Por: Oscar Prada/ La belleza y sensualidad como concepto social; crea necesidades basadas en sesgos colectivos, y modifica la percepción que tienen los seres humanos, acerca de lo agraciado a la vista.
Los dictados sociales, hacen que las personas modifiquen sus comportamientos, en razón a no desobedecerlos. Hoy, ser bello es considerado como una cualidad; y estar poco agraciado, como un defecto.
A través del sentido de la vista, los seres humanos captamos más fácilmente mandamientos sociales complejos en pocos instantes. Una imagen vale más que mil palabras.
La publicidad y la interacción en las redes sociales; dan una relevancia al aspecto físico de lucir bien, no solo como algo positivo; sino como un sinónimo de pauta social a seguir, que otorga ventajas.
La hiperconectividad que ofrecen los medios digitales, sumado al consumo desenfrenado de contenido audiovisual altamente estimulante; generó una nueva necesidad de obediencia y culto, a la supremacía de la hermosura del físico que avala la sociedad.
Ignorar el dictado social de lo estéticamente correcto; implica cargas negativas para los desobedientes. El trato y la percepción es distinta para los disidentes; ser contradictor de una corriente fuerte, siempre es visto con recelo de las mayorías.
Pese a que la distinción se percibe con más facilidad en las mujeres; no obstante, la diferencia también se aprecia en el clásico ejemplo de los hombres, cuando hacen un mismo cumplido a una mujer. Para la mayoría de ellas; es bien recibido el que provenga de un hombre agraciado; e irrazonablemente ofensivo si es dicho por uno que no lo es.
El culto a la imagen impone el conseguir cuerpos sensuales e ideales, esculpidos con bisturí, programas de edición o prácticas que atentan contra el bienestar de las personas; con el fin de ser correctos para el colectivo.
La práctica devota a la falsa perfección; proviene sin duda del guardar las apariencias en las redes sociales, en donde todo es posible con un cegado positivismo.
Las personas creyentes de dicho mandato estético se frustran, al no conseguir sin retoques la imagen social que persiguen. El no ser agraciado ni atrayente socialmente, es una potencial fábrica de personas insatisfechas consigo mismas.
Simplemente, calificar a alguien, como bello o feo es netamente subjetivo. Depende de la percepción individual de las personas; el otorgar dicha calificación. Por lo tanto, los cánones de belleza colectiva se relacionan con los sesgos sociales.
No se deberían tomar los parámetros estéticos, como fuentes indudables de cualidades o defectos de las personas. Es bastante prejuicioso. En nada incide el exterior de una persona con su riqueza interna.
Las personas deben percibirse a sí mismas con su propia mirada; mas no a partir de los referentes colectivos de la apariencia. De lo contrario es desplazar el amor propio, dándole preponderancia, a los estereotipos sociales de lo considerado bello.
El reconocer que la perfección no es una meta, sino un concepto propio; es la consigna de una genuina y duradera belleza. Ser perfecto es subjetivo; aquello que es ideal para alguien, para otros no lo es.
Se vive en sociedad, para que las personas podamos encontrar nuestro propio bienestar, respetando el de los demás. Hoy parece lo contrario; es mejor estar reconciliados con una sociedad adoradora de lo superficial, que con nosotros mismos.
No es un defecto carecer de una estética socialmente aceptada. Lo malo está en creer, que por carecer de ella; una persona no es suficiente ni para ella misma, ni para los demás. ¡Qué belleza!
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*Estudiante de Derecho
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