Por: César Mauricio Olaya/ Llegan las vacaciones y con ellas las opciones del descanso, a veces obligado para los que tenemos sobre nuestras vidas laborales la figura de la OPS, resultado oprobioso por demás, si se tiene en cuenta que las tales vacaciones, no pasan de ser un tese quieto y ahorre porque no se sabe cuándo vuelva a verle la firma a Garavito.
Pero estamos en navidad, así que no más quejas y a ponerle la cara amable al asunto. Volvamos a los planes vacacionales, a un nuevo argumento para sumarle a las historias de Dago García en su películas decembrinas del paseo y claro, a la calculadora, haciendo cuentas y borrones para tener presente los estimados diarios de gastos, en una temporada que sabemos, todos los costos se triplican y la silla playera que costaba 10 mil pesos todo el día, ahora vale lo mismo, solo que cada hora.
Los destinos internacionales hacia el norte o cruzando el charco, se descartan de plano, puesto que sabemos que no nacimos para pingüinos. Al sur del continente, por las nubes para llegar y por las nubes para pagar los costos que el verano convoca con sus calorcitos y radiantes rayos que hacen más bellos los paisajes.
Quedarse en Colombia, bueno, la idea no es mala si le apuntamos a un destino alternativo, pues de que los hay, los hay, pero los peros a veces nos ponen a pensar, pues hay que reconocer que la incertidumbre sobre el futuro de una paz estable y duradera, hoy va en aumento y las muestras que dan los padres de la patria en lo que al compromiso del Estado en el tema se refiere, apunta más a parir orangutanes para hacer trizas los acuerdos, que a propiciar que se cumplan y se disipen todas las dudas.
¡Pero! Y si lo pensamos un poquito más, porqué descartar quedarnos en Santander? Me dirán los negativos que ya Panachi no es lo mismo, que las gachas se volvió un charco de paseo de olla, que en San Gil el río huele a feo, que en Barichara están cobrando más que en la costa y si bien, muchos de estos argumentos tienen validez, la invitación va más a proponer mirar hacia las opciones alternativas, que también las hay y muy interesantes.
Por estos días de fin de contrato he elaborado mis propios planes para meterme a buscar el Santander que tenemos y que no aprovechamos, intentando hacer un listado para chulear e ir definiendo como eventual norte.
Así que empecemos. El Páramo de Santurbán es un tesoro que casi por obligación, debemos tener chuleado todos los santandereanos. Las opciones pasan por dos rutas factibles de emprender; tomar el camino hacia el vecino municipio de California, donde por cierto la oferta hotelera es bastante buena y allí, pedir la asesoría de los grupos organizados para subir hasta la Laguna de Páez, de extraordinaria belleza y disponiendo luego de unos días más, indagar por la ruta hacia Cachirí, en cuyas montañas es posible realizar de una manera relativamente sencilla, el avistamiento del ave más grande del planeta tierra, el cóndor de los Andes.
Si esta búsqueda se hace por encima, en la ruta hacia el pueblito blanco de Vetas, pues además de sortear la aventura de vivir el frío paramuno en sus máximos niveles, en el pueblo se pueden conseguir buenas opciones para pasar la noche y los guías para llegar a algunas de las lagunas accesibles al turista como Las Cuntas, La Negra o Las Calles.
Por qué no pensar por ejemplo en visitar los pueblos del sur del Departamento. En Gámbita, la tierra del compositor Luis A. Calvo, hoy totalmente pavimentada y con buenas alternativas en materia de hospedaje, encontrar la ruta de las cascadas o realizar caminatas ecológicas en las áreas abiertas que bordean el Santuario de Fauna y Flora, resumidamente conocido como Virolín.
Por esas mismas geografías, llegar a Suaita y sorprenderse por la belleza de su templo parroquial y programar un circuito que nos lleve al Corregimiento de San José, donde se puede disfrutar de la vista y el baño en la imponente cascada de Los Caballeros, además eso sí, de darle gusto al paladar con los mejores chorizos y génovas que en la llamada Casa Loma se preparan y se venden al visitante.
Más al sur, aunque con algunas complicaciones en materia de asegurar un servicio hotelero que no sea solo para dormir, conocer uno de los lugares más hermosos de nuestra geografía, las ventanas de Tisquezoque, una cueva desde donde se desprende una cascada de más de 100 metros de altura.
Y si de más aventura y búsqueda de destinos exóticos se trata, que tal apuntar la brújula hacia la región de García Rovira. Adrenalina pura realizar la travesía entre Curos y el municipio de Guaca, luego enfrentar el puente gusano deI Hisgaura y como recompensa, llegar hasta la Laguna de Ortices, un verdadero paraíso para el descanso en medio de cañadulzales y trapiches.
Para terminar, una experiencia que me gocé en carne propia recientemente y que viene en ascenso en la organización no solo de la actividad que les comentaré, sino de todo un plan para vivir a Santander desde todas las miradas. Para empezar, la primera recomendación es tomar la ruta hacia Charalá y no temer en desviarse para conocer toda una serie de pueblitos bellos, donde como plan imposible de evadir está el disfrutar la esencia de la verdadera gastronomía santandereana, comenzando por el pare obligado en Valle de San José y los famosos chorizos de doña Eustaquia. Viviendo la aventura bajo tierra en la cueva del Indio del Páramo o paseando por Ocamonte para distinguir en cada campesino, la esencia misma del ser santandereano.
Ya en Charalá, el destino del que les hablo es la experiencia en vuelo en globo cautivo. Evidentemente, no es la misma experiencia de Capadocia, no faltaba más, pero suficiente vivencia la de elevarse más de 125 metros por encima del Pienta y el Táquiza, observar el completo panorama del pueblo y soslayarse unos minutos, observando el horizonte verde del paraíso que podrá conocer en el plan de turismo de ecológico por la decena de cascadas y senderos que conforman uno de los paisajes más prolíficos de nuestro departamento.
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