La contienda se desató ese día de 1982, cuando cerca de 5.000 efectivos argentinos desembarcaron en Puerto Argentino (Puerto Stanley, según la denominación británica), la capital de las Islas Malvinas (o Falklands), que se encuentran a algo más de 400 kilómetros de la Argentina continental.
De inmediato, la junta militar que había tomado el poder en 1976 anunció la recuperación de Malvinas, junto con las islas Georgias y Sandwich del Sur, ocupadas desde 1833 por Reino Unido e históricamente reclamadas como propias por Argentina.
Fueron casi dos meses y medio de una guerra en la que hubo 650 muertos del lado argentino y 255 del lado británico. En Argentina, las consecuencias, tanto para los individuos que participaron del conflicto, como para la dictadura cívico-militar que lo inició y para la sociedad en general se extendieron mucho más allá en el tiempo.
En 1982 la dictadura cívico-militar, en ese momento presidida por Leopoldo Fortunato Galtieri, un teniente general del Ejército, se encontraba en un momento de debilidad y vio en la toma de Malvinas una oportunidad.
«La acción excitaba una veta chauvinista y belicista de la sociedad»
En su ‘Breve Historia de la Argentina’, José Luis Romero, escribe: «La acción excitaba una veta chauvinista y belicista de la sociedad, largamente cultivada por las corrientes nacionalistas de diverso signo. Suscitó un apoyo generalizado en la población argentina y en casi todos sus representantes políticos». En las escuelas los niños jugaban a la guerra entre argentinos e ingleses, los ciudadanos –con contadas excepciones– celebraban la «gesta soberana», había manifestaciones en apoyo a la ofensiva, colectas y conciertos solidarios.
De acuerdo con Romero, los militares «cosecharon también apoyo entre los países latinoamericanos, pero la mayoría de los países europeos se alineó tras Reino Unido, que lejos de aceptar la negociación, se dispuso a combatir para recuperar las islas». Efectivamente, la junta militar cometió un error de cálculo al creer que Reino Unido no reaccionaría. El Gobierno británico atravesaba su propia crisis, con una baja popularidad y presiones internas por las políticas de ajuste de la primera ministra Margaret Thatcher. Responder a la iniciativa argentina se convirtió en una oportunidad política para Thatcher.
Reino Unido inició operaciones militares para retomar el control del archipiélago. Y recibió el respaldo de Estados Unidos, algo que el Gobierno argentino –otro error de cálculo– había descartado. EE.UU. se alineó con su tradicional aliado.
La mayor pérdida del lado argentino fue el hundimiento del crucero General Belgrano, que navegaba fuera de la denominada zona de exclusión (el supuesto era que solo dentro de ese área un buque podía ser considerado objetivo militar). El 2 de mayo fue torpedeado por el submarino nuclear británico Conqueror. Fallecieron 323 hombres, de una tripulación de 1.093 y hubo cientos de heridos.
Aunque la aviación argentina provocó bajas del lado británico, incluido el hundimiento del destructor Sheffield (fallecieron 20 de sus tripulantes y hubo 26 heridos), Reino Unido mantuvo la superioridad militar, entre otras cosas, porque sus fuerzas eran profesionales y se enfrentaban a un país que llevó gran número de conscriptos, con un entrenamiento demasiado superficial, mal armados, mal equipados, mal vestidos, mal alimentados, y maltratados por sus superiores. Existen, de hecho, juicios por abusos y torturas de oficiales y suboficiales a soldados conscriptos durante la guerra.

Estaqueados, golpeados, mal alimentados, maltratados
La violencia de los superiores contra los soldados es algo que el régimen militar llevó a Malvinas desde el continente. El historiador Loris Zanatta escribe en su ‘Historia de América Latina’ que «para erradicar las raíces de la denominada ‘subversión'», como la guerrilla peronista de Montoneros, los militares «recurrieron a una masiva represión clandestina, que involucraba la represión de personas, secuestradas de sus casas por la noche, encerradas en lugares secretos de detención, torturadas al extremo y por lo general asesinadas, tras lo cual hacían desaparecer los cuerpos».
La denuncias de los soldados que fueron víctimas de abusos en Malvinas señalan que fueron estaqueados (atados al piso abiertos de brazos y piernas en medio del helado clima del Atlántico Sur) por más de un día, obligados a comer entre excrementos, golpeados, mal alimentados y generalmente maltratados. Muchos hombres que estuvieron en la guerra no soportaron lo ocurrido en las islas: las asociaciones de excombatientes calculan que al menos 300 se suicidaron en los últimos 40 años.
Antes de la guerra, el Gobierno militar, dice Zanatta «se encontró cada vez más en el plano inclinado de los conflictos internos, agravados por la debacle económica y la protesta contra las violaciones de los derechos humanos, encabezada con coraje por las Madres de Plaza de Mayo». En una foto de la época, que puede verse hoy en el Museo Malvinas, una de las Madres de Plaza de Mayo sostiene un cartel que dice: «Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también».

Hubo una ofensiva mediática triunfalista para transmitir la idea de que Argentina tenía posibilidades de vencer en el conflicto, que fue acompañada por un apoyo popular generalizado. Este, sin embargo, quedó opacado por la derrota, una derrota que sumó presiones para la salida de los militares del poder y el regreso de la democracia al país. Para Romero: «La sociedad, que hasta último momento se había ilusionado con la posibilidad de un triunfo militar –alentada por informaciones oficiales que falseaban sistemáticamente la realidad– se sintió tremendamente decepcionada y acompañó a quienes exigían un retiro de los militares y aun la revisión de toda su actuación desde 1976».
El 14 de junio de 1982 Argentina firmó la rendición. Los días del gobierno de facto estaban contados. En diciembre de 1983 se llevaron a cabo los comicios en los que fue electo presidente Raúl Alfonsín, y con quien se inició el período democrático que en 2023 cumplirá 40 años.
Antes del final de 1982 se creó una comisión militar que elaboró un documento de evaluación del conflicto, conocido como ‘Informe Rattenbach’ (por el apellido del militar que encabezó su producción), y que es severamente crítico respecto a la campaña militar que lanzó el gobierno de Galtieri, tanto desde su planificación y evaluación de factibilidad, hasta su conducción una vez iniciada. El informe señala: «La Junta no estuvo en condiciones de controlar los acontecimientos ni de medir la probable reacción británica». Y concluye que la escalada militar «trajo aparejadas una serie de medidas irreflexivas y precipitadas, que la convirtieron en una aventura militar». El ‘Informe Rattenbach’ se había mantenido en secreto hasta su desclasificación en 2012.
«Hay reticencia británica a cumplir el derecho internacional»
Más allá del resultado y ejecución de la guerra, para Argentina las islas siempre debían haber estado bajo su bandera, al menos desde la declaración de independencia del país en 1810, e históricamente ha reclamado que Reino Unido se retire, algo que nunca ocurrió.
«Hay reticencia británica a cumplir el derecho internacional», le dijo a France 24 en Español Guillermo Carmona, secretario de Malvinas, Antártida y el Atlántico Sur. «Porque desde el año 1965 son una gran cantidad las resoluciones que han determinado que las partes tienen que sentarse a dialogar y negociar». Es algo que «plantea la Asamblea General de Naciones Unidas, el comité de descolonización», dijo.

Uno de los argumentos británicos para no avanzar en ese sentido es que son los propios habitantes de las islas, en ejercicio de su autodeterminación, quienes no desean quedar bajo la órbita del país sudamericano. En 2013 los isleños llevaron a cabo un referendo en el que votaron masivamente a favor de seguir siendo un territorio de ultramar de Reino Unido. Argentina rechaza estos argumentos y continúa aún hoy con su reclamo, pero insistiendo en que será siempre por la vía diplomática y pacífica.
Este 2 de abril, el país sudamericano conmemorará el Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas. Es una fecha en la que el país refuerza sus demandas territoriales pero también reflexiona acerca del contexto en el que se dio la guerra. En las islas, la fecha clave será el 14 de junio, cuando sus habitantes conmemorarán las cuatro décadas de lo que ellos llaman Liberation Day, y que en Argentina muchos ven como el fin de una aventura trágica, que volvió aún más difíciles las negociaciones por la soberanía de las islas.