Por: Óscar Prada/ Y aquel domingo, prometieron su amor ante la mirada del pueblo asistente de tan pomposa ceremonia nupcial; no antes, sin sellar sus votos de amor.
¿Suena familiar la frase anterior? A continuación, se relatará los eventos futuros de los votos de amor solemnizados en las nupcias electorales del próximo año.
Una Resolución; la número 4371 de La Registraduría Nacional del Estado Civil, le puso fecha al día del enlace: un domingo; un 29 de mayo del año entrante; fecha en que los duetos presidenciales medirán sus votos y se proclamaran como la fórmula perfecta para declararle el amor a Colombia a través de la presidencia; sin embargo, ocasionalmente las dos promesas más sufragadas por el pueblo asistente, hacen postergar las nupcias con Colombia; y aquel 29 de mayo se posterga hasta un 19 de junio como la fecha definitiva del enlace.
¡Lo más importante son los votos, y deben conseguirse!, son las sabias palabras de los padrinos que respaldan las nupcias con las arras de la gente de bien, y los de buena familia; que luego del fastuoso matrimonio las reclaman multiplicadas por mil, como mandan las buenas costumbres de la tradición política colombiana.
Aquella pareja, la fórmula presidencial que sella sus votos, lo hace con mucha cautela, a sabiendas de cumplir estrictamente a todos los colaboradores más acaudalados; los cuales muy diligentemente sumaron sus esfuerzos para que la fiesta democrática saliera perfecta. Es decir; las compras, las invitaciones, las alianzas, las promesas a terceros, las dadivas, y el acucioso trasteo de los votos para el día de las elecciones tienen un costo; un costo que será sufragado por la nueva pareja presidencial electa.
El evento debe ser inmaculado, propio de la realeza británica; una trasmisión completa de los medios de comunicación acerca de las visitas a los rincones apartados de la nación por parte de los contrayentes, y un reportaje minucioso de las opiniones de los candidatos que se casaran con Colombia en medio del escrutinio de los espectadores; aquellos desvalidos que presencian la declamación de los votos de amor evocados por los futuros mandatarios en forma de reiteración de compromiso de lucha de los sueños frustrados de su pueblo oprimido, en cada debate público.
Las comparsas, conciertos, agasajos, regalos, banquetes y demás; son las celebraciones previas al evento del año, donde la crema y nata se unta de pueblo en procura de elegir a la pareja presidencial que se comprometerá a retribuir su acaudalada inversión electoral en medio del jolgorio. Todos hacen parte, siempre y cuando depositen su voto de confianza en los contrayentes señalados por los padrinos de boda, lo cual significa ¡botar la casa por la ventana!
Ya en la fiesta nupcial, que en antaño se adornaba solamente con rojo y azul en la iglesia del Frente Nacional; siendo estos los colores de la sangre de un mismo corazón roto; ahora, por el contrario, es muy colorido. Hoy, los maestros de ceremonia, permiten que el tema sea multicolor; pero eso sí, tienen un estricto protocolo en la ordenación de los asistentes al templo, los de carriel con sombrero, junto con los invitados que vienen vestidos de azul se ubican exclusivamente a la derecha; los contrarios a los vecinos de la derecha les toca ubicarse en la izquierda porque no les queda de otra, y uno que otro que se sitúa en el centro, y se sienta donde le hacen el guiño.
Ahora bien, dejando de lado la poética metáfora de las nupcias electorales; en la actualidad, el marcado escepticismo del pueblo colombiano es protagonista ante el espantoso espectáculo electoral presidencial de cada cuatro años. Dicha incredulidad es confirmada por la alta apatía electoral reflejada en el abstencionismo que, según datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil, ronda cerca al 50%. Es decir, de las cerca de 37 millones de invitaciones a la fiesta electoral que se imprimen, solo la mitad se usan para dar un voto de confianza a los candidatos.
La cruda realidad de los preparativos para el matrimonio presidencial, es vista por el pueblo espantado como un ritual escabroso que de todo tiene; menos de amor. La conveniencia, el interés, la traición, el transfuguismo, el peculado, el engaño, la perfidia, la perversión y demás ingredientes que endulzan el postre de la corrupción, es la tajada más amarga que los colombianos les toca comer para llenar el desfalco publico luego de cada elección.
Las promesas de amor eterno, de fidelidad incondicional, en la riqueza y en la pobreza, -donde esta última ronda en un 42.5% según el DANE en 2020-; en la salud y la enfermedad, -que llegando apenas a un 31% de vacunados[1], dista de la prometida inmunidad de rebaño-; reflejan la infidelidad de los votos de amor que incumplen a una Colombia descorazonada, empobrecida y enferma que espera a su prometido en la puerta de la iglesia.
Una marcada polarización toca el ritmo de las campanas electorales, y los polos opuestos desdibujan la utópica fiesta multipartidista narrada al principio. Lo cierto es que la ceremonia es para los pocos que pueden comulgar con el protocolo; es decir no todos los invitados tienen la maquinaria ni el ropaje idóneo para asistir, por tanto, se conforman con situarse en la puerta, al mejor estilo del Frente Nacional.
¿y qué sucede con el amor?, ¡queda en veremos!, la toxica relación basada en el interés de los particulares, y de los noviazgos políticos de conveniencia hacen que las aventuras fuera del matrimonio, las agresiones, escándalos y maltratos sean el pan de cada día. La falta de Ley de Garantías que sucumbe ante los deseos libidinosos del mandatario, dice mucho de la boda electoral próxima, en la cual se ahoga el amor puro en medio del corrompido mar clientelista.
Ese poli-amor, como el amor de los políticos, es tan idéntico como el poliamor de las relaciones consentidas entre más dos amantes, que, en medio del juego del placer, sacrifican el amarse por medio de los votos del engaño, mal llamados votos de amor. Si se ama la patria al votar, como dicen los que prometen amor eterno; más bien, voten por amar al prójimo que es la patria misma; y aquellos que van a votar, ¡que voten ahora o callen para siempre!
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*Ingeniero Civil, estudiante de Derecho.
Twitter: @OscarPrada12
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)
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[1] Datos tomados de: Our World in Data