Por: Adriana María Barba/ Hace ya un par de semanas que me encuentro en Colombia y he tenido la oportunidad de conversar con diferentes personas: Conductores de Uber, camareros, amigos, posibles clientes, familiares, etc. Algunas conversaciones han sido profundas y extendidas y otras han sido simplemente un intercambio de un par de palabras. Ha sido algo sorprendente que por corta que sea la conversación hay un tema recurrente: la presencia de personas de nacionalidad venezolana en el país.
Realmente he escuchado de todo tipo de comentarios despectivos y no deja de resonar en mi la indiferencia ante el drama humano que significa el tener que abandonar todo (¡Todo!) para caminar al lado de la carretera de un país desconocido sin rumbo fijo ¿Cuál será el nivel de desesperación de una persona para considerar que esa es la mejor opción? Y ¿Por qué nuestra reacción cómo colombianos no es el ofrecer una mano amiga y aprovechar los beneficios que la migración venezolana puede traer al país?
Dejando atrás el sentimentalismo y los motivos por los que personalmente me parece que no es correcto el rechazar a otro ser humano en situación de extrema necesidad, el informe del Banco Mundial titulado Migración de Venezuela a Colombia: estrategia de respuesta e impacto a corto y mediano plazo, realizada conjuntamente con el gobierno colombiano con el apoyo de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional Organización para las Migraciones (OIM) ha concluido que aunque a plazo muy corto se requerirá una inversión de 0.26 al 0.41 del producto interno bruto para proveer a los migrantes la infraestructura necesaria para que se puedan establecer en el país, la evidencia sugiere que si las decisiones con respecto a las normas necesarias son las correctas, la migración venezolana tiene el potencial de generar crecimiento económico en Colombia.
Está más que comprobado por la teoría económica que la tesis que entre más trabajadores disponibles en el mercado, menores serán los salarios para los locales es falsa y es una conclusión perezosa para justificar argumentos xenófobos. El aumento de mano de obra estimula la economía: el primer impacto económico de la existencia de más mano de obra, es un aumento de la inversión y el aumento de inversión al mismo tiempo genera más trabajos; el segundo beneficio es el aumento de mano de obra calificada local.
Una investigación realizada por Ethan Lewis en Dartmouth muestra que en los mercados con muchos trabajadores inmigrantes, las empresas adoptan técnicas que son particularmente eficientes en el uso de trabajadores con menor nivel de instrucción y manuales. Por lo tanto, son capaces de absorber un gran número de trabajadores manuales menos educados sin una pérdida de productividad y salarios dando la oportunidad a las personas locales a especializarse en trabajos y profesiones más complejas. Finalmente, el trabajador inmigrante está más dispuesto a mudarse y esto ayuda a suavizar las subidas y bajadas drásticas de salarios por zonas, favoreciendo entonces la estabilidad económica del país.
En conclusión, la complementariedad de inmigrantes y nativos en una economía ayuda a reforzar el crecimiento de la productividad. Hay que considerar si los colombianos somos lo suficientemente fuertes para adoptar los cambios necesarios para aprovechar para nuestro beneficio (y el de ellos) el flujo de migrantes venezolanos al país. Esto desde el punto de vista económico.
Entonces es urgente que del aproximado millón de personas venezolanas viviendo en Colombia, no sólo la mitad tengan permiso legal para trabajar en el país sino todas para que se expedite el inicio de su vida laboral en Colombia. Será para beneficio para todos.
Y por favor, no sea usted como la persona que conversaba ayer, que se persignó al pasar frente de un pesebre de una Iglesia cuando el pesebre es la representación de una familia de migrantes buscando refugio mientras echaba pestes de los venezolanos en la ciudad. Un poco de congruencia nos iría bien a todos.
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