Por: Diego Ruiz Thorrens/ A pesar de los grandes avances en el campo médico, científico y farmacológico, en nuestro departamento, muchas personas con VIH continúan enfrentando dificultades para acceder al TAR (tratamiento antirretroviral) haciendo del ejercicio de cuidado y autocuidado todo un suplicio. Lo mismo, aplica para las personas que toman la medicación preventiva conocida como PrEP (profilaxis pre-exposición) que impide la réplica del virus en sangre con un margen de protección mayor al 98.9%, y que, finalizando mes de tratamiento, no logran acceder a tiempo al esquema.
Sin embargo, a pesar que aún perduran las barreras en la atención y el acceso a la medicación para el VIH, nuestro país tiene una historia que nos permite vislumbrar cuán lejos hemos llegado (ejemplo, en la atención en salud con enfoque diferencial y de vulnerabilidad) y cuánto nos falta para que normalicemos el dialogo sobre prevención de ITS y VIH, erradicando del discurso aspectos que rayan en lo superfluo o irrelevante (como es la carga moral con la que a veces se juzgan a quienes viven con VIH), quitándole el peso del estigma y la discriminación que se sigue sintiendo en sociedad en razón del virus.
La historia del VIH/SIDA en Colombia se remonta a inicios de los 80. Como menciona el Informe VIH/SIDA 2017 del Instituto Nacional de Salud: “El primer caso de VIH en Colombia se notificó en 1983. En 1988, se realizó el primer estudio de seroprevalencia para conocer la magnitud de la epidemia. El VIH se descubrió en Estados Unidos y se le conoce como el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) desde 1982. En 1984, se identificó al VIH como el agente causal del sida y se determinaron las vías de transmisión”.
Al interior de esta historia, pocas veces se menciona que fue (y ha sido) un pequeño sector de la sociedad civil quienes han cargado durante más de 40 años con el peso de la lucha exigiéndole a los gobiernos de turno una mejor respuesta, atención humanizada y oportuna dirigida a todas las personas que viven con VIH/SIDA ubicadas en el territorio nacional.
Gracias a esta incidencia, en muchas regiones, especialmente en los epicentros y ciudades principales, las acciones dirigidas a la prevención de las ITS y el VIH han logrado encontrar un equilibrio gracias a la inversión de recursos provenientes de fondos internacionales que apuestan por la reducción y/o erradicación del VIH y la tuberculosis en países donde la incidencia (nuevos casos) están al alza.
No obstante, esta respuesta orientada a la reducción de la incidencia y la prevalencia del VIH (proporción de casos de VIH en un grupo de personas en un momento o período determinado) no ha sido homogénea en todo el país. Esto, en gran parte, tiene una explicación, y se debe a la dinámica de propagación de la infección en poblaciones claves al interior en los territorios. A pesar de ello, se requiere que, para evitar la expansión de la infección a nuevos terrenos, las acciones de promoción en salud y prevención del VIH lleguen a más lugares.
También se suman otros factores que no hacen parte del campo de la promoción en salud y prevención del VIH, pero que afectan a la comunidad y tienen que ver más con la corrupción (como fue el nefasto cartel del SIDA en el departamento de Córdoba en 2018); de las IPS y EPS que se han robado (literalmente, tragado) recursos direccionados a la atención de personas con VIH en municipios y territorios ubicados en zonas periféricas del país; de la imperante necesidad de algunos sectores políticos por reducir las acciones de las políticas de salud sexual y reproductiva; y de los imaginarios que aun sobreviven respecto al VIH, sus formas de transmisión y quiénes son más vulnerables a la misma.
En el departamento de Santander, los retos para reducir los nuevos casos de VIH continúan siendo gigantes, entre ellos, encontramos las brechas que impiden el abordaje educativo dirigida a jóvenes en edad reproductiva, o el escaso (dígase nulo) apoyo con el que cuentan las organizaciones de base comunitaria que trabajan en el abordaje social y la prevención del VIH al interior de las comunidades. También, que cada que pasa, son más las mujeres a quienes el virus afecta su salud y su vida.
Han pasado 41 años del VIH en Colombia y, desafortunadamente, la infección seguirá llegando a más vidas y cobrando nuevas muertes. Pero esto puede cambiar, y a partir de la educación lo podemos alcanzar. Empecemos rompiendo con los estigmas que aún persisten en nuestra sociedad.
…
*Magister en Derechos Humanos y Gestión del Posconflicto de la Escuela Superior de Adminsitración Pública – ESAP – Seccional Santander.
X: @DiegoR_Thorrens
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).