Por: Aidubby Mateus/ La palabra “abolición” evoca momentos históricos de transformación. Lo hizo en 1851 el presidente José Hilario López al firmar la ley que liberó a los esclavos en Colombia. En el mundo se abolieron igualmente normas que claramente, iban en contravía de los derechos humanos universales: el Apartheid en Suráfrica, la ablación del himen en algunas culturas ancestrales y hoy, en nuestro país, una luz de esperanza brilla al final de un oscuro y absurdo túnel con la buena nueva de la abolición del matrimonio infantil.
La reciente aprobación de esta ley que prohíbe el matrimonio infantil y las uniones tempranas, marca un paso clave para la protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes en Colombia. Esta normativa elimina las disposiciones del Código Civil que, por 137 años, permitieron el matrimonio de menores de 18 años, previo consentimiento de sus padres. Una práctica que vulneraba derechos fundamentales y qué, con esta reforma, avanza hacia su erradicación definitiva.
Esta ley, hoy solo pendiente de sanción presidencial, va más allá de la prohibición; incluye la creación del Programa Nacional de Proyectos de Vida, destinado a ofrecer oportunidades de desarrollo integral para niñas, niños y adolescentes. Un avance significativo hacia el cumplimiento del artículo 44 de nuestra Constitución, que establece que la familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de garantizar el desarrollo armónico e integral de los menores y proteger sus derechos.
La infancia a la intemperie
Ahora, en este marco constitucional, el matrimonio infantil es una práctica que va en contra de los principios fundamentales del Estado colombiano, ya que expone a la niñez, a riesgos como la deserción escolar, la violencia de género, embarazos precoces y la exclusión social.
Importante citar el enfoque de género, pues representa la mayoría de las víctimas de esta práctica. Según datos de Unicef, los menores que contraen matrimonio temprano enfrentan mayores probabilidades de abandonar sus estudios y de ser víctimas de violencia. Estas condiciones no solo afectan su presente, sino también su futuro y el de sus comunidades.
Aunque la abolición del matrimonio infantil es un hito, es solo el comienzo de un esfuerzo integral para proteger a la niñez. Por ello, es fundamental adoptar medidas complementarias que aseguren la efectividad de esta reforma, tales como: La divulgación a la ciudadanía, especialmente en comunidades donde esta práctica ha sido culturalmente aceptada.
Esencial que esta norma venga acompañada de acciones como brindar acceso y educación de calidad, especialmente en zonas rurales, como herramienta clave para prevenir el matrimonio infantil y empoderar a los menores, implementar la sensibilización comunitaria dirigida a transformar prácticas culturales que normalizan esta problemáticas, garantizar acceso a servicios esenciales como salud, justicia y programas sociales que protejan a la niñez en situación de riesgo y promover programas encaminados a fortalecer los proyectos de vida que guíen a los niños y niñas en la construcción de sus sueños, vocaciones y propósitos, sentando las bases para un desarrollo pleno.
El matrimonio infantil no solo es un problema legal, sino una violación ética y social que atenta contra los derechos fundamentales de la niñez. Su erradicación exige el compromiso conjunto del Estado, la sociedad y las familias para transformar las condiciones que perpetúan esta práctica.
Con la aprobación de esta ley, Colombia avanza hacia el cumplimiento de compromisos internacionales como la meta 5.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que busca eliminar prácticas cultural y socialmente nocivas como el matrimonio infantil.
Proteger a nuestras niñas, niños y adolescentes es una inversión en el futuro de Colombia. Garantizar que crezcan libres de prácticas que vulneren sus derechos no solo es un mandato constitucional, sino un acto de amor y responsabilidad social; llevar a buen puerto esta Ley, representa un paso firme hacia un país donde la niñez pueda vivir plenamente, desarrollar sus talentos y construir un futuro lleno de posibilidades.
Cada niña que hoy se salve del matrimonio infantil, será una esperanza más para la Colombia del mañana: una nación más justa, equitativa y comprometida con su niñez.
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*Embajadora internacional de mujeres inquebrantables, exalcaldesa Gámbita (Santander), Abogada Especialista en Derecho Constitucional y Derecho de Tierras.
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