Por: Hugo Hernando Bernal Vallejo/ Fuimos dotados de una cultura específica, contamos con la capacidad suficiente para ver el mundo, juzgar la realidad y moldear nuestro comportamiento frente al mismo, de acuerdo a una categoría de valores que nos permite diferenciar, lo bueno de lo malo; y articularlo en lo específico, a cada momento o circunstancia, que se vive.
Barrancabermeja y los barranqueños, tenemos una cultura propia que por un lado nos diferencia; pero por el otro, nos individualiza y nos expone a compararnos con otros pueblos de Colombia. Colocándonos, en diferentes posiciones, algunas lamentables y penosas. Que nos llenan de vergüenza, incluso.
Somos ahora lo que la cultura, que conocemos, enseñamos y preservamos, nos produce como sociedad. La delincuencia que sufrimos, el escaso desarrollo económico, la falta de democracia auténtica; e incluso la tristeza y amargura de muchos barranqueños, es causa de la cultura a la cual hemos descuidado en el pasado y en el presente le damos escasa importancia.
La cultura, en una definición sencilla es, “la manera de ser” de un pueblo, de una sociedad. Y es evidente que los barranqueños tenemos una forma de ser, que se ha ido alterando y transformando, en la medida en que se le desatiende o se mejoran o deterioran los sistemas educativos. Así, como también es moldeada en diferentes grados por la influencia de otras expresiones culturales más fuertes, terminando debilitada y permeada, influenciada por las culturas dominantes.
Esta relación con otras formas culturales, fácilmente las podemos ver en los límites municipales: en occidente con el río Magdalena y la influencia que conlleva su presencia. Al oriente con los municipios de San Vicente de Chucurí y Girón, donde la influencia gastronómica se nota. El sur Puerto Parra y Simacota. El norte Puerto Wilches. E incluso, se nota en la tonalidad con que se habla el español y las formas suaves del trato de una cultura, relativamente diferenciada con otras expresiones distintas de otras zonas del país. En lo general, la influencia cultural de otros países, amenaza con absorbernos.
Desafortunadamente, vivimos en una sociedad que ignora y en consecuencia no valora la cultura barranqueña, que desconoce su importancia en el comportamiento individual y colectivo de todos.
Hay culturas en donde se privilegiaba la palabra por encima de cualquiera otra cosa. Y se celebraba, antes que el comportamiento irregular o delincuencial, el talento para escribir o para hablar.
Los maestros nos enseñaban el orgullo del pasado, en donde los modelos eran los héroes nacionales y a ver el futuro en lo que habían hecho las otras naciones, era usado como un reto para animarnos a buscar lo mejor. Incluso, discretamente se menospreciaba el éxito económico, cosa que, a la distancia, creo que no era del todo correcta. Y que me la explico, porque los económicamente más fuertes, eran quienes ejercían el poder local e impedían la democracia como expresión de cultura popular. Lo que era una clara expresión de una escala de valores que nos fuera trasmitida por educadores comprometidos con nuestro futuro. Y que nos moldeó, en forma definitiva.
En los discursos de nuestros líderes políticos no mencionan, la palabra cultura o si lo hacen solo para manipular. Siento que la mayoría han desaprovechado la oportunidad por explicarse por qué los barranqueños somos lo que somos, por qué no hemos podido desarrollar las fuerzas económicas, democratizar las manifestaciones políticas, forjar consensos y establecer un acuerdo local, ennoblecer el comportamiento de los barranqueños, mejorar el respeto a la ley y detener la vocación animal de hacerse justicia por la mano de cada quien, pasando por encima de las autoridades.
Y es que, muchos se resisten a ver detrás de cada barranqueño, una cultura que moldea y define su actitud ante la vida, su forma de ver el éxito, -suyo y el ajeno- valorar la importancia del trabajo disciplinado y la calidad que le proporcionan el sueño por el futuro, suyo y el de Barrancabermeja.
La cultura ha sido descuidada. Quienes pensamos que hacemos cultura que no hay que confundir con pseudo-manifestaciones culturales como fiesta o festivales o eventos visuales, copias serviles de las modas estadounidenses o celebraciones solo para desfalcar el presupuesto municipal, hoy distrital, o cumplir favores políticos.
Hace algún tiempo, he estado hablando con universitarios barranqueños que no conocen nuestra historia y los valores que nos legajaron y también nos quitaron. Solo quiero que entendamos que si, en efecto, queremos cambiar a Barrancabermeja, hay que conocer, registrar, difundir o cambiar la cultura. No hay otro camino. Y que, para conocerla, registrarla, difundirla o cambiarla, hay que modificar drásticamente el modelo inocuo que afecta al sistema educativo. Necesitamos una nueva pedagogía desde lo infantil.
Usar los medios de comunicación para mostrar ejemplos de los que escogen la ruta del respeto a la ley y el amor por Barrancabermeja, antes que los delincuentes que la deshonran. Tarea que nos está esperando desde hace muchos años. Y en la que, se deben involucrar especialmente, las nuevas generaciones que no han caído en brazos de la comodidad de las modas y en el afán de creer que aquí nadie debe pensar, porque incluso esa tarea, debe ser obra de los barranqueños. Si alguien le duele Barrancabermeja, es a los barranqueños.
Como barranqueños tenemos un deber que cumplir con Barrancabermeja. Con ello, honro a mis padres a mis hermanos, a mi mujer, a mis hijos y nietos- a mis maestros, a mis amigos, a mis paisanos, de ahora y de mañana.
Somos de los que trabajamos en silencio, sin aplausos, en una sociedad en que se han invertido los valores, de tal manera que ahora, los delincuentes son más famosos que los escritores, pintores, escultores, poetas, compositores y cantores.
Infortunadamente los que quieren destruir nuestra Barrancabermeja, tienen más auditorio que los que soñamos con una Barrancabermeja prospera, en todo sentido.
Ser los barranqueños multiculturales es una prueba de nuestra riqueza folclórica. Para construir identidad y pertenencia con lo nuestro, debemos interiorizar el concepto de barranqueñeidad y llevarlo a la realidad para conocimiento de nuestras próximas generaciones y así lograr un cambio en los diferentes niveles de nuestra sociedad.
El hecho de que hagamos propio la cumbia “La Pollera Colorá”, demuestra nuestras debilidades y amenazas culturales. No hay claridad en lo nuestro, en lo propio, lo que nos diferencia de otras culturas. La canción “La Pollerá Colorá”, la única relación que tiene con nuestra tierra es que la letra fue autenticada en la notaria primera de Barrancabermeja, pero no hace parte del folclor o cultura barranqueña. Pensar lo contrario, es parte de la ceguera de nuestras raíces, de donde somos y para dónde vamos.
Las creencias crean las actitudes, y éstas se manifiestan en comportamientos. Para cambiar las actitudes que provocan los comportamientos, necesitamos atacar las creencias que generan esas actitudes. La cultura se puede cambiar. El cambio requiere que cada uno de los barranqueños entienda que hay que cambiar, para que Barrancabermeja cambie, y ser una ciudad prospera.
*Abogado, poeta e investigador cultural.
