Por: Sebastián Aristizábal/ En medio de la coyuntura del paro, los bloqueos y desbloqueos, la crisis de confianza en las instituciones y la falta de voluntad para el diálogo, los senadores Gustavo Petro y Roy Barreras hicieron una pausa para realizar un primer debate presidencial, el calentamiento para lo que será el 2022, pues con casi 40 precandidatos presidenciales las aguas aún no empiezan a decantarse.
Este primer ejercicio, que fue más una especie de evento mediático, midió la fuerza de dos candidatos que tienen amplio conocimiento del país, de planeación y políticas públicas, pero sobre todo de movimientos electorales.
Roy, a pesar de tener aún fama de camaleón, se ha sabido mover por varios partidos y corrientes políticas, tomando ventaja de la potencia política de cada una y adaptándose a sus posturas, y, en medio de la crisis de gobierno, decidió apartarse de la U e irse como un senador independiente, que en su viaje a la deriva se acercó al ‘Pacto Histórico’, donde aterrizó sin contratiempos.
Hay que reconocer que Roy ha mantenido en pie una de las banderas que más pesa levantar hoy en día: la de la paz. Su compromiso con el expresidente Juan Manuel Santos fue indeclinable y eso le permitió acercarse al proceso de paz y hacerlo su caballo de batalla desde entonces. Enfrentándose contra viento y marea ha hecho avanzar la iniciativa de las 16 curules para las víctimas, proyecto al que el presidente Duque le retiró su voluntad de demandarla, como un guiño a una de tantas peticiones del Comité del Paro.
Y en medio de su anti popularidad logró crear “La Fuerza de la Paz” un movimiento que lo llevó al Congreso en 2018 y ahora es su propuesta para la presidencia. Buen punto para Roy, aunque llevándolo a una consulta interna no habría manera de ganarle a Petro.
Por su parte, Petro es un candidato sólido, no son sus primeras elecciones y su popularidad ha crecido de manera arrolladora luego de hacer una oposición magistral y siendo acusado de ser el mayor promotor del paro; y la verdad es que la molestia generalizada de miles de colombianos ha sido aprovechada por el político para consolidar una firme base de electores que le permite empezar a soñar con la Casa de Nariño. Y las encuestas así lo han demostrado, no tiene rival en este momento, solo Fajardo en una eventual segunda vuelta.
El Pacto Histórico sigue avanzando con paso sereno pero firme y sin candidatos que den la talla para frenar al petrismo, la Coalición de la Esperanza no la tiene tan clara, el uribismo menos y tanta rueda suelta aún no encuentra dónde engranarse. El país está cambiando, con desespero o con ilusión, las próximas elecciones cambiarán la historia política de Colombia, eso es lo único seguro.
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*Comunicador social, especialista en comunicación estratégica. Asesor de campañas políticas y productor de podcast.
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).