La realidad del país conduce a una lucha entre empleadores y trabajadores. Subir el salario, aumentar las semanas de licencia de maternidad, aumentar el pago de horas extras y nocturnas, reducir la jornada de trabajo, acrecentar los beneficios del plan de salud, son demandas justas de la clase trabajadora.
Por: Andrés Negrete/ Han trascurrido cerca de doscientos años de independencia y se trabaja en las mismas circunstancias que en el pasado. No han cambiado las condiciones laborales. La diferencia radica en la diversificación de labores. Hace un siglo no existían las ocupaciones que hoy son el diario vivir de un paisano cualquiera.
Las labores desempeñadas por nuestros antepasados son las mismas que hoy viene realizando un colombiano. Muy a la madrugada se levanta a iniciar su jornada, sale de casa a labrar la tierra y a ganar el sustento. Así sucedía antes de la conquista de los españoles y aun después de la expedición de la legislación indiana de 1650. ¿Se asemeja a la realidad que vivimos hoy? Repasemos de manera brevísima la historia.
En 1852 bajo el gobierno de José Hilario López se imparten las primeras leyes sociales. En 1950 Mariano Ospina Pérez expide el decreto 2663 y el 3743 que dieron origen al Código Sustantivo del Trabajo. Decretos recopilados mediante ley 141 de 1961. En 1990 se llevan a cabo dos grandes reformas, la ley 50 y la 100. En el 2002 se promulga la 789. ¿Cuál era el contexto anterior a estas normas?
Trabajadores sin contrato de trabajo, salarios paupérrimos, horarios extendidos sin pago de horas extras y nocturnas, empleados sin pago de prestaciones sociales y sin afiliación a la seguridad social. ¿Le suena familiar? Dichas normas[1] se promulgaron para evitar y sancionar condiciones laborales precarias que aún hoy existen. La finalidad de la política pública laboral es: proteger el empleo, al trabajador y su seguridad social.
Sin embargo, esto no sucede. Nuestra época es quizás por mucho diferente a la de nuestros ancestros, y en materia de trabajo se presentan dos realidades distintas. El trabajador de las ciudades industriales y feudales de producción capitalista: manufactureros. Y el provinciano y campesino en la producción agrícola bajo figuras como la aparcería y el vasallaje. ¡Ésa es la realidad![2]. Aquí una referencia. La doctrina conservadora[3] propende por el mantenimiento del Estatus Quo Laboral; significa, una dogmática del trabajo útil al sistema capitalista salvaje en sus diversas facetas y formas de producción. La doctrina social[4] busca reivindicar los derechos laborales.
Entonces, el panorama brevísimamente descrito, nos conduce a cuestionarnos acerca de asuntos como: ¿Por qué la pauperización[5] de los derechos laborales? ¿Se debe, a la frágil economía? ¿Cuáles son las causas del irrespeto a las normas laborales? ¿Por qué la ausencia de reclamos? ¿qué causa la informalidad? La respuesta podría ser: una economía débil[6].
Algo sí es cierto, la realidad no se puede medir con la misma rama. Una economía es débil por la falta de producción de bienes, esta a su vez es débil por la ausencia de mercado, la baja demanda se debe a la falta de capacidad adquisitiva[7] derivada de la falta de trabajo, ¡un círculo vicioso! Aclaro no soy economista. Si hay alguna imprecisión le pido disculpas, esta apreciación que hago, es desde mi humilde saber y entender.
La realidad del país conduce a una lucha entre empleadores y trabajadores. Subir el salario, aumentar las semanas de licencia de maternidad, aumentar el pago de horas extras y nocturnas, reducir la jornada de trabajo, acrecentar los beneficios del plan de salud, son demandas justas de la clase trabajadora. Al otro lado de la moneda, se exige el aumento en la productividad, menor carga prestacional y parafiscal, excepción de impuestos. Necesidades dicen, para aumentar la viabilidad y creación de empresas, por lo tanto, de trabajo.
Quizás sea exacto decir que, la realidad económica expuesta párrafos atrás no es igual en todos los rincones de Colombia. A diferencia de las economías de las grandes capitales como Bogotá D.C., Medellín, Barranquilla y la zona costera, el desarrollo y producción de la gran inmensa mayoría de ciudades y municipios de Colombia es básica. Los pueblos producen para sobrevivir.
Con este panorama, resta decir: ¿Cómo mediar los derechos laborales en economías no productivas como las que se presentan en el campo y en pueblos pequeños? ¿De qué manera exigir al patrono el pago al trabajador de sus derechos al auxilio de cesantías, primas, vacaciones, afiliación a la seguridad social en salud, pensión y riesgos? ¿Cómo pagar un salario justo?, ¡al menos el mínimo! Todo esto sin contar con la inflación y la devaluación de la monada, es decir, lo costoso que es vivir; esto nos deja un sin sabor, trabajamos para sobrevivir.
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*Abogado
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Celular: 323 20 53 055
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).
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[1] Solo algunas. Hay muchas.
[3] Aquí no me refiero al Partido Conservador Colombiano PCC. Reconozco su valioso aporte en la construcción de una sociedad con principios.
[4] Ya sea cristiana, liberal, progresista. Entre otras.
[5] Acción y efecto de pauperizar. Pauperizar. Empobrecer un país, una región, un grupo social. Link
[6] Darle respuesta a estos y otros interrogantes, daría para muchas otras columnas de opinión. Espero en lo futuro responder.
[7] No hay plata.