Tras abandonar su hogar en San Alberto (Cesar) por cuenta de la violencia y amenazas de grupos armados al margen de la ley, la familia Muñoz se trasladó a la vereda Tienda Nueva en el municipio de Betulia (Santander). Allí surgió una mezcla de sentimientos: por un lado, sentían la seguridad de estar lejos de la violencia; por otro, el dolor de haberse visto forzados a dejar lo que consideraban sus raíces. “Llegué a pensar que nunca volvería a pisar la tierra, donde había pasado gran parte de mi infancia”, recordó Milena Muñoz.
Sin embargo, en 2013 se volvió a encender la esperanza para esta familia, porque el padre se acercó a la Unidad de Restitución de Tierras (URT) para dar inicio al trámite y tener una segunda oportunidad. Esta noticia reavivó en ella el sueño de volver al municipio de San Alberto.
Después de largos años de espera, en 2022 la familia recibió finalmente la sentencia favorable. ¡Una gran noticia! Que esperaban con entusiasmo, pero que les llevó a recordar dos sentimientos: «primero, alegría, porque sabía que podría volver al lugar donde pasé parte de mi vida, y darle gracias a Dios por esa bendición. Pero también sentí dolor, porque mi padre era quien más anhelaba volver, y ya no estaba para verlo, porque había fallecido», relató Milena.
Hoy ella está en el predio restituido: un lugar que, según dijo, ahora está rodeado de una tranquilidad que antes no conocía. Allí ha comenzado un nuevo capítulo en su vida, impulsado por un proyecto productivo de ganadería de doble propósito que le entregará la Unidad. «Hemos recibido un buen apoyo y acompañamiento», afirmó. La elección de este proyecto no fue casual. La beneficiaria lo describe como una «doble bendición económica», un legado que honra la memoria de su padre y asegura un futuro para su familia.
Con su experiencia, Milena Muñoz tiene un mensaje claro para otros que han sufrido la misma suerte: «hay que tener fe en Dios y no perder la esperanza. Por medio de la Unidad de Restitución de Tierras, podrán volver a disfrutar de lo que con esfuerzo se adquirió y que por motivos ajenos a nuestra voluntad tuvimos que dejar atrás. Solo queda darle gracias a Dios y a esta entidad».
La historia de esta familia es un testimonio de la resiliencia y el poder de la restitución para sanar heridas que parecían imposibles de cerrar. Su regreso al municipio de San Alberto no solo marca la recuperación de una tierra, sino también de una vida productiva, que aportará seguridad alimentaria en la región.
