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Opinión

Reconstruir el tejido social: más allá de ideologías

Ser líder y, aún más, ser lideresa, no es una tarea fácil. Es una travesía llena de retos, frustraciones, incomprensiones, desengaños, trabas y claro, también con altas cuotas de alegría y satisfacción cuando se alcanzan las metas propuestas.

CORRILLOS
Última actualización: 2025/01/20 at 11:48 AM
CORRILLOS hace 5 meses
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Por: Aidubby Mateus/ El liderazgo, especialmente en el contexto social y político, implica tomar decisiones que no siempre serán populares, pero que quienes nos corresponde tomarlas, somos conscientes que apuntan a un bien mayor. En este camino, las dificultades pueden parecer abrumadoras: la falta de recursos, los intereses particulares que buscan sabotear los esfuerzos colectivos, y la desconfianza que permea en comunidades que han sido lastimadas por el abandono o la corrupción.

Pertenezco a una generación que quiso cambiar el mundo, fui aplastado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con mayor sentido de la igualdad»: José ‘Pepe’ Mojica.

Estas palabras resuenan profundamente en quienes hemos asumido el desafío de liderar y en quienes creemos que el mundo puede ser un lugar más justo y equitativo, a pesar de los pesares y las mil barreras que este camino implica tener que superar.

Al poner sobre la balanza a una y otras, pues se decanta el verdadero liderazgo; sin embargo, con la plena certeza de que cada pequeño avance hacia la justicia social, se encuentra el propósito y la razón para continuar, y es en ese momento en el que nuevamente vale la pena traer a colación, una de las tantas sentencias del gran Pepe Mujica que hoy descansa de su lucha sin tregua, cuando manifestaba: ¨No se vive de nostalgias, ni de recuerdos, sino de porvenir«.

Vivimos en una época donde las divisiones ideológicas, políticas y económicas parecen ser infranqueables. La polarización domina las conversaciones, separando a las personas en bandos irreconciliables. Pero, me pregunto: ¿es este un obstáculo insuperable? – ¿o será que simplemente es una oportunidad para replantear cómo construir haciendo equipo e integrando ideales comunes?

A pesar de ello, ser líder o lideresa es también un acto de fe. Es creer que incluso los pasos más pequeños pueden marcar la diferencia. Cada reunión comunitaria, cada diálogo, cada proyecto concretado es un ladrillo que reconstruye el tejido social de los territorios, que todos sufren un fenómeno común: la desfragmentación de la esperanza,

Así las cosas, para que una sociedad avance hacia un futuro mejor, es necesario mirar más allá de las etiquetas ideológicas. Pues bien, la historia nos ha mostrado que ni el capitalismo ni el socialismo, ni la derecha ni la izquierda, tienen el monopolio de la justicia social. En cambio, lo que marca la diferencia es la intención y la acción de las personas que trabajan para generar cambios positivos.

En ese orden de ideas, la reconstrucción del tejido social no se trata de imponer ideas o posturas, sino de encontrar puntos de conexión para lograr consensos. Trabajar juntos, desde nuestras diferencias, para identificar las necesidades comunes: trátese de educación de calidad, acceso a la salud, equidad de oportunidades y dignidad para todos y todas. Estos son los pilares sobre los cuales podemos edificar una sociedad más justa.

Un ejemplo claro de esta reconciliación ideológica es el trabajo comunitario. Cuando las personas se unen para resolver un problema local, como la construcción de un acueducto, la rehabilitación de una escuela o la creación de un mercado campesino, las etiquetas políticas pierden relevancia, pues lo que realmente importa es el bienestar de la comunidad.

Me pregunto: ¿Cómo se logra construir una sociedad más justa y equitativa? La respuesta no está en grandes revoluciones inmediatas, sino en los pequeños pasos que damos cada día. Aquellos que se lideran desde lo local, en el entendido que el cambio empieza en el entorno más cercano.

La educación, por ejemplo, es una herramienta poderosa para romper círculos de pobreza y desigualdad. En este sentido, iniciativas como entregar kits escolares a niños, niñas y adolescentes de bajos recursos no solo alivian una necesidad inmediata, sino que siembran esperanza en las familias. Estos actos, aunque puedan parecer pequeños, tienen el poder de transformar vidas y motivar a otros a seguir contribuyendo.

Otro ejemplo de pequeños pasos significativos es la promoción de la agroecología. Este modelo no solo beneficia a las comunidades campesinas al ofrecerles una alternativa sostenible de producción, sino que también conecta a los productores con los consumidores en un sistema más justo y respetuoso con el medio ambiente. Cada huevo agroecológico vendido, cada cosecha libre de químicos representa un avance hacia un futuro más consciente.

La frase que inspira esta reflexión no es un lamento, sino un testimonio de resiliencia. Pues, a pesar de los momentos de derrota, quienes soñamos con un mundo mejor sabemos que la lucha vale la pena. No porque los resultados sean garantizados, sino porque cada esfuerzo, cada acto de justicia, deja una huella imborrable.

De esta manera, soñar con un futuro más equitativo no es ingenuidad, es valentía. Implica enfrentarse al cinismo, al conformismo, la envidia y a los intereses que perpetúan las desigualdades. Ser líder o lideresa en estas circunstancias es un acto de resistencia. Es decirle al mundo que, a pesar de todo, seguimos creyendo en la humanidad.

Esta reflexión también es un llamado a todas y todos. No es necesario ocupar un cargo público ni liderar una organización para ser parte de las transformaciones. Cada acción cuenta. Desde apoyar proyectos comunitarios hasta educar con el ejemplo en valores de respeto y solidaridad, y en el caso de las mujeres, fomentando la sororidad, pues bien, todos tenemos un papel que jugar.

Viene a mi mente igualmente la teoría del metro cuadrado planteada por Risto Mejide en el que establece la importancia de ocuparnos de nuestro propio espacio personal y de este modo impactar positivamente en la comunidad.

En este camino, es fundamental dejar de lado los prejuicios y abrir espacios de diálogo. La construcción de un presente mejor para un futuro más justo requiere la participación activa de todos los sectores. Al final, el verdadero progreso no se mide por quién gana el debate ideológico, sino por cuántas vidas logramos transformar.

La lucha por una sociedad más justa y equitativa está lejos de ser una tarea sencilla. Sin embargo, cada pequeño paso hacia adelante es una victoria. Al igual que la frase que inspira esta reflexión, aunque nos sintamos aplastados o derrotados en momentos de adversidad, nunca debemos abandonar el sueño de un mundo mejor.

Construir un presente digno para las generaciones futuras no es solo una responsabilidad de los líderes o lideresas, sino de todas y todos. Dejemos a un lado las diferencias y enfoquémonos en lo que realmente importa: crear una sociedad donde cada persona pueda vivir con dignidad, equidad y esperanza. Porque, al final, vale la pena soñar, vale la pena luchar.

…

*Embajadora internacional de mujeres inquebrantables, exalcaldesa Gámbita (Santander), Abogada Especialista en Derecho Constitucional y Derecho de Tierras.

X: @AidubbyMateus

Facebook: Aidubby Mateus

(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)

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