Por: Carlos Alberto Furnieles Rojas/ Desde los tiempos de nuestros próceres: Galán, Nariño y Bolívar, con sus anhelos de libertad, justicia y el progreso del Norte de América Meridional, quisieron construir un colectivo que integrara la región donde estaba incluido nuestro país, Colombia.
A través de la historia podemos constatar, el palo en la rueda al bien común, como pasó con el sueño de la Gran Colombia; orquestado por el interés particular de los Generales Páez y Santander; quienes, apartados de los ideales del libertador, lo persiguieron para acabarlo, obligándolo a huir y refugiarse en la Quinta de San Pedro Alejandrino el 6 de diciembre de 1830, donde vivió sus últimos días nuestro insigne libertador Simón Bolívar. Ya en su camastro de muerte traicionado y derrotado por sus excompañeros de lucha, pero conservando su férreo amor por la libertad y el progreso de Colombia, dio su último voto “por la felicidad de la patria”, suplicando a todos que: ¡Cesaran los odios y se consolidará la Paz! Por la unidad de Colombia, y así, bajaría tranquilo al sepulcro. Reconocemos todos, el papel relevante de Simón Bolívar; y entonces, conocedores de su sacrificio, valor y tenacidad, ¿porque no buscamos hoy la forma para darle esa satisfacción al libertador, como homenaje póstumo?
Hoy, cobra vigencia la última proclama del libertador para que se calmen los odios y se consolide la paz, y esto es de conseguirse, abandonando el rencor y los deseos de venganza; llenando nuestros corazones de amor, que es nada menos que un mandamiento divino, para los que somos cristianos; como la inmensa mayoría de los colombianos. Y el principio está; en entender que el amor empieza desde la casa, desde el seno familiar, tratando con respeto a cada miembro de la familia, al vecino, al profesor al policía, al soldado, al empleado, al patrón, respetando las diferencias como principio de convivencia y de democracia.
Ahora bien; entendemos que nos empeñamos en lograr un mejor país, pues de ahí debemos agarrarnos para construir la paz anhelada, reconociendo que el apasionamiento por las diferencias nos ha vuelto añicos y unos antípodas llenos de rencores; convirtiéndose esté, en el mayor reto por superar. Tanto nos hemos llenado de odio; que hoy, por ejemplo; vemos muy mal la Posición Cristiana de la Iglesia Católica por aliviar al pecador; independientemente de la posición del “Cesar”; en el caso de Jesús Santrich. El evangelio nos dice: «Habrá más dicha en el cielo sobre un pecador que se arrepiente que sobre 99 justos que no necesitan arrepentirse».
En los últimos años quienes han creído tener la verdad, han cometido en nombre del país muchas atrocidades que la mayoría rechazamos; atrocidades originadas de parte y parte; por tanto aquí, la medición y pago para la reconciliación debe realizarse con el mismo rasero. De tal forma que, atendiendo el mandamiento nuevo de Jesucristo, dado en la última cena, antes de su arresto, juicio y crucifixión; e igualmente en concordancia con la última proclama de Bolívar antes de su muerte; no nos queda otra que amarnos y ser buenos amigos, si queremos convivir en una verdadera democracia de economía fuerte y sostenible con oportunidades para todos.
Hoy; unos pretenden satanizar, fustigada y premeditadamente al expresidente Uribe, otros a los exguerrilleros reinsertados y otros tantos al presidente Santos en su esfuerzo por la paz; y así, nos negamos la oportunidad de crear un mejor país, si es que de verdad lo queremos. Nos olvidamos de lo fundamental, del amor por la vida, por el hermano, y por la patria enmarcada en los planes y programas de desarrollo de la sociedad, que es lo que realmente debemos mirar, procurar y objetivar.
La verdad; el amor es el camino; como nos lo enseñó Cristo y nos lo demostró Bolívar, con la convicción de generar una mejor convivencia en una sociedad más incluyente y solidaria. ¡Despertemos! No le hagamos el juego al odio que nos destruye como personas, como sociedad y como estado; no es momento de retaliación sino momento de reconciliación, y así debemos repensar el país.
Entonces, para la reconciliación de los colombianos; atendiendo la situación general de los últimos años, donde la nación ha estado tan convulsionada, no podemos partir de unos buenos y otros malos, cuando la trasgresión ha sido permanentemente la agenda del día y de manera rampante la respuesta de las partes como medida de pretender dirimir el conflicto interno del país; ahora tenemos que partir de la conveniencia general para estabilizar a la patria con reglas y compromisos claros que tengan planeación, medición, aseguramiento y verificación.
¡Colombianos, podemos pensar diferente y respetarnos! Por la paz, amaos los unos a los otros!
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