Por: Aidubby Mateus/ En el complejo panorama político actual, las tendencias tradicionales de izquierda y derecha parecen haber perdido su capacidad de conectar con la ciudadanía. Prueba de ello es la reciente encuesta realizada por Excellentia Focus Group, en la que la opción «ninguna» obtuvo un 30.7% de preferencia cuando se preguntó a los encuestados sobre su filiación política. Este resultado no solo es un reflejo del desencanto con los extremos ideológicos, sino también una invitación a repensar la manera en la que abordamos la política.
La encuesta, basada en una muestra de 900 personas, arroja datos reveladores. El 30.7% de los encuestados manifestó no sentirse identificado con ninguna corriente política, superando ampliamente a cualquier otra categoría, porcentaje que refleja un descontento generalizado con las etiquetas ideológicas tradicionales y un posible agotamiento frente a la polarización del debate político.
Por otro lado, la segunda opción con mayor preferencia fue «centro-derecha» con un 20.9%, seguida por «derecha» con un 19.7%, «centro-izquierda» con un 17.3% y, finalmente, «izquierda» con un 11.4%. Esta distribución sugiere que, aunque los espectros ideológicos siguen teniendo relevancia, la mayoría de la población se aleja de posiciones extremas y busca alternativas fuera del marco tradicional. Así las cosas, las personas han comenzado a alejarse de los discursos polarizados que buscan dividir en lugar de unir, debido a la fatiga política, que pide a gritos un cambio de enfoque: necesitamos trabajar en equipo y construir un territorio de oportunidades para todas y todos.
En este contexto, la política debe ser entendida como una herramienta para la transformación social y no como un campo de batalla entre bandos opuestos. Cuando las decisiones se toman con base en la confrontación, se pierde de vista el propósito esencial del liderazgo que consiste en mejorar la calidad de vida de las personas.
La solución a este agotamiento político no está en eliminar la diversidad de pensamiento, sino en aprender a trabajar desde la diferencia, por ello, la clave está en la colaboración y el reconocimiento de que los grandes desafíos requieren esfuerzos conjuntos. Siendo entonces el momento de promover una política basada en principios como la equidad, la sostenibilidad y el desarrollo humano, más allá de etiquetas ideológicas, en donde el trabajo en equipo se convierta en el pilar de cualquier proyecto de transformación social, integrando a actores en la búsqueda de soluciones eficaces y duraderas.
Ejemplos exitosos de este enfoque pueden verse en iniciativas comunitarias donde la gente se organiza para mejorar su entorno, sin importar su filiación política. Modelos de gobernanza participativa han demostrado que cuando se fomenta la cooperación y el diálogo, los resultados benefician a toda la sociedad.
Ahora, la realidad política y social actual puede encontrar paralelismos con la historia de Macondo en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. En la novela, Macondo es un territorio de oportunidades al inicio, un lugar donde todo es posible y donde la comunidad trabaja unida para su construcción. Sin embargo, a medida que el poder y la corrupción se instalan, la división entre sus habitantes se profundiza, provocando ciclos repetitivos de crisis y abandono.
Los extremos políticos en Macondo, representados por los caudillos, las guerras civiles y la lucha entre conservadores y liberales, son una muestra de cómo la polarización puede destruir una sociedad en lugar de fortalecerla. Al igual que en la novela, nuestra sociedad está atrapada en discursos enfrentados que impiden el progreso real. La historia de Macondo nos enseña que solo el trabajo conjunto y la inclusión de todas las voces pueden evitar el destino de un territorio sumido en el aislamiento y el fracaso.
Si no logramos superar la polarización y construir desde el consenso, corremos el riesgo de repetir el destino de Macondo: una comunidad que, por no aprender de sus errores, termina siendo borrada por el olvido y la soledad. Esta analogía literaria nos invita a reflexionar sobre la importancia de la memoria histórica y la necesidad de romper con los ciclos de confrontación estéril para dar paso a un modelo de construcción colectiva.
En ese orden ideas, para construir un territorio de oportunidades, es necesario que la política recupere su verdadera esencia de ser un instrumento al servicio del bien común. Esto implica priorizar temas urgentes como el acceso a educación de calidad, salud, empleo digno, soberanía alimentaria y protección del medioambiente.
Lo anterior también nos lleva a reflexionar que el desarrollo de un territorio no puede depender exclusivamente de líderes políticos o gobiernos de turno. La participación activa de la ciudadanía, el sector privado, la academia y las organizaciones sociales es fundamental para diseñar políticas públicas que respondan a las verdaderas necesidades de la población.
Asimismo, la innovación y la tecnología juegan un papel clave en este proceso. La digitalización de los servicios, el impulso a la economía circular y la promoción del emprendimiento pueden convertirse en herramientas poderosas para reducir desigualdades y generar crecimiento sostenible.
Si bien los resultados de la encuesta reflejan el cansancio de la gente frente a los extremos políticos, también abren la puerta a una oportunidad única: la posibilidad de construir un nuevo pacto social basado en la confianza, el respeto y la colaboración. Para lograrlo, es fundamental recuperar la credibilidad en las instituciones, garantizar la transparencia en la gestión pública y fomentar el liderazgo con propósito.
Esto requiere un cambio de mentalidad tanto en los ciudadanos como en los dirigentes. Es hora de dejar de lado el miedo al otro y comenzar a construir desde la coincidencia. Si algo nos ha enseñado la historia es que los grandes cambios no se logran desde la división, sino desde la unión.
Es momento de abandonar la lucha partidista estéril y enfocarnos en la construcción de soluciones reales para los problemas que nos afectan a todas y todos.
Es por ello, que así me llamen romántica, la política no debe ser un juego de intereses, sino una herramienta para el bienestar social, ya que solo trabajando en equipo, con un propósito común y dejando de lado las etiquetas ideológicas, podremos construir un territorio de oportunidades, donde cada persona tenga las condiciones necesarias para desarrollar su máximo potencial.
El futuro no se define en la confrontación, sino en la capacidad de unir esfuerzos y construir juntos una sociedad más justa, equitativa y próspera.
…
*Embajadora internacional de mujeres inquebrantables, exalcaldesa Gámbita (Santander), Abogada Especialista en Derecho Constitucional y Derecho de Tierras.
X: @AidubbyMateus
Facebook: Aidubby Mateus