Por: Andrea Guerrero/ Este año promete ser una caja de regalo más grande y repleta de sorpresas que aquella que recibimos en el 2020. En la primera semana de enero, seguidores de Donald Trump – algunos pertenecientes a grupos radicales y de extrema derecha – irrumpieron en el Capitolio; de esta forma, los manifestantes protagonizaron un evento histórico digno de una producción de Hollywood.
Primera escena: Miles de personas se reunieron cerca de la Casa Blanca para escuchar el discurso del expresidente Donald Trump en el mitin llamado Save America; después los manifestantes – algunos de ellos armados – se dirigieron al Capitolio, mientras Trump continuaba publicando comentarios en sus redes sociales que alentaban a la protesta y que luego serían eliminados de las redes.
Aunque aquel golpe de Estado – o “autogolpe” si queremos – es el argumento inicial de este drama, para mí el espectáculo real está en el debate respecto a la actuación de redes sociales como Facebook, Twitter y YouTube, plataformas que suspendieron las cuentas de Trump. Hay quienes rechazan la censura por ser un ataque a la libertad de expresión, sin embargo, la contraparte defiende los derechos de las empresas privadas a ocultar el contenido que viola sus políticas, en este caso, las grandes compañías se justificaron diciendo que el expresidente estaba incitando a la violencia y a la insurrección.
El problema va más allá. Cuando Trump y muchos otros usuarios decidieron migrar a Parler, esta aplicación fue desactivada por Amazon, Apple y Google, los dueños del patio de juegos no parecen querer que nadie más juegue sin su permiso. De repente, el oligopolio de las ‘Big Tech’ ha atestado un golpe a la democracia, porque han establecido unos molestos criterios de moderación que nadie más que ellos regulan.
Así mismo, esto es diferente al funcionamiento de otras empresas privadas que deciden el contenido que promueven, porque aquellas no están tan ligadas a lo público como ahora están las ‘Big Tech’. Gracias en mayor medida a la pandemia, gran parte de la vida pública se desenvuelve en estos servicios privados, por lo que, si estas compañías comienzan a limitar la participación de los usuarios en un espacio que es inseparable de lo público – digamos que es un ficticio espacio público -, se termina por atentar contra la democracia.
Además, puede resultar contraproducente la censura de aquellos grupos que se han refugiado en distintas plataformas con el fin de polemizar, porque indirectamente se revelaría la incomodidad y la amenaza que estos grupos representan para el poder.
La censura en las redes logra el efecto contrario: empodera, más que debilita. Debido a que el hecho de eliminar la cuenta de estos usuarios no significa que mágicamente vayan a desistir de sus ideas, simplemente les confirma que deben continuar propagando su ideología porque ha llegado a generar la incomodidad que esperaban.
Lo dicho: esto es contraproducente. Twitter decidió la semana antepasada que ya no le prestaría el patio de juegos a 70000 seguidores del movimiento pro-Trump QAnon, pero esto no hace que ellos renuncien a sus creencias, sino que se reafirman en ellas más que nunca, incluso quizás culpen al Deep state de ordenar la suspensión de sus cuentas.
Muchos vitoreaban el esfuerzo de estas plataformas por darle muerte online a Trump, alejándolo así de influir en la opinión pública, pero hasta los líderes de la Unión Europea han criticado a Twitter por arrogarse el poder de establecer los limites de la libertad de expresión sin ningún criterio.
Es irónico, las leyes no tienen forma de regular las acciones de estas empresas, pero para nadie es un secreto que Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft encabezan la lista de compañías que invierten más dinero en lobby, esto con el fin de influir en los legisladores de EE.UU. It’s just business.
Finalmente, no es la labor de estas compañías actuar como un órgano sancionador y moral, porque de nada sirve someter, solo se logra evadir una realidad que inevitablemente va a salir a flote. Esto constituye un acto antidemocrático que pretende promover la democracia. Además de que aumenta la popularidad del censurado porque queda como un mártir de las redes.
*Estudiante
Instagram: @andreagguer