Por: Javier Quintero Rodríguez/ El petrismo está diezmado. Lo que hace unos meses logró ser una mayoría ganadora de elecciones, hoy ese pseudo-partido desmembrado reconoce solo a los “leales”, porque las otras facciones, los oportunistas–inocentes, hoy hacen oposición.
Bien lo señala en tono beligerante el polímata y nunca bien ponderado Gustavo Bolívar: “traidores, paracaidistas, falsos voceros de la revolución” luego lanzando maldiciones: “sentirán el castigo en las urnas”, queriendo realmente decir que arderán en la hoguera del inframundo. Bienaventurado Petro que tiene al apóstol Bolívar para defenderlo y propagar su palabra.
Los leales lo son por dogma o por conveniencia. Lo son porque no les gusta cambiar las apuestas y ya pusieron su fe y todo lo que tenían en la carta del rey Gustavo. Ahí están algunos como los congresistas Pizarro, Cepeda, Zuleta, Mondragón, Avella y Arias, y un puñado de influenciadores a los que ninguna locura de su cacique los perturba y siempre encuentran justificaciones articuladas para lo dicho y hecho por este gobierno.
Poco nos debe preocupar lo que pase con los leales porque son predecibles. Ya sabemos que morirán tocando violines, violas y violoncellos para acompañar a su capitán mientras él mismo hunde el barco. La mala suerte es que todos vamos en él.
Lo interesante está en el grupo de oportunistas-inocentes. Así con guión, porque hay en cada uno un poco de lo uno y de lo otro, por eso el reto es distinguir entre la candidez y la mala fe de todos aquellos que llevaron a un pueblo al abismo y ahora se arrepienten. Nunca lo sabremos con total seguridad así que nos toca seguir pistas. En cualquiera de los casos, la pesadumbre y contricción por su intervención equívoca debe acompañarse de una penitencia impuesta por todos los demás, restando importancia a sus opiniones y pretensiones.
Por eso, dudaré sobre lo que me sugiera en asuntos electorales un Hommes, un Ocampo o un Gaviria, y decididamente evitaré votar por los alguna vez progresistas y hoy convenientemente “de centro” como Claudia López. En mayor o menor medida, estos y otros tantos de actuar similar son responsables de que nos estemos quedando sin salud, de que el país esté al borde de la recesión, de que la seguridad solo exista para los delincuentes, de que la inversión caiga 30% y la vivienda de interés social baje a la mitad por la no entrega de subsidios.
Son responsables de que tengamos una peor imagen internacional gracias a un presidente elegido con dineros de dudosa procedencia con hijo confeso criminal, y a que sueña con ser líder mundial mientras solo provoca disimuladas risas. Son responsables de la vergüenza nacional por los eventos de talla mundial como la Fórmula 1 o los Juegos Panamericanos que, por mezquindad, se decidieron no hacer. Cuando el petrismo nos habla de “revolución”, claro como el cristal, no es otra cosa que una copia del modelo cubano-venezolano y por eso la hipótesis de la inocencia de los arrepentidos es difícil de masticar. Por esa ceguera y por mucho mas, son responsables.
Creeré, eso sí, en quienes durante en toda su trayectoria hayan mantenido una sola línea de pensamiento que sea seria y argumentada, en quienes hayan procurado abrirnos los ojos a lo que se nos venía encima si mal se elegía. El progresismo los meterá en la misma bolsa de los arrepentidos y dirá que todos son de extrema derecha aunque solo sean libertarios, dirán que son “fachos” aunque sea este el gobierno mas autoritario, y hablarán de golpe de Estado, así lo único que hagan sea opinar en democracia.
Todos recibirán ataques y ofensas pero lo importante será diferenciar entre los advenedizos en la oposición y los opositores de verdad, esos líderes estructurados y con criterio que nunca venderían a su país por un interés avaro ni se transarían por una cuota burocrática.
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*Economista, MBA.
Twitter: @javierquinteror
