Por: Javier Antonio Rojas Quitian/ En nuestra memoria estarán por siempre, las imágenes del fatídico 11 de septiembre de 2001, cuando varios aviones estadounidenses se estrellaron contra las torres gemelas y el pentágono, en un acto terrorista perpetrado por el Al Qaeda, que cobro la vida de cerca de 3000 personas y que sacudió la realidad política y económica de todo el mundo.
Posterior a los atentados, Estados Unidos, liderando un grupo de países aliados, invadió Afganistán e Irak, dio de baja al máximo líder del Al-Qaeda, Osama Bin Laden y por casi dos décadas mantuvo una tensa calma y una falsa sensación de seguridad para los ciudadanos del mundo y de victoria en la lucha contra el terrorismo.
Pero 20 años después, no hay mucho que mostrar, Estados Unidos nunca logró legitimar su incursión en terreno iraquí, derrocó el régimen de Sadam Husein, pero no fue claro al demostrar al mundo, que efectivamente allí se estaban gestando armas nucleares o de destrucción masiva, como sospechaba. Igualmente, en Afganistán desterró del poder a los Talibanes y asumió el control sobre el país, pero, tristemente el vigésimo aniversario del atentado de aquel 11 septiembre, coincide con el reciente regreso de los Talibanes al poder y del retiro de las fracasadas tropas estadounidenses del país asiático.
Con los atentados se perdieron muchas vidas, el costo económico es aún incalculable, pero lo que vino después, fue igual de oneroso. El mundo entero entró en zozobra, no había ningún rincón del planeta en el que se respirará seguridad, esto afectó las relaciones políticas, las transacciones comerciales, la apertura económica, si había pasado una vez, era claro que podía pasar las veces que cualquier grupo fundamentalista quisiera y eso daba terror.
Hoy, esa zozobra, que reposaba en los anaqueles del tiempo, nuevamente recorre los rincones del mundo, aunque no se conocen las condiciones en que se pactó el retiro de tropas estadounidenses del territorio afgano, la sensación de que la guerra contra el terrorismo se perdió, es inevitable, la amenaza ha regresado y aunque Estados Unidos y los países de primer nivel hayan modernizado y mejorado sus sistemas de seguridad, el coletazo sobre nuestra frágil economía podría ser devastador.
Colombia depende económica y políticamente del Estado gringo y aunque creamos que somos aliados, la verdad es que Estados Unidos nos mira por encima del hombro y dispone de nuestra soberanía a su antojo y lo peor es que Colombia debe actuar sumisamente pues necesita de las limosnas que nos dan, quedó demostrado por ejemplo con las vacunas contra el Covid, hasta que Estados Unidos no decidió donárnoslas, no pudimos implementar masivamente ese proceso en nuestro territorio.
Pese a que no nos guste, necesitamos al país del Tío Sam, fuerte en su democracia, en su estado, en su economía, líder de los asuntos del mundo, pues, aunque nuestra opinión de nada valga para ellos, dependemos de sus decisiones y de sus ayudas.
Es probable que se avecinen tiempos difíciles, no se sabe cuánto tiempo Estados Unidos y los países aliados aguanten los abusos del poder del grupo fundamentalista Talibán, especialmente en contra de las mujeres y de los afganos que no les siguen, habrá que ver también que tanto les permiten fortalecerse en el poder, a nadie le conviene un enemigo fuerte y es mejor atacarlo mientras más débil esté, tampoco se sabe cuánto aguantarán los Talibanes, antes de sobrepasar las fronteras y de querer expandir su régimen y qué métodos utilicen.
Mientras esto ocurre, Colombia en medio de nuestra golpeada y alicaída democracia y de nuestra economía que aún no se reactiva, tendrá que empezar a trabajar fuertemente en solucionar sus problemas y en lo posible, mantenerse lejos y al margen de estos conflictos. Decía sabiamente mi abuelo “Cuando los burros pelean, los que pagan son los arrieros”.
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*Exalcalde de Sucre (Santander), Administrador de Empresas, Especialista en Gestión Pública y Magister en Políticas Públicas y Desarrollo.