Por: Sebastián Aristizábal/ La guerra, la violencia y el conflicto pareciera una constante aferrada a las entrañas de Colombia, como una suerte de grillete con el que debe cargar el país. Más de 50 años de guerra con las Farc no fueron suficientes y el dolor y el daño siguen vigentes.
Luego de meses de paro nacional, movilización social que pasó al desprestigio, solo quedaron en pie los denominados ‘primera línea’, grupos aleatorios y desordenados de ciudadanos a nivel nacional que no tienen muy claro por qué luchan y, con el modo de operar de las guerrillas, se escudan en argumentos poco sólidos con el fin de atacar la infraestructura de las ciudades.
La primera línea se dedicó a estar en primera plana, por ataques, enfrentamientos, vídeos de entrenamiento para niños y reuniones fallidas con la alcaldesa de Bogotá. Aún más preocupante, un artículo investigativo del medio de comunicación ‘La Silla Vacía’ en el que hablaron con las ‘primera líneas’ de varias ciudades del país. En las entrevistas que realiza los encapuchados solo dan respuestas cargadas de odio, uno de ellos, ‘Mono’, dice que responderán con bala y que cuentan con el apoyo de frentes urbanos de las guerrillas.
Los vídeos protagonizados por jóvenes, algunos menores de edad, parecen sacados de películas de terroristas, en algunos de estos, acompañan sus escudos improvisados con armas blancas como puñales y machetes; es una declaración de guerra frontal contra la policía. De esta manera, lo que había empezado como un grupo de defensa a las manifestaciones, se convirtió en un grupo beligerante.
Es preocupante la situación si se piensa en que las amenazas de toma de ciudades, enfrentamientos contra las autoridades y desmanes, pueden afectar a las personas que no podrán salir de sus casas por el miedo que han originado, en ese orden, quienes defendían al pueblo, ahora son quienes le hacen sentir miedo. Como en Suba, donde una habitante de la localidad denunció haber sido obligada a meterse sin ropa en la laguna de Tibabuyes, por parte del grupo de primera línea liderado por alguien que se hace llamar ‘Gato’.
En redes sociales se encuentran invitaciones a donar dinero a la causa de la primera línea, que aún no es clara, por ahora, en Bogotá, existe la solicitud de permitir un campamento humanitario en lo que antes era un portal de Transmilenio y el respeto a los derechos humanos, entre otros. Solicitudes que nada tienen que ver con las peticiones ciudadanas de mejoras en educación, reformas tributarias y de salud.
El reto de las autoridades el 20 de julio es grande, pues aún no se sabe qué pueda suceder con un grupo emergente, violento y desorganizado que cambió la esperanza de cambio por la violencia, las palabras y opiniones por machetes y capuchas y el respaldo de los marchantes por repudio y temor.
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*Comunicador social, especialista en comunicación estratégica. Asesor de campañas políticas y productor de podcast.