Por: Laura María Jaimes Muñoz/ Hace 199 años los hoy llaneros, boyacenses, santandereanos, caucanos, paisas, entre otros, se unieron en torno al propósito de la libertad logrando ganar la batalla ¿Qué pasaría si nos uniéramos en el propósito de lograr el progreso y la paz de nuestra nación, sin intereses políticos o económicos? Sería un honor patrio poder recordar la memoria de aquellos que dieron su vida por esa libertad y por defender al pueblo, a los ciudadanos, a la comunidad.
Pero bien, es importante tener en cuenta que somos personas con capacidades, cualidades y debilidades completamente diferentes, entre ellas, ser un líder para los colombianos, donde éste se caracteriza por persuadir al pueblo y saber para donde va, mejor dicho, el líder tiene un horizonte definido, algunos con el deseo de ayudar o algunos solo con el deseo de dejar huella en la historia, bien sea positiva o bien sea negativa ¡Pero hacer historia! Lo que conlleva que no necesariamente su prioridad sea ayudar a las personas que lo necesitan y otros pasan su vida ayudando al pueblo o a quienes le rodean en sus diferentes contextos. Ejemplo, generando empresa, siendo solidarios, o por medio del ejercicio de la política.
Esto es bueno, ya que si revisamos el verdadero ejercicio de la política se traduce en el servicio a la comunidad; eso sí, es importante tener claridad que somos seres que cuidamos los intereses individuales, los cuales en su gran mayoría terminan influenciando en la toma de decisiones.
Entonces, si hablamos de unirnos en un propósito nacional y visualizamos la extrema derecha y la extrema izquierda, unidos, logrando trabajar al servicio de las personas, uniendo sus ideas, sus habilidades y sus capacidades, -sería perfecto- ya que son dos fuerzas con ideologías diferentes pero con el deseo de lograr el bienestar de una Nación y de todos los sectores que han sufrido de alguna manera la desigualdad social y la violencia, de esta manera lograríamos una paz verdadera, donde los principios y valores realmente guiarían un proceso de proyección y progreso para el país, entonces nos llamarían a nivel mundial, una nación educada.
Por esto nuestro presidente electo en su discurso de posesión cito a Darío Echandía con la frase “el poder para qué” y si revisamos con profundidad esta cita y nos preguntamos realmente, ¿el poder para qué? Lograríamos pensar un poco, si tenemos el don del servicio o es solo el interés de hacer historia a costas del sacrificio de mucha gente que todavía cree que hay un futuro mejor, pues este argumento con el cual muchos de nuestros políticos hoy en su ejercicio han logrado influenciar a muchos de sus electores para que los sigan, para continuar en el poder o para más bien perpetuasen en el mismo.
Es así que cuando logran llegar, muchos de estos dirigentes que han criticado constantemente a la política tradicional y han visto los “toros desde la barrera” y llegan a ser parte de la “faena” terminan igualmente involucrados en escándalos, en investigaciones, o peor aún en no hacer nada por el pueblo, el cual era su ideal, pero entonces siguen criticando -esto conserva votos- gritando, es más motivando a la violencia, o buscando estrategias populares ya que “ellos son los buenos”.
Como decía Nicolás Maquiavelo, padre de la ciencia política moderna, “el fin justifica los medios”, lo que quiere decir que cuando el objetivo final es importante, cualquier medio para lograrlo es válido y es allí donde se declaran de derecha o de izquierda -según el gobierno de turno o la mermelada que repartan- pues alguno debe hacer oposición, garantía que brinda un próximo gobierno para continuar en la “faena”.
Pues bien, esta es una de las realidades sociales que impiden unirnos hacia un propósito nacional, pero se dice que los extremos a veces, lo son tanto, que terminan por unirse; esta sugerencia se aplica en muchos aspectos de nuestra cotidianidad, el aspecto político tan de moda en estos días que no es la excepción.
Precedido del discurso incendiario para unos, acertado para otros, del presidente del Congreso; nuestro nuevo mandatario manifestó ante los colombianos y los invitados internacionales una expresión más moderada, invitando a un pacto nacional de unidad con un propósito y hasta modificando lenguaje y posturas frente al proceso de paz.
Mientras esto ocurría, incluso desde horas antes grupos de ciudadanos marchaban y vociferaban arengas en contra de un gobierno que aún no tomaba posesión, eso sí sus dirigentes, “muy tiesos y muy majos” tomaron posesión de sus asientos en la Plaza de Bolívar y animaban las marchas a través de las redes; una vez finalizado el evento público regresaron a los sitios de las marchas a rechazar el discurso del Senador Macías.
Este es el país actual, este es el país que recibe el presidente Duque, que estrena Estatuto de la Oposición, segundos lugares en elección presidencial como congresistas, nuevas curules en Senado y Cámara por acuerdos de La Habana y otras cositas más, que hacen parecer que recibe una “papita caliente”, que realmente ¡¿Quién se le mide?¡
Tantos elementos, tantos “amores” por unas cosas y “desamores” por otras, tantos extremos en lo político, en lo social, en lo económico, hacen que nuestra sociedad sea caldo de cultivo para quienes con el “divide y reinarás” como lo decía el emperador y dictador romano Julio Cesar, su plan consiste en indisponernos a los unos contra los otros, mientras “algunos” sacan su tajada y hacen su “abril” a través incentivar estos odios y finalmente el poder, pues los contratos más jugosos, los nombramientos mejor remunerados se quedan entre quienes sembraron la inquina, acrecentaron los amores y desamores, radicalizaron los extremos y pusieron a pelear a los que antes eran amigos y compadres y ahora son enemigos irreconciliables.
El recién posesionado presidente de los colombianos tiene un gran reto, lo expresó bien en su discurso, lo enfatizó; ahora a esperar que ese “pacto”, que esa unión, que esa equidad sea posible. Las preguntas son: ¿Estamos dispuestos los colombianos de a pie a medírnosle al tema? ¿Están dispuesto los dirigentes opositores a dar el compás de espera y en caso que la cosa vaya bien, reconocerlo? ¿Están dispuestos los uribistas “pura sangre” a ceder en lo que les corresponde?…
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