Por: Diego Ruiz Thorrens/ – “En la política como en el Amor todo se vale. ¿Sí me entiende, parcero?”
– “No hombre. Mentir no es válido, menos cuando hablamos del futuro de los jóvenes”.
– “Cierto”.
Hace unos días conversaba con un compañero sobre cómo poco a poco se va configurando el tablero político de cara a las próximas elecciones en Santander. Ambos nos encontrábamos realizando una actividad de empoderamiento en Derechos Humanos y Construcción de Proyecto de Vida dirigido a jóvenes no mayores de los 24 años, en un municipio cercano al área metropolitana de Bucaramanga (ahora, provincia Metropolitana).
Algo que nos llamó potentemente la atención del ejercicio educativo fue que la actividad, que en sí no tenía ningún carácter o color político, terminó traduciéndose precisamente en aquello: una jornada de análisis de los actores políticos locales, de discusión sobre los actuales programas municipales y departamentales de oportunidades laborales, de corrupción, derechos de la Mujer entre otros, y de algunas propuestas políticas provenientes de algunas de las figuras más visibles (candidatos a los distintos cargos de elección pública) del departamento vía Twitter, o Facebook entre otros medios de comunicación de los diferentes municipios próximos a la capital de Santander.
Mientras conversábamos hacíamos un balance de la actividad. Observábamos la dimensión y relevancia de éste tipo de ejercicio dirigido a jóvenes para la formación, no sólo en derechos humanos y construcción de proyecto de vida, sino también en motivación, participación y movilización social de los mismos sectores de juventudes, partiendo del empoderamiento y reconocimiento de sus derechos, derechos que muchas veces no conocen, no ven o sencillamente no encuentran de forma clara.
Mientras charlábamos sobre las dificultades que atraviesan muchos de ellos, mi compañero me comentaba con total desparpajo y fluidez que no lograba contener las ansias y las expectativas de ver cómo sería el inicio de las campañas políticas en todo el departamento, especialmente, por ser los más atractivos, los escenarios de Bucaramanga y Floridablanca.
¿Las razones? Una de estas se sustenta a partir del hecho que los políticos siempre hablan de “proteger y garantizar” el futuro a los jóvenes pero nunca, nunca en la realidad esto sucedía. Algunos de los jóvenes con los cuales compartimos provenían de núcleos familiares complejos, dónde la violencia intrafamiliar es la constante día a día; otros, no podrán acceder a la Universidad, ni siquiera al SENA, porque no existen los medios económicos para lograrlo, dejando atrás las posibilidades de lograr algún tipo de educación técnica o profesional; otros, siendo menores de edad, piensan en la formalización y construcción de núcleos familiares propios como respuesta a la necesidad apremiante de huir de sus propios círculos de violencia, y con ello, de sus realidades.
Decía mi compañero: “Papá, si te dicen que todo está bien cuando el mundo entero sabe que la situación está mal, en especial los ‘pelaos’ que para nada son bobos y que saben que la situación va para atrás, ¿qué creerás tú, qué pensarán ellos, tanto de los actuales como de los futuros políticos? ¿De la política en sí? Pues lo mismo de siempre: que sólo están para dar tamales, cemento y tejas y así conseguir un puesto, llegando a tener muchísima plata por 4 años, dinero que como te digo es para ellos, no para los pelados. Los pelaos no son pendejos. No hay que subestimarlos, por ello hay que tenerlos presentes. Para todo. Ellos saben que los políticos son mentirosos”.
Esa reflexión trajo a mi mente algo que he venido escuchando desde hace algún tiempo: los jóvenes piden casi a gritos la transformación política como una posibilidad de interpretar y de hacer evolucionar el actual (obsoleto) modelo político por uno dónde ellos puedan verse representados, no por personas que desconocen sus necesidades, o por políticos que sencillamente buscan limitar o hacer retroceder sus derechos.
En el ejercicio de formación escuché una joven, quizá menor a los 18 años, que decía “Profe, pienso que las Mujeres necesitamos mayor espacio de participación política, y yo quiero ser profesional para llegar a ser concejala, o Alcaldesa o qué se yo, y trabajar por mi gente. Pero mire lo que sucede en el municipio al lado de Bucaramanga: una señora tiene la oportunidad de ser Alcaldesa, pero me pregunto ¿Será que irá a gobernar con la Ley o con la Biblia? Porque si es con lo primero, me sentiré a gusto que me represente, que piense en mí como alguien que si no quiero casarme pues no me caso, o que si no quiero tener hijos sigo siendo una persona. Pero si va a gobernar con lo segundo, ¿Entonces ahí qué profe? ¡Apague y vámonos!”
A pesar de todas las dificultades, muchos jóvenes comienzan a despertar, y con el despertar, se enciende en ellos un sentimiento de malestar político originado por el incumplimiento, aunque fuese mínimamente, de algunas de las promesas políticas de generaciones pasadas que decían pensar en ellos.
Comienza la cuenta regresiva, y con ello, los candidatos a los distintos cargos políticos lucharán por todos los medios posibles (legales y no legales) para alcanzar la votación necesaria y así ocupar una curul.
Ojalá en medio de esa lucha, de las interminables promesas políticas y del romance entre políticos y el electorado, recuerden que cientos de miles de jóvenes en Santander verán truncado su futuro gracias a la falta de oportunidades educativas y económicas en sólo unos pocos años. Debemos pensar con ellos, por ellos, Políticamente, no política-miente.
Sigo pensando en el comentario expresado por una de las jóvenes presentes: “Profe, pareciera que gobernamos para los demás (ejemplo Venezuela) y no para nosotros, porque siempre nos hablaron de la venezolización de Colombia, y que seríamos pobres como nuestros vecinos. Mi mamá sale a las 4.30 de la mañana y llega a las 10 pm, a veces sólo con el dinero necesario para comer. Creo que ya estamos peor que Venezuela y no lo hemos querido ver con nuestros propios ojos”.
Twitter: @Diego10T