Por: Rubby Flechas/ Hacía mucho tiempo no protagonizábamos un espectáculo internacional tan bochornoso como el del pasado 18 de noviembre. Y hacía aún más tiempo, no teníamos un lío diplomático por unos disfraces.
CNN, France 24, BBC News y otros medios internacionales no tardaron en publicar la notica donde por su puesto, y con toda razón, se presentaba el hecho como todo un escándalo. La Semana de la Internacionalización, donde tenían a Alemania como temática y pretendía ser un evento pedagógico, terminó en un grupo de policías utilizó símbolos y trajes nazis para recrear la Alemania Nazi.
Nada más desacertado e indelicado. Aún más interesante es el hecho de que pretendiendo ser un evento pedagógico sobre un hecho histórico no se representó realmente lo dramático del Holocausto, y casi como si fuera una actividad temática, solo se mostró una cara de la moneda.
¿Dónde quedaron los judíos que vivieron esa Alemania sangrienta? ¿Dónde están los ciudadanos que vivían el drama en carne propia? Más allá de la indignación evidente por esa terrible idea en la escuela de policía de Tuluá, es un episodio que nos propone repensar la relación que tenemos con la historia, con nuestra historia.
Tan frívola es esta relación que no es tan extraño que por consecuencia hayamos visto la forma en la que se decidió representar uno de los capítulos más dolorosos de la historia reciente.
Y claro que el hecho de que haya sido en una escuela de policía es aún más delicado por lo que implica que una institución pública, donde educan a los futuros funcionarios que tendrán el porte privativo de armas, hayan pasado por alto el significado de las referencias al nazismo. Tan pobre es nuestra empatía con los hechos de la humanidad que no sólo en un evento de la policía vemos estas representaciones, y no por ser ciudadanos es menos importante.
Dirán que un disfraz no es más que eso, pero no podemos pasar por alto que todo tiene una razón de ser, y que hay referencias, significados y límites que debemos tener como sociedad y que como siempre, debemos tratar de respetar en todo momento, no solo en eventos o en instalaciones públicas.
Banalizar la historia y convertirla en disfraz no sólo habla de la poca empatía que tenemos, sino del poco respeto que damos a los demás.
Esos policías que se disfrazaron también son ciudadanos colombianos que recibieron clases de historia como la mayoría de nosotros, con la misma intensidad y similares recursos. Por su puesto, para nosotros el Holocausto u otros acontecimientos lejanos tanto en tiempo como la distancia son ajenos y extraños.
Que este bochornoso acontecimiento nos ayude a recordar que los íconos y referencias históricas no son solo textos de un libro, o escenas de una película: son hombres y mujeres que vivieron esos acontecimientos y que marcaron la historia para siempre.
Sobre todo, que los hitos de la historia no son solo hechos del pasado, sino que son historias que aún laten en muchos corazones y que por más ajeno que nos sea, el respeto debe ser el mismo que el que exigimos con aquello que nos afecta.
Y justo por eso debemos reforzar nuestra empatía con los demás, porque el hecho de no haber vivido esa experiencia no nos puede hacer insensibles o intolerantes frente al dolor ajeno.
Debemos apropiarnos de toda la historia de la humanidad, porque el drama de los millones de alemanes y judíos, al igual que los refugiados en Europa, o los damnificados en Asia hace parte de nuestra historia.
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*Economista, especialista en gobierno, gestión pública, desarrollo social y calidad de vida.
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