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Lectura: Réquiem por las abejas
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CorrillosR > Blog > Opinión > Réquiem por las abejas
Opinión

Réquiem por las abejas

CORRILLOS
Última actualización: 2022/10/11 at 4:30 AM
CORRILLOS hace 3 años
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Por: Orlando Beltrán Quesada/ El pasado mes de agosto, campesinos apicultores del municipio de Ocamonte, veredas Hatigal y San José de Guaduas, denunciaron la muerte de 30 mil abejas. “Me siento triste y acongojado con las personas que echan ese químico de veneno y están matando las pobres abejitas que son las que polinizan las flores…” expresó uno de los afectados en un video publicado por Blu Santanderes, achacando la tragedia a fumigaciones de caña de azúcar. En otro episodio, según el apicultor Ariosto Parra Cordero, fácilmente se pudieron contabilizar 650mil abejas muertas por la acción de los plaguicidas.

Ya en mayo de 2016, el reconocido apicultor socorrano Orlando Acosta había denunciado la muerte de millones de abejas en los municipios de Socorro, Oiba y Charalá, como consecuencia de la aplicación de fungicidas para el control de la broca del café, pidiendo intervención inmediata de la CAS y la Federación de Cafeteros. Luego, en mayo de 2020, se confirmó la muerte de grandes cantidades de abejas en los municipios de Curití, Simacota, Vélez y Cepitá, en zonas de uso de plaguicidas sin ningún control.

Sabido es que muchos productores de panela en Colombia, consideran a las abejas como grandes enemigas, ya que estas hacen presencia en los trapiches. Entonces, las envenenan directamente. Las afectadas llegan a su colmena o apiario y por ello mueren muchísimas más. Esta acción criminal está contemplada en el Código Penal y en el artículo 6 de la Ley 84 de 1989, Estatuto Nacional de Protección Animal.

Pero las acciones de la autoridad ambiental regional, CAS, no pasan de levantar actas de visita e informes institucionales, o campañitas y reunioncitas tratando de sensibilizar a los agricultores sobre la importancia de las abejas. Inanes acciones que no corresponden a la inmensa gravedad del problema…

Las abejas, junto con muchas especies de mariposas, aves y murciélagos son vitales para la polinización y, por ende, para el mantenimiento de la biodiversidad y la producción de alimentos, así como de muchos medicamentos derivados de las plantas. La Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO) dice que 100 especies de plantas producen el 90 por ciento de los alimentos en el mundo y 71 de ellas son polinizadas por las abejas. Si ellas llegaran a desaparecer, sobrevendría una hecatombe en la nutrición humana y animal. El 75 por ciento de los cultivos de frutas y semillas de consumo humano en el mundo, dependen de los agentes polinizadores.

Por ser mantenedora de las cadenas de vida y por el hecho de ser insectos que no propagan ningún virus, hongo o bacteria, las abejitas fueron mencionadas como “los animales más importantes del mundo” por la Real Sociedad de Geografía de Londres y el Earth Watch Institute. Y no es para menos. Los antiguos mayas las veneraban, tratándolas con mucho amor y respeto y tenían un dios para encomendarlas llamado Ah Mucen Cab.

La disminución gradual y cada vez más acelerada de las poblaciones de abejas, de las cuales hay más de 20mil especies registradas, es un problema mundial y tiene causas reconocidas:

Según investigación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Proyecto Estado de Tendencia de Polinizadores en Europa (STEP), plasmada en la “Lista Roja de Abejas”, el 9,2 por ciento de 1965 de especies de abejas salvajes estudiadas en Europa está bajo amenaza de extinción, por causa de la deforestación y el uso indiscriminado de pesticidas. Hay numerosos estudios científicos que demuestran que la expansión de las fronteras agrícola y ganadera es una de las causas más evidentes.

La destrucción de los bosques, incluidas las llamadas “malezas” -“bienezas”, en términos de biodiversidad- para ser reemplazados por monocultivos, también reduce de manera drástica la oferta floral. Hay invasión de especies exóticas, como es el caso de la abeja africanizada, que domina las poblaciones de abejas nativas. La avispa gigante o avispón asiático (Vespa velutina), de 5 cm de largo y 7,5 cm de envergadura, es un terrible asesino de ellas. Afortunadamente no ha hecho presencia en Suramérica, como ya lo hizo en el estado de Washington y en una provincia canadiense. El ácaro asiático Varroa, expandido por todo el mundo, se alimenta de la sangre de las abejas, es extremadamente difícil de controlar y puede acabar con una colmena en menos de tres años. El calentamiento global, per se, también afecta directamente las poblaciones de abejas.

El Instituto Federal de Tecnología de Suiza dice que las microondas emitidas por los celulares también pueden ser causantes de la gran disminución de abejas, ya que las desorientan y hacen que mueran alejadas de sus hogares naturales en los bosques o artificiales en los apiarios.

La Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) ha manifestado que el 40 por ciento de los polinizadores invertebrados, abejas y mariposas, se enfrentan a la extinción.

El uso de agroquímicos ha hecho que mueran miles de millones de abejas cada año en todo el planeta. A este respecto, los insecticidas sistémicos llamados neonicotinoides, son los que más efectos letales tienen para todas ellas, ya que hacen presencia en el polen y el néctar de las plantas.

La Unión Europea, después de presiones durante muchos años, prohibió en 2018 la utilización en espacios abiertos (solo se pueden utilizar en invernaderos) de 3 de esos perversos neonicotinoides, cuya utilización estaba restringida desde 2013 bajo el principio de precaución. Son ellos el imidacloprid y la clotianidina, fabricados por Bayer, y el tiametoxam, fabricado por Sygenta. Alemania ya había prohibido el imidacloprid en 2008, tras comprobar la desaparición del 66 por ciento de las abejas en un territorio dedicado a la apicultura. En Italia se habían suspendido 8 neonicotinoides y en Francia se había prohibido su uso en semillas de girasol (1999) y maíz (2004).

El Registro Nacional de Plaguicidas del ICA, con 3082 productos permitidos, da patente de corso para la muerte de las abejas al mantener legalizados esos tres insecticidas proscritos en Europa, vendidos bajo nombres comerciales como Ysor 50 WG, Dantotsu, Exalt, Clotianidina Rainbow 50 WG, Imidacloprid Rainbow 350 SC, etc.

En Colombia, el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural expidió el Decreto 282 de 2012 “Organización de la cadena productiva de las abejas y la apicultura”. Van 10 años en los que no se ha visto ningún esfuerzo gubernamental para la erradicación de los nefastos neonicotinoides. Apenas una tímida recomendación para aplicar el principio de precaución para la utilización del Fipronil, otro plaguicida que también mata fácilmente las abejas.

La Ley 2193 de enero 6 de 2022 “Por medio de la cual se crean mecanismos para el fomento y desarrollo de la apicultura en Colombia” concedió un año de plazo para dicha creación, dentro de los cuales está el de proteger las especies polinizadoras. Ordena que el MinAmbiente lidere la protección ecosistémica de ellas. En su artículo 5, establece 14 propósitos para el fomento y desarrollo de la apicultura, pero de protección real y efectiva mediante la prohibición de los letales neonicotinoides, nada de nada. Escasamente, en su artículo 14, establece que el MinAmbiente elaborará una guía para, entre otros, la “sensibilización de agricultores en general sobre el uso adecuado de pesticidas y sus efectos sobre las abejas”. Prácticamente un saludo a la bandera, dada la cultura imperante de no respeto a las abejas, en general, por los que viven de cultivar alimentos utilizando los mortales insecticidas ya reconocidos.

El panorama de las abejas es muy sombrío, precisamente por la falta de conciencia global sobre su trascendente función polinizadora, que debería ser muy clara en proyectos educativos urgentes a todo nivel. La codicia, la peor enfermedad moral de la humanidad, no permite que megaempresas como la Bayer-Monsanto Chemical cedan de alguna forma en sus pretensiones de seguirse enriqueciendo a costa del nefasto negocio de los agroquímicos, entre ellos el tristemente famoso herbicida Glifosato o Round Up, también permitido en Colombia, así como la producción de semillas transgénicas que también ahora nos invaden. El Glifosato fue declarado en 2015 como “probablemente carcinogénico para humanos” por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC, Lyon, Francia).

La Escuela de Derecho de la UIS, a través del Observatorio contra el Maltrato Animal (OCMA) y el Grupo de Litigio Estratégico Carlos Gaviria Díaz, creó un grupo interdisciplinario, interinstitucional e intersectorial para empezar la plausible labor de defender las abejas, para lo cual ya empezó la consulta  y discusión con productores, expertos e interesados en acometer programas que conlleven a acciones educativas y jurídicas para contrarrestar la falta de una gran política nacional de protección a las abejas.

Se debe impulsar mucho más, con toda, la agricultura ecológica u orgánica, utilizando la alelopatía, entre otras técnicas ecológicas, para controlar naturalmente la presencia de insectos predadores de cultivos.  Y se deben proteger las abejas con normas estrictas que castiguen drásticamente su eliminación directa, aplicando la zanahoria y el garrote. Educación y concienciación urgentes, pero con el Código Penal en la mano.

O el réquiem por las abejas será también el réquiem por toda la humanidad.

…

*Especialista en Derecho del Medio Ambiente U. Externado, fundador ADAN en 1988.

Twitter: @OrlandoBeltranQ

Facebook: Beltrán Quesada Orlando

(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).

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