Por: Laura María Jaimes Muñoz/ Cuando se considera el hecho de que en Colombia hay 3,5 millones de personas en extrema pobreza, es decir, que ganan menos de 116 mil pesos mensuales y que, por tanto, no pueden satisfacer sus necesidades fundamentales, se comprende la necesidad de ejecutar, desde el Estado y todos los sectores de la sociedad, acciones efectivas para corregir la situación.
La realidad es, sin embargo, que, a través de los años, los gobiernos han sido inferiores al reto, a pesar de disponer de referentes importantes alrededor del mundo para construir soluciones efectivas. Gobierno tras gobierno dicen abordar el problema con seriedad, pero con resultados generalmente precarios.
De acuerdo con cifras divulgadas en el mes de octubre de 2018, en Colombia hay 12,8 millones en condiciones de pobreza monetaria y 8,3 en condición de pobreza multidimensional, es decir, millones de personas que no ganan lo que debieran para llevar una vida digna. Frente a una situación tan alarmante, que pone en riesgo el sostenimiento de una paz verdadera y duradera, los políticos estarían llamados a desarrollar una tarea eficiente en la búsqueda de soluciones efectivas. Sin embargo, eso no sucede.
Con el tiempo, en Colombia se ha generalizado la percepción del político como un individuo engolosinado con el poder, pero generalmente desconectado de la realidad de la gente. Es decir, una persona sin auténtica capacidad de liderazgo ni voluntad de servicio social que desconoce las necesidades de una población que, ampliamente, supera el cincuenta por ciento del total del país.
Ahora que estamos en campaña —con motivo de la jornada electoral de octubre próximo—deberíamos fijarnos en la sensibilidad social de los políticos en contienda, para elegir a personas realmente compenetradas con la realidad del país y decididas a realizar un trabajo efectivo con el fin de reducir los niveles de pobreza. Si en otros países del mundo ha sido posible la conquista de esta meta, aquí también podremos lograrlo con conocimiento, voluntad de servicio y sensibilidad social.
La sensibilidad social de los dirigentes de la política es fundamental para consolidar la paz: Si los políticos siguen en la eterna disputa por el poder que tanto les deleita, pero sin concentrarse en la construcción de salidas a la eterna crisis social, esta situación podría generar nuevos conflictos.
La paz no surge de firmar un documento entre partes enfrentadas, sino de la solución de las carencias millones de compatriotas que comen mal o se acuestan sin comer, y que están marginados de las oportunidades de las que disfrutan la gran minoría de los habitantes del país.
La sensibilidad social de los políticos empeñados en conquistar cargos públicos podría ser el factor determinante para generar el cambio que tanto necesitamos: de la política abusiva al liderazgo de responsabilidad social, y de las privaciones hacia la multiplicación de las oportunidades que modifiquen, para bien, la vida de quienes hoy se encuentran en la extrema pobreza.
Esta es una realidad, una realidad que si cada uno de nosotros pusiéramos un granito de arena, lograríamos una transformación en nuestras comunidades, donde prime el bienestar común por encima del bienestar personal, por qué la traducción de la política es el servicio, pero más que el servicio la realidad es que la política es la unión de intereses particulares trabajando en el logro de un objetivo común.
Entonces la pregunta sería: ¿Estamos dispuestos a priorizar el bienestar común por encima del bienestar personal?
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