Por: Gustavo Herrera Acelas/ Colombia elige el próximo año congreso y presidente de la República y este proceso electoral ha puesto sobre la mesa la discusión sobre la agudización de la polarización. Muchos sugieren que nunca antes la política colombiana había sido tan hostil en el uso de las redes y del discurso político.
Lo cierto es que nunca antes nos convertimos en un país profundamente polarizado, pero, ¿es realmente Colombia un país polarizado políticamente? ¿Cuánta de esta supuesta polarización no lo es tanto? ¿Cuánto de lo que se percibe como puro y físico escándalo de redes sociales y comentarios de uno y de otro bando, peleas entre amigos inseparables y familias por ideologías políticas? Lo que he denominado “la chifladera social”.
Lo cierto es que el ciudadano de hoy está más informado y tiene acceso directo a las redes sociales y menos credibilidad a los medios de comunicación tradicionales que compiten por difundir el escándalo del momento. Escándalos en los que, por lo general, están vinculados hombres públicos y sobre todo la incoherencia del hombre candidato al hombre gobernante. Eso ha desprestigiado la política y ha hecho que la gente no quiera saber nada de políticos o política.
Esa es la razón por la cual hoy, más que nunca, los nuevos políticos deben hacer cosas que la gente se emocione, que su corazón se acelere que su inteligencia se seduzca y que sus esperanzas se sientan identificadas con lo que está gritando el nuevo político. Casos como los alcaldes electos de Medellín y Bucaramanga son prueba de ello. Muy por el contrario, optaron por olvidar las banderas rojas y azules y teñirse de colores poco tradicionales en la política colombiana, como el blanco, el amarillo y el verde. Todo indica que el signo de los tiempos es la antipolítica. Entre más hable mal el candidato de los políticos y se comporte diferente es el llamado a ser elegido.
De hecho, si recordamos al iniciarse la pasada contienda electoral, 11 candidatos se presentaron a la elección con el respaldo de firmas y tan solo dos lo hicieron con el respaldo de su partido político. ¿Se trata realmente de una polarización entre tendencias liberales y conservadores ampliamente definidas? ¿O más bien de una más clásica división entre izquierda o derecha? ¿Es una combinación de ambas?
Lo interesante del asunto es que el espectro izquierda-derecha no parece corresponderse con temas sociales o doctrinales que vayan más allá de lo puramente político. Por ejemplo, muy poca población colombiana se manifiesta públicamente para no entrar en conflicto, pero realmente se define de centro-izquierda, pero también esta población está en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo o de la adopción entre iguales. Sucede algo similar en temas como la eutanasia, el consumo de drogas ilícitas.
Así que puede que el número de colombianos que se expresan consistentemente como de izquierda haya crecido, pero ello no implica un mayor nivel de polarización en la medida en que las diferencias políticas aún se concentran en temas muy concretos y no logran permear las posiciones en temas sociales. Se podría definir como “tibios” o gente con independencia para elegir libremente por personas independientemente de su ideología política, por ejemplo muchos ciudadanos han votado en la capital de la república por candidatos de derecha a la presidencia y a su vez candidatos de izquierda a la alcaldía.
Ahora bien, es posible especular que este fenómeno se deba a la campaña del Centro Democrático con representación religiosa firme, pero también Gustavo Petro y militantes de izquierda se han declarado fervientes católicos y hombres de fe cristiana, aún es pronto para saber si este alto componente religioso en las filas de la izquierda y derecha producirá o no mayores niveles de polarización.
En Colombia, los partidos tradicionales fueron el Liberal y el Conservador y ello generó grandes confusiones y mucho ruido a las empresas encuestadoras en caso de que opten por preguntar si la gente se identifica políticamente con una ideología denominada «liberal» o «conservadora» y que poco o nada tiene que ver con esos partidos hoy en día. Yo pensaría que los ciudadanos se inclinan más por caudillos que partidos: ‘Uribistas’, ‘fajardistas’ y ‘petristas’.
Lo cierto es que peligrosamente, las menciones a los contendientes políticos hacen referencia a la dinámica del conflicto armado colombiano: De un lado, a la derecha se la califica de “paramilitar” y del otro, a la izquierda se le califica de “guerrillera”. Para la derecha, el centro es tibio e indeciso y para la izquierda, Fajardo es un tipo de derecha que está en el armario.
Así las cosas, no es difícil explicar las dificultades que han experimentado las candidaturas de centro en construir y difundir un mensaje político concreto y consistente y consolidarse como las favoritas en la actual contienda electoral.
Una de las estrategias de la clase política tradicional para doblegar y marginalizar a los movimientos sociales y a la izquierda legal, es sugerir sistemáticamente que estos son sectores vinculados a la izquierda armada ilegal y de los vecinos de izquierda que no gobernaron bien.
Ello no solamente ha puesto a la izquierda en riesgo constante, sino que adicionalmente la deslegitimó ante los ojos del votante colombiano. Esto facilitó que la pasada contienda electoral se moviera entre el centro y la derecha, pero en el actual escenario cada vez la incoherencia del discurso del candidato Duque al de gobernar es muy evidente y eso ha hecho que mucha gente se haya cambiado de bando.
Ello ha implicado una transformación de fondo de la discusión política y ha obligado a la clase política tradicional a lidiar con temas nuevos y sustanciales. Para ponerlo en otros términos, la discusión de hoy es más diversa, se ha ampliado el continuo ideológico en el que se movía y ha incorporado posiciones que no eran visibles en debates electorales pasados.
La reacción de los políticos tradicionales frente a este cambio, mientras se adaptan, puede ser más visceral y menos propositiva y la “amenaza” de que la izquierda llegue al poder no es subestimada por ellos) y ello puede ser la causa de un discurso político más beligerante y en ocasiones violento.
una mirada rápida al comportamiento de las redes sociales en Colombia tendería a corroborar esta tesis y ello, obviamente, aumenta la sensación de una discusión política polarizada, aunque al final, los resultados electorales puedan decir otra cosa.
Lo cierto es que esa población nueva de ciudadanos denominados millennians y centennians que nacieron entre 1981 y 1995 al calor del pasado siglo y las creencias más tradicionales, pero también fueron testigos del desarrollo y la consolidación de las nuevas tecnologías que emplean como si fueran una extensión más de su cuerpo y que en su gran mayoría se declaran militantes en la izquierda podrían entrar a definir la balanza de la polarización que resulta de seguir el debate político colombiano y, así, afirmar que nos encontramos en un debate electoral atípico y polarizado.
Amanecerá y veremos.
*Dirigente comunal, artista y consultor de marketing
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