Por: Javier Antonio Rojas Quitian/ “Volveremos a juntarnos, volveremos a brindar, Un café queda pendiente en nuestro bar, romperemos ese metro de distancia entre tú y yo, Ya no habrá una pantalla entre los dos…” eran algunas de las notas de la canción que escuchábamos y cantábamos con esperanza, cada tarde a las 6, mientras replegados en nuestro hogar, nos protegíamos de la pandemia.
Anhelábamos volver, volver a la normalidad, volver a salir, volver a nuestros trabajos y actividades, volver al reencuentro, con nuestras familias y amigos, con el discurso y la esperanza de que esa dura prueba, nos hiciera más solidarios, más empáticos, más humanos.
Pero bastaron pocos meses, luego de la disminución de la pandemia, para que la humanidad mostrara su peor cara, el discurso de la esperanza, la solidaridad y la empatía pronto desapareció y, por el contrario, con nuestros actos se vislumbra un panorama, incluso más impredecible para la vida humana, que el de la misma pandemia.
En la misma semana, en esta que terminó, el mundo y Colombia se vieron inmersos en la incertidumbre, por varios eventos, la invasión de Rusia a Ucrania, lo que podría incluso detonar una tercera guerra mundial, la aprobación de la despenalización del aborto hasta la semana 24 y el vil asesinato en Bucaramanga de una estudiante de 15 años por robarle su celular.
Rusia con su doble moral, primero ilusionó al mundo al presentar la primera vacuna contra el Covid-19, la Sputnik V, parecía demostrar que más allá de los intereses políticos y económicos, primaba la defensa de la vida y de la humanidad, pero pocos meses después, debemos olvidarnos de esa idea, ya que por intereses particulares, especialmente el del poder, Rusia prácticamente desafía al mundo entero, desconociendo la diplomacia, invade a su vecino Ucrania, causando ya cientos de muertos, provocando miles de desplazamientos y colocando en alerta su capacidad letal, preparando sus bombas nucleares, de gran poder destructivo.
En el plano local, en nuestro país, esta semana la Corte Constitucional, despenalizó totalmente la práctica del aborto hasta la semana 24 de gestación, aunque reconozco que, en Colombia, por temas de machismo y desigualdad, la planificación familiar ha sido adjudicada casi en su totalidad, como una responsabilidad única y exclusiva de las mujeres y no se ha abordado como un tema igualitario y de pareja, también creo que la medida del aborto es una conducta que atenta contra un ser humano indefenso, pues aunque antes de nacer no tengamos la condición de ciudadanos, es imposible negar el milagro de la vida, una vez se es concebido.
Colombia tiene que avanzar, en la inclusión de los hombres a los métodos de planificación familiar, del Plan Obligatorio de Salud POS y se debe reforzar tanto en la familia, como en el sistema educativo, la idea de que ese es un tema de pareja, que involucre y exija por igual a hombres y mujeres, la planificación familiar es un tema de educación y de cultura, eso se entiende, pero la despenalización total del aborto, así se intente llamar de otra forma “interrupción temprana del embarazo”, cuando él bebe y la Mamá están en buenas condiciones de salud y no es producto de una violación, es un acto cruel, inhumano, irresponsable y facilista, que no habla más sino de la degradación de la sociedad, hombres y mujeres.
Y para terminar esta semana de horror, de apología a la muerte, en nuestra ciudad bonita, se despidió a una niña de quince años, que, en un acto salvaje y de barbarie y sin ningún tipo de respeto o compasión, cuando salía de su colegio, fue atrozmente apuñalada y asesinada por robarle su celular.
Es un irrespeto total a la misma vida, la que tanto proclamábamos defender en la pandemia, definitivamente esa prueba, no nos hizo mejores seres humanos, por el contrario, las necesidades se multiplicaron y agudizaron y eso está sacando a flote nuestra peor versión, la cual, quizá cobre más vidas que la misma pandemia.
Aunque ya no esté de moda y por los temas de igualdad, ya en espacios públicos no se pueda o no se deba mencionar, es deber de las familias hablar de Dios y de los valores, nuevamente a sus hijos, formarlos en igualdad de condiciones, hombres y mujeres, que se respeten y respeten a sus semejantes, que respeten y valoren el don de la vida, la suya y la de los demás, como un don superior e invaluable, del cual nadie tiene derecho de disponer.
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*Exalcalde de Sucre (Santander), Administrador de Empresas, Especialista en Gestión Pública y Magister en Políticas Públicas y Desarrollo.