Llega la Semana Santa y el Domingo de Ramos es la primera festividad, así como el día en el que finaliza la Cuaresma, que comenzó el Miércoles de Ceniza en el mes de febrero.
El Domingo de Ramos se celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Ese día marcó el comienzo de su última semana sobre la tierra. En ese domingo se recuerda que Jesús estuvo dispuesto a ir a Jerusalén, aun cuando sabía que allí sufriría hasta la muerte. ¿Por qué lo hizo? Por amor a cada uno de nosotros, “para dar su vida en rescate por muchos”, según Mateo 20:17-28.
El origen de la celebración
El relato bíblico del Domingo de Ramos está en las citas bíblicas Mateo 21:1-11; Marcos 11:1-11; Lucas 19:29-44 y Juan 12:12-19. Nos dice que cuando Jesús y sus discípulos se acercaban a Jerusalén, Jesús pidió a dos de sus discípulos que fueran a una aldea a buscar una asna atada y un pollino que estaba con ella.
Les dio instrucciones claras para que pudieran encontrar a los animales sin problemas. Cuando los discípulos regresaron con los animales, colocaron sus mantos sobre el pollino y Jesús se sentó encima.
Jesús y sus discípulos no estaban solos en el camino de entrada a Jerusalén. Ellos se encontraban entre una multitud de personas que venía a celebrar la Pascua allí. La multitud vio a Jesús sentado sobre el pollino y sobre los mantos de los discípulos. Muchos colocaron sus mantos y ramas de los árboles sobre el camino para que Jesús pasara.
Todo esto había sido anunciado por los profetas del Antiguo Testamento al hablar sobre el Mesías y se consigna en Isaías 62:11, Salmo 118:25-26 y Zacarías 9:9.
“Había mucha gente que tendía sus mantos sobre el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían en el camino”, precisa Mateo 21:8.
Los mantos, palmeras y símbolos
El pueblo de Israel esperaba al Mesías como libertador político, no como libertador espiritual. Anhelaban ser libres de la opresión de Roma. Al ver a Jesús sobre el pollino, pensaron en él como el gran libertador que esperaban. Hacía poco que Jesús había hecho el milagro de resucitar a Lázaro (Juan 11), y puede ser que el pueblo pensara que había llegado el momento para que Jesús reinara con poder.
De repente, la multitud que se encontraba cerca de Jesús y sus discípulos comenzó a gritar «¡Hosanna!» (¡Salve!) y a alabar a Jesús. Por todos lados empezaron a dar gritos de alabanza y exaltación a Jesús.
La procesión de las palmas es característica en este día porque cuando Jesús entró a Jerusalén, la gente le aplaudió con palmas en las manos. Este objeto era símbolo de fecundidad y riqueza para el pueblo judío y se podía utilizar para hacer pan y miel.
La palma es bendecida por el sacerdote y colocada en un lugar privilegiado durante toda la Semana Santa. Cuando acaba, se quema en la iglesia y se utiliza la ceniza en el Miércoles de Ceniza del año siguiente. Además de con palmas, a Jesús también lo recibieron con ramas de olivo, que era un símbolo de la paz.
Al celebrarse la Pasión del Señor, el color de la liturgia es el rojo, pues se trata del momento en el que los cristianos proclamaron a Jesús como el símbolo fundamental de sus vidas.