Por: Paola Guarín/ Es lamentable que en pleno siglo XXI, aún existan hechos de actos de acoso sexual en contra de la mujer, sin que ello implique un manifiesto feminista. Aunque no lo crean en los últimos días a vísperas de culminar el año, me he enterado por conocidos y amigos, de continuos ataques donde las principales víctimas son féminas en estado de indefensión, cuyo único pecado en el caso particular que les comparto, fue practicar un deporte sano que resultó en un infortunado incidente, con lesiones corporales que afortunadamente no curso a mayores, sin que los actores existiere algún tipo de relación entre ellos.
Este es el caso de una mujer bumanguesa, cuyo talante y determinación la motivó a practicar el ciclismo desde hace algunos meses trayendo grandes beneficios en su estado físico y salud en general. Sin embargo en días pasados, la joven mujer que se desplazaba en su bicicleta en el casco urbano de la capital santandereana. Cabalgando en su caballito de acero, acompañada de dos mujeres más, como si fuera una cita con el destino, fue interceptada por un motociclista quien sin mediar palabra, la acosó maleablemente, tocando sus glúteos, haciéndola perder el control ocasionándole un accidente. Para su asombro, el hombre quien sin ningún tipo de remordimiento, al huir del sitio, como si fuese un acto de despedida, le guiñó el ojo, muy a su pesar de estar postrada en el piso, con laceraciones y menores lesiones para la fortuna de la joven mujer.
Las secuelas del infortunio son menores afortunadamente, tales como laceraciones en cara, brazos y piernas, pues gracias a su casco de protección, redujo considerablemente una posible lesión craneoencefálica entre otras (sin ser alarmista).
Ustedes se preguntarán, ¿por qué llegué a esta historia y cuál es la génesis de mi reflexión? Pues no es otra que llamar a la conciencia y la solidaridad, haciendo eco, pues cualquiera de nosotras o algún familiar pudieron estar en la lamentable y penosa posición de la joven deportista, quien por respeto y admiración omitiré su nombre.
Por ello es necesario incentivar la educación y el respeto al otro, en todo aspecto cotidiano de la vida, siendo -a mi humilde parecer y espero no equivocarme- la única herramienta para evitar todo tipo de acoso sexual y demás hechos desafortunados, como quiera que todos los seres humanos somos el producto de nueve meses de gestación de alguna fémina sin distinguir género raza, creencia o religión.
Alguna vez hablando con un ilustre hombre y ejemplar campesino santandereano, cuyo acento era fiel ejemplo y estirpe de sus raíces umpaleñas, en tono amoroso -pues lo considero como mi abuelo de crianza, me enseñó que las personas se les conoce por su amor a Dios en su corazón, su proceder y el resultado de sus acciones, pese a sus adversidades.
Hoy le guardo alto cariño a tan sencillas y honestas palabras, pues si en su corazón aquel victimario guardara un poco de respeto a la deportista, tal hecho no existiría y muy probablemente aún estarían intactos sus sueños de ser una prestigiosa deportista de la región.
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