Por: Javier Antonio Rojas Quitian/ “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian, se matan entre sí, por la decisión de viejos que sí se conocen y sí se odian pero que no se matan”: Erich Hartmann.
Parece que el rojo de nuestra bandera, de alguna suerte nos tuviera condenados a los colombianos a vivir bajo el soberbio yugo de la muerte y la violencia. En los últimos 70 años, Colombia no ha vivido ni un solo día de paz.
Han sido varios los nombres que los padres de la patria les han dado a las diferentes confrontaciones internas y con los que han justificado la muerte de miles de colombianos, la mayoría de estratos bajos, ya que tanto en las fuerzas armadas y la Policía Nacional, como en la subversión, quienes colocan el pecho a las balas son los menos favorecidos, los militantes de bajo rango.
Razón tenía William C. West cuando sostenía que “Los militares no comienzan las guerras, los políticos comienzan las guerras” y estos días cuando hemos visto a muchos de nuestros dirigentes tomando partido, por el descontento generalizado en el uso excesivo de la fuerza por parte de algunos miembros de la Policía Nacional, nos queda claro que a nuestros dirigentes les interesa que como pueblo nos odiemos, nos maltratemos, ese es el fundamento de sus ideas y sus discursos.
Por un lado el oficialismo arrogante y poderoso, con los principales medios de comunicación a su servicio, sin arrepentimiento o remordimiento defienden y justifican las muertes y el actuar de algunos de sus policías que arremeten sin medir su fuerza contra los ciudadanos y por otro lado, la oposición al Gobierno, rencorosa y vengativa, estimula e incita a la protesta brutal y hasta vandálica, que arrasa y destruye todo a su paso. La ironía de combatir la violencia con más violencia.
Es necesario una transformación en nuestro pensamiento y dejar de comportarnos como idiotas útiles al servicio de ideologías políticas y entender razonablemente lo ocurrido, así como es reprochable el asesinato de civiles por manos de policías y es necesario que se haga justicia, castigando ejemplarmente a los responsables, tampoco estuvo bien la forma como los ciudadanos manifestaron su inconformidad, no podíamos esperar que los agentes de Policía se dejaran quemar vivos en los CAI, era normal una reacción, cualquier ciudadano al ver en peligro su vida de alguna forma intentará protegerla.
Hay muchos temas en Colombia por los que debemos protestar y que deben mejorar, pero no lo vamos a lograr quemando buses, saqueando establecimientos comerciales u obstaculizando vías, hemos desaprovechado oportunidades importantes y hoy pagamos las consecuencias, no olvidemos que el NO se impuso cuando nos convocaron para preguntarnos por el proceso de paz, que la consulta anticorrupción se hundió, ya que no superó el umbral requerido, finalmente en un sistema democrático tenemos los gobernantes que nos merecemos y que elegimos, de que nos quejamos.
El voto más equivocado que podemos dar es el que damos con fanatismos, en poco más de un año estaremos en un ambiente electoral, de nosotros depende que decisión tomemos y lo razonable que sea, estamos gobernados por un extremo, arrogante y elitista, que beneficia a bancos y poderosos gremios del país, mientras que descuida al ciudadano de a pie, pero lo que el extremo opositor muestra en sus actos no es esperanzador, también se basa en promover el odio, el irrespeto y la destrucción hacia quien no les sigue.
¿Será que no nos podemos arropar todos bajo la misma bandera?
*Exalcalde de Sucre (Santander), Administrador de Empresas, Especialista en Gestión Pública y Magister en Políticas Públicas y Desarrollo.