión fortalece el ego.
Fuera de la religión existen creencias, apegos e ideologías que muchos individuos consideran lo correcto y por esto sienten una superioridad moral al seguir dicha creencia e incluso presentándose el caso de que quieren imponer su creencia y atacar otras.
Es irónico que algunos ateos recaigan en lo que critican de la religión ya que el problema no es la existencia de Dios en sí, son nuestras acciones como seres humanos e impactos en la sociedad. Mientras actuemos motivados por un ciego ego arrollador que impida la comprensión de los demás terminaremos anteponiendo nuestra superioridad moral ante un bien común e incluso cometiendo actos terribles seamos religiosos o no.
Fortalecer nuestra espiritualidad es clave para el crecimiento personal y debemos realizar constantemente acciones que favorezcan ese progreso, pero la clave es mantenernos humildes y entender que en la batalla contra el ego y la arrogancia no hay que bajar la guardia.
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*Ingeniero Ambiental y escritor
Twitter: @robustories